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28 de junio 2024 - 5:00hs

Alfonsina Maldonado ve a un adolescente haciendo dedo en la ruta, lo recoge y se entera de que se acaba de escapar de un orfanato en donde estaba internado por consumo de pasta base. Maldonado le regala un chocolate y le da su número de celular para que la llame cuando la necesite. Con esta pequeña historia, que muestra cómo encara la vida Alfonsina, atleta paraolímpica en la disciplina de adiestramiento de caballos, comienza la entrevista que Alejandro Fantino le realizó a esta amazonas que cuando era bebé sufrió un accidente doméstico que le quemó gravemente gran parte del cuerpo y la dejó cinco años en una sala de aislamiento.

Maldonado asume y reivindica esas secuelas. "Mis cicatrices en el cuerpo, que tengo muchas, me parecen fascinantes y me enseñan la pasión de la vida", dice esta mujer que además es madrina de la sala de niños quemados del hospital Pereira Rossell

Embed - Entrevista con Alfonsina Maldonado | Diálogos en Montevideo

Alejandro Fantino : ¿Vivís en el campo?

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Alfonsina Maldonado: Vivo en el campo, en la Ruta 12 en Florida. Se llama costas de áreas el paraje. De Montevideo estoy a unos 110 kilómetros, pero el trayecto es lento por lo que son las rutas.

AF: ¿Siempre cargás a alguien? Esa energía que tenés que es angelical, porque evidentemente tenés una conexión con algo metafísico, ¿cargaste a un chiquito hoy en la ruta?

AM: Sí, siempre cargo a alguien y te voy a contar por qué. Porque yo estudié haciendo dedo, porque no había ómnibus. Hoy cargué un chico que cuando lo subo le pregunto cómo se llama, qué edad tiene y me contó que lo acababan de echar del orfanato donde estaba en recuperación. Le pregunté qué tipo de recuperación estaba haciendo y me cuenta que por pasta base.

AF: O sea, cargaste a un adolescente, venías sola en el auto y te enteraste allí que lo habían echado del orfanato.

AM: Lo habían echado porque se peleó con otro. Ahí me empezó a contar la historia tremenda. Lo llevé hasta la casa y después me vine para acá y conocí al padre: todos adictos.

AF: ¿Qué te contó?

AM: Primero que nada le pregunté cómo llega uno a eso no. Y el chico tiene una historia tremenda, perdió a su mamá de chiquito, sus padres adictos, entonces desde chiquito se drogaba. Me contó todas las cosas que ha hecho para consumir droga desde robar, torturar, vivir en la calle, trabajar para narcos.

AF: ¿Y cómo llegó al orfanato?

AM: Toda su vida vivió en orfanatos y ahora se había internado nuevamente porque quería salir de eso y su sueño es estudiar. Así que lo llevé hasta su casa, conocí al papá, le regalé un chocolate que era lo que tenía en el auto y le dejé mi teléfono.

AF: Qué difícil se hace, pero ahí debería estar el Estado. No es en contra de Uruguay , porque esto se replica acá, en Houston, en Finlandia, en todos lados.

AM: Me conmovió su mirada, lo triste que estaba porque se había peleado con otro y le digo: ¿sabes qué? me alegraste el día. Te voy a llevar a tu casa y si puedo hacer algo por vos lo voy a hacer, así que te voy a dejar mi teléfono para que me llames cuando me necesites.

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AF: Sos grosa, me encanta tu historia. Quiero preguntarte algunas cosas de esto que haces, ¿aprovechaste tu venida a Montevideo porque estos días tenés un evento súper especial?

AM: Sí. Tengo un evento sumamente especial. Yo soy madrina del Pereira Rosell de la sala de niños quemados graves, son 12 salas de aislamiento y los casos que llegan ahí son grandes quemados en general que pasan meses internados.

AF: Ahora me contás la historia del chiquito, pero primero contame cómo fue tu historia.

AM: Yo me prendí fuego con seis meses un accidente doméstico. Para mis padres, que nacieron en el campo, era sumamente común prender velas o faroles porque no había luz y habíamos venido a pasear a Montevideo a casa de unos amigos un 1 de mayo. Se cortó la luz y mamá encendió una vela como siempre y salió afuera a empujar la camioneta de Daniel y Graciela y cuando me escuchó llorar la vela se había caído en el colchón y yo tenía un rebozo de lana, y en un segundo se prendió todo fuego. Soy un gran quemado al 15%. Mis quemaduras llegan hasta el hueso, desde el codo para abajo, mi cara del lado izquierdo, mi oreja y la mitad de la cabeza y el cuello, después tengo todo el cuerpo injertado. Lo más extraordinario de mi historia es que en esa época al ser una beba de seis meses no me podían dar morfina porque me podía generar un paro cardíaco y durante 10 días estuve sin ningún tipo de analgésico. A los siete días se me carbonizó la mano.

AF: ¿Recordás ese dolor? Eras muy chiquita, pero ¿lo percibís todavía?

AM: Sí. Es un dolor que en tu vida lo vas a olvidar. Después que me quemé, viví cinco años en sala de aislamiento atada de pies y mano y en esa época tampoco teníamos acompañamiento. Las curaciones eran dos veces al día, raspajes diarios sin morfina y te lo hacían con una lija de lijar madera. De eso no te lo olvidas en tu vida.

AF: ¿Tu mamá y tu papá viven?

AM: Sí.

AF: Y ¿cómo trabajaste el ayudar a tu mamá?

AM: Sabes que tantas veces he pedido que me relaten la historia.

AF: Ayudar es que tu vieja no sienta culpa por algo que no tuvo culpa. Es una mamá que fue a empujar una camioneta y hubo un accidente ¿Trabajaste en eso? Porque ayudás a tanta gente, pero también hay que ayudar a tu vieja, me imagino.

AM: Te cuento, antes decía que los había perdonado. Pero en realidad los perdoné de verdad, porque uno también vive muchas fases. Yo me sentía abandonada, porque yo no sabía que ellos no podían ingresar a cuidarme. Entonces yo viví cinco años en una sala aislamiento donde a mi madre y a mi padre los veía en el pasillo y yo les gritaba socorro, que me saquen, y yo los veía que se iban.

AF: Disculpame, ¿cómo cinco años en una sala de aislamiento?

AM: En una sala de aislamiento con días de alta. Porque este brazo lo tuvieron que reconstruir. A veces tenías periodos de seis meses de internación, tres meses de internación, cuatro meses según lo que te estuviesen haciendo.

AF: Y tus viejos estaban afuera en el pasillo y vos no podías entender que no entraran.

AM: Claro, yo no sabía. En ese lugar en realidad vivíamos los niños graves, todos en aislamiento, no había acompañamiento. Recién en el año 2005 se permitió acompañamiento a niños quemados.

AF: ¡Mirá cómo transformaste todo esto!

AM: Tuve un gran médico. Mi ángel de la vida, Mario Arcos, él falleció hace un año y algo. Era increíble, pero sobre todo yo era su paciente especial. Él me decía así e iba todos los días a verme y me llevaba a upa a la sala de operación, también participaba de los raspajes, muchas veces él me los hacía y siempre me preguntaba "¿qué vas a hacer cuando seas grande?". Y yo le contestaba: "atleta olímpica". Entonces me decía: "los atletas olímpicos no lloran y si no lloras tenés un día de alta para ir a andar a caballo". Nunca llegaba el día de alta, pero yo confiaba en él a ciegas y fue un gran médico.

AF: ¿Te decía que los atléticos olímpicos no lloran?

AM: Sí, porque muchas veces te ponían mordaza para que no asustes a otros niños cuando estabas en sala de curación. Los raspajes eran con lijas de madera y dos veces al día. Duraban de una hora y media, dos, y no te los vas a olvidar en tu vida.

AF: Transformaste esto en triunfo, porque sos atleta olímpica. Queda todo chiquito al lado de lo que vivís. Porque mi pregunta es ¿qué te podría hacer mal hoy? Tal vez te duele esto de los niños del orfanato, pero físicamente...

AM: Físicamente soy fuerte como un roble. Me operé nuevamente hace dos meses después de 20 años, porque tengo dolor crónico. En mis conferencias hablo de la voluntad, del control mental y lo vuelvo a poner en práctica. Tomé analgésicos solo el primer día por el tema de las infecciones y después el segundo día ya me levanté, me até el brazo y fui a entrenar, sin analgésico, sin morfinas y me pareció extraordinario el reto. Dije que si quiero ir a los próximos Juegos e intentar ganar una medalla, tengo que poder con esto. Así que empecé a entrenar la voluntad.

"Soy un gran quemado al 15%. Mis quemaduras llegan hasta el hueso, desde el codo para abajo, mi cara del lado izquierdo, mi oreja y la mitad de la cabeza y el cuello, después tengo todo el cuerpo injertado" "Soy un gran quemado al 15%. Mis quemaduras llegan hasta el hueso, desde el codo para abajo, mi cara del lado izquierdo, mi oreja y la mitad de la cabeza y el cuello, después tengo todo el cuerpo injertado"

AF: La voluntad ¿está en el corazón en la cabeza?

AM: Tiene que haber pasión para tener voluntad. A la mente la tenés que educar, porque son continuos pensamientos que te dicen "esto no porque duele", "esto no podés". Pero el corazón, el amor puede más que la mente.

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AF: O sea, si te apasiona algo y tu corazón te lo dicta, empujá para adelante, ese es el mensaje de vida que das.

AM: Yo considero que esta mano me dio la gran enseñanza de vida. Que es que si te despertás es porque vas a levantarte a hacer lo que tu corazón te dice. El resto son solo fantasías. Entonces yo aprendí a que cada vez que me sacaban los tubos o las sondas y podía caminar y hacer de todo, era para hacer algo grandioso, lo que el corazón me dijera.

AF: ¿Vivís así?

AM: Vivo así. Me levanto, voy al arroyo a bañarme con agua fría, soy bastante un alma libre, soy muy intensa, muy apasionada, todo lo vivo extremadamente intenso y me parece fabuloso.

AF: Encuentro otra paraqueísta. Los paraqueístas, a diferencia de los paracaidistas, son gente que camina en el mundo para enseñar. El otro día charlé con Galileo Percovich, que perdió dos hijitas en un accidente de autos y él con un dolor enorme dijo que una cosa es el dolor y otra cosa es el sufrimiento. Y yo dejó el "por qué me pasó a mí" es una etapa de mucho enojo para pasar al "para qué". Tengo otro amigo paraqueísta, José Luis Favero, que perdió a su hijo de siete años. Y José me dice todo el tiempo "me planteé el para qué y no el porqué". Pero hay que tener muchas agallas para plantearse el para qué por encima el por qué, porque lo primero que te sobreviene es el enojo. Siempre uno se enoja y le aparece el por qué, ¿vos sos paraqueísta?

AM: Nunca me pregunté por qué a mi. No recuerdo hacerme esa pregunta, todo lo contrario. Cuando veo a los niños quemados o adultos quemados, les cuento que me parecen fabulosas sus cicatrices. Mis cicatrices en el cuerpo, que tengo muchísimas, me parecen fascinantes y me enseñan la pasión de la vida.

AF: Te enseñan.

AM: Me enseñan. Me enseñan a no quejarme por estupideces, a vivir de la simpleza de la vida. Es muy simple todo.

AF: Entrá ahí. ¿Es muy simple todo?

AM: Sí. Considero que despertarme, sentir el amanecer, ir a la Cañada, hacerme un pan casero... es simple. No necesito mucho más. Si me voy de viaje, voy con una maleta de 10 kilos. No me gustan los excesos de cosas, los excesos de ropa, no me gusta el consumismo. Me gusta vivir más simple, más liviana. Disfrutar más de lo simple, del abrazo, de la simpleza de compartir con alguien. Esta mano me enseñó a que esto es un instante, tantas veces me desperté de un coma y lo único que quería era bañarme bajo la lluvia o andar a caballo. No quiero subirme a un Ferrari... quiero ir a ver el amanecer.

AF: El tema es que uno trata de tomarlo como una enseñanza. Yo te tengo enfrente y por ahí penetra aún más tu mensaje que el que nos está viendo, pero después rápidamente por algo uno lo olvida eso. No es ni comparable, pero cada vive sus dramatismos como propios. Mi hijito nació prematuro y lo tuve 20 días en neonatología en una incubadora. Los primeros cuatro días fueron bravos y de ahí delante uno va decidiendo cosas como que no voy a tomarme nunca más un café con una persona con la que no tenga ganas porque el tiempo es lo único que no voy a recuperar. Pero después se pierde eso, ¿vos no lo perdés?

"Físicamente soy fuerte como un roble. Me operé nuevamente hace dos meses después de 20 años, porque tengo dolor crónico" "Físicamente soy fuerte como un roble. Me operé nuevamente hace dos meses después de 20 años, porque tengo dolor crónico"

AM: Si no me gusta hacer algo no lo hago. Justamente ayer alguien me preguntaba: "¿che, charlaste con fulanita el otro día?" Y le dije que no, no me interesa, no tengo nada que compartir. No pierdo el tiempo. Para mucha gente puedo parecer antipática, pero yo considero que valoro mi tiempo. me valoro, me valoro a mí y utilizo mi vida, con quien quiero realmente y con quién considero que me está prestando atención, porque también es eso. Cuando voy al hospital es un tiempo de calidad. Hoy es difícil que la gente te mire, que no esté con el teléfono. en esos pasillos, uno vuelve a lo simple. Te agradece en el abrazo, te agradecen que les haya llevado un chocolate, te agradecen que haya estado cinco minutos con ellos. Lo simple.

AF: ¡Qué humano que es el abrazo! Hablás mucho de eso. El otro día Percovich, cuando terminamos la nota, me dijo "abrazame" para que estén unidos nuestros corazones.

AM: Sí, por eso mi labor con niños en el hospital empezó por los abrazos. Porque en esa época no se permitía que te abrazaran por las infecciones y yo sufrí mucho esa secuela. Hoy en día, solo abrazo. Entro a sala y agarro a los bebés me los acerco, porque muchas veces las mamás tienen miedo de agarrarlos a upa porque están quemadas y no hay mejor morfina que esa. Intento hasta que se duerman conmigo y después lo devuelvo a la mamá.

AF: ¿Cómo son los chiquitos? Son guerreros, ¿no?

AM: Son todos samurais, es increíble. Te invito a que vengas un día. Vos caminas por el pasillo de los samuráis de primera línea, yo les digo así. Cada vez que entro a ver a un gran quemado, en general los papás están en shock, digo: "hoy vine a conocer a un guerrero de primera línea, un samurai" y ellos se quedan como anonadados de que les digas eso. Genaro es un samurai de primera línea, de los más sabios que he conocido.

"Me levanto, voy al arroyo a bañarme con agua fría, soy bastante un alma libre, soy muy intensa, muy apasionada, todo lo vivo extremadamente intenso y me parece fabuloso" "Me levanto, voy al arroyo a bañarme con agua fría, soy bastante un alma libre, soy muy intensa, muy apasionada, todo lo vivo extremadamente intenso y me parece fabuloso"

AF: ¿Le dan el alta?

AM: Si. Lleva cuatro meses internado, tiene 7 años. Su historia es increíble también, es un gran quemado al 70% y perdió a toda su familia en el accidente. Es muy especial, sus ojos tienen una valentía muy particular y bueno desde el momento que lo vi dije que es un gran samurai.

AF: ¿Se va a vivir con los abuelos?

AM: Sí, son maravillosos también. Las charlas con él son como estar con un adulto de 50 años, es increíble. El día que me operaron hace dos meses estaba internado y me llamaba para preguntar cómo estaba yo. Y me decía: "bueno tía, cualquier cosa me llamas". Es realmente especial. Recién hace más o menos un mes quiso verme, quiso ver mi cuerpo como va a quedar, porque yo les muestro mi cicatrices, que las toquen, para que vean que ellos van a quedar así. Pero para quedar así, tenés que ser muy disciplinado. Porque algo que me enseñó este ángel de la vida es a ser disciplinado. Si no sos disciplinado cuando sos un gran quemado, la vida te pasa factura y vas a tener una calidad de vida muy drástica. Entonces les cuento que para estar así se necesita mucha disciplina, estiramientos diarios, cremas hasta cuatro veces al día, meditación para soportar el dolor y bueno, estas tres cosas no se pueden saltar ningún día.

AF: Repetimelas.

AM: Me levanto y medito. Esa es mi teoría, así es como lo tengo ordenado: meditación, entreno, ducha de agua helada y cremas hasta cuatro veces al día en todo el cuerpo. Si yo no me estiro y no uso crema, me arrollo y me empieza a provocar acortamientos en todo el cuerpo.

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AF: ¿A qué le llamás estiramiento?

AM: Estiro el cuerpo. Tengo que estirarme porque tengo todo el cuerpo injertado. Las cicatrices del quemado son muy fuertes y te encogen y te provocan dolor crónico todo el día.

AF: ¿Los estiramientos son como una elongación de deportista común y corriente?

AM: Sí. Un estiramiento de deportista y, además de montar a caballo, hago deporte de mucha adrenalina para bajar la agresividad que te genera el dolor crónico.

AF: ¿Y lo hípico te baja?

AM: Lo hípico es mi vida, mi pasión, mi sonrisa, mi luz.

AF: Antes de entrar ahí. Todo conecta con lo samurai: hay un código de disciplina, hay un código de ética, un código de resistencia al dolor, un código moral incluso el viejo ronin samurai: si cometías algo que deshonrabas los tipos se practicaban el harakiri o ellos mismos se quitaban la vida. No hay guerrero más ético para con él mismo que el samurai. Fíjate que incluso el arte marcial de los samuráis el Jiu Jitsu que es uno a uno, no necesitaban pelear contra cinco. Es el dominio del propio cuerpo.

AM: Me encanta su disciplina sí y, desde muy chiquita, ya en el hospital, este doctor me enseñó a hacer extremadamente disciplinada y siempre me decía "si no lo haces, te tengo que operar".

AF: ¿Y el caballo?, ¿cómo es tu relación con lo hípico?

AM: Nací en el campo. A mi abuelo también le apasionaban los caballos como a mí, y él iba un día sí, un día no al hospital a verme y me llevaba leche de vaca recién ordeñada, porque yo no tomaba la leche del hospital. Era un loco de los caballos igual que yo, y tanto mi doctor como él fueron mis grandes impulsores para que nunca dejara de hacer esto.

AF: ¿Qué deporte hacés adrenalínico?

AM: Boxeo

AF: ¿Tenés entrenador, te entrenás con bolsa?

AM: Voy con entrenadores y subo al ring también. Me parece fascinantem además nado en aguas abiertas.

AF: ¿Sos diestra?

AM: Sí. Igual con este brazo hago absolutamente todo.

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AF: Sabés que yo no acepto el significante que se utiliza que es "discapacidad".

AM: Yo tampoco.

AF: No sé cómo explicarlo. Te digo esto: cuando Beltrán estaba creciendo, crecía menos en el útero de la mamá, entonces te daban un percentil de crecimiento y me preguntaba ¿por qué tanta cuadriculación, tanta clasificación de lo que es normal y lo que no es normal? Me rompe, me desespera, me rompe la cabeza.

AM: A mí igual. Te voy a contar dos anécdotas cortitas. Primero que nada con respecto a lo de discapacidad y demás, el doctor Mario me llevaba un espejo, y me decía que me lo regaló para que mirara mi mano. Ese trabajo me lo hizo hacer mucho tiempo y después en esa época me hicieron el famoso injerto cruzado que hoy en día prácticamente no se hace. Te abren, te ponen el brazo para que con tu propio cuerpo se regenere, te injertan y en este espacio te dejan un hueco para hacerte los raspajes. Y antes de hacerme todo esto, este señor maravilloso me enseñó que tenía que agarrar cosas ya con los pies. Hasta que no agarré cosas con los pies no me hicieron esto. Estuve cuatro meses comiendo con los pies.

AF: ¿Esto te pasó cuando eras chiquita?

AM: 7 años. Y podía hacer todo con los pies.

AF: Contame del deporte, de lo que hacés olímpicamente.

AM: Hago una disciplina que se llama dressage o adiestramiento, que es como bailar con el caballo. Esa es mi disciplina.

AF: ¿Quiénes son los mejores en el mundo?

AM: Inglaterra, Holanda y Bélgica son muy fuertes.

AF: ¿Hay caballos especiales?

AM: Sí, son caballos de alta competición. También dependés de tu patrocinador, si tenés un buen patrocinador, vas a tener un gran caballo.

AF: ¿Qué caballo tenés?

AM: Actualmente estoy sin caballo y sin patrocinador para comprar ese caballo.

AF: ¿Cuánto vale?

AM: Lo mínimo, un millón de euros.

AF: ¿De dónde son, de qué raza?

AM: Yo los que he montado siempre han sido Hannover o líneas holandesas, son razas específicas y los costos son por los años de entrenamiento. Yo en general utilizo un caballo ya de mucha madurez para lo que es un entrenamiento olímpico. Para ellos la exigencia es realmente alta, igual que para nosotros.

AF: Un viaje estar con vos, es admirable cómo lo contás. Te felicito. ¿Querés dejar un último mensaje?

AM: Que no pierdan el tiempo con estupideces.

AF: Hay un pasaje del Timeo de Platón. El tiempo es eterno, pero para que nos demos cuenta, el Demiurgo creó las horas, los minutos y los días. Pero en realidad el tiempo es eterno y no hay que perder ese pedacito de eternidad que tenés. Nos diste una lección hermosa.

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