“Es poco probable que a las 20.30 horas de este domingo se pueda anunciar quién será el presidente”. La socióloga Mariana Pomiés, de la consultora Cifra, hizo esta advertencia en su última entrevista con El Observador. Y a juzgar por las estimaciones de voto —tanto de sus encuestas como de las de su competencia— el escenario es tan parejo que cabe esperar “una noche larga” y hasta la posibilidad de una definición por penales (con los votos observados).
A las 19.30 horas cerrarán los circuitos, pero la veda continuará durante una hora más por si restan votantes en las filas de las mesas de votación. En ese preciso instante, las consultoras que realizan la proyección de escrutinio, estarán apuntando los primeros votos que se escrutan para, con un conteo rápido, proyectar el resultado.
La técnica es sencilla, pero cara y no milimétrica. Las empresas seleccionan una muestra de entre 130 y 200 circuitos que sean representativos del electorado (que vota en 7.225 circuitos): una mezcla de puntos de votación más rurales y otros más urbanos, zonas más ricas y pobres, de veteranos y jóvenes, con un historial más favorable a la coalición y al Frente Amplio. Y cuando logran el 100% de esa muestra (el conteo de todos los votos en esos puntos) son capaces de proyectar el escrutinio con cerca de un 1% de margen de error.
¿Qué significa? Para este balotaje hay 2.727.120 habilitados para votar. Cerca del 10% —según la tendencia histórica— no suele concurrir a las urnas. Un 1% de distancia entre los candidatos son algo menos de 25.000 votos. Si la diferencia entre Yamandú Orsi (FA) y Álvaro Delgado (PN) supera ese margen, y está la muestra completa, los referentes de las encuestadoras podrán anunciar: “¡Hay presidente!”.
Por debajo, la noche se alarga. Puede que incluso no se sepa quién será el vencedor hasta el conteo de votos observados (cuyo escrutinio comienza recién el martes).
La definición por penales
Elección tras elección, en Uruguay hay unos 34.000 votos que se escrutan con delay. Son los votos observados, esos de quienes no sufragaron en el circuito que les correspondía por serie o que lo hicieron en mesas tan pequeñas que, de conocer el resultado, equivaldría a “voto cantado”.
En el balotaje de 2019, el frenteamplista Daniel Martínez no reconoció su derrota en la noche electoral y lo adjudicó a que “matemáticamente” tenía chance de revertir el resultado adverso del escrutinio primario. Se basó en que la distancia era inferior a esos 34.000 votos observados que debían contabilizarse a partir del martes.
Pero en aquella ocasión, la marcha histórica le marcaba que una remontada le era “casi imposible”. ¿Por qué? Como se ve en el gráfico a continuación, con leves oscilaciones, el reparto de votos observados suele ser: 40% para el FA y 60% para la coalición de gobierno.
Entonces empiezan los supuestos que, como toda selección arbitraria, tiene sus riesgos y falencias. Si asumimos que existe casi siempre una misma cantidad de votos observados, si esos votos se comportan siempre igual, y si el voto en blanco y anulado es cercano al 4% (como casi siempre y como dice el promedio de encuestas), Orsi tendría que conseguir una ventaja de al menos 6.500 votos en la noche del domingo para irse a dormir con el sabor de la victoria. Por debajo de eso, Delgado puede acostarse tranquilo. Dicho de una manera más sencilla: ante un empate el domingo, el nacionalista cuenta con más chances en el conteo de los votos observados.
Para dejar un margen todavía mayor: “Una distancia de más de 7.000, 8.000 o 10.000 votos a favor de Orsi no es descontable o revertible a partir de los resultados” del último octubre, dijo este jueves en VTV Noticias el sociólogo Eduardo Bottinelli (Factum).
No son solo cifras
En la noche del último domingo de octubre quedó claro: los partidos que conforman la coalición de gobierno votaron peor que hace cinco años. El Frente Amplio votó mejor. Pero los festejos y las caras largas parecieron anunciar lo contrario.
Ocurrió que la izquierda pensaba votar mejor de lo que lo hizo, mientras que algunos socios de la coalición imaginaban un resultado peor al logrado. Y esa euforia (o abatimiento) fue relevante en lo cualitativo.
Por eso ante un escenario de suma paridad —siempre siguiendo el trazo de las encuestas y sabiendo que no son infalibles—, los discursos y actitudes de los búnker electorales son clave. Según supo El Observador, en el último Secretariado Ejecutivo del FA se decidió que van a “salir a festejar con la gente” si su candidato está por encima de Delgado pero con una diferencia inferior a la suma de votos observados. Puede que no cante victoria, pero sí que quiera dar una imagen de tal. Es comunicación.
Delgado también podría darse ese lujo incluso quedando por debajo por pocos miles de votos, pero desde su comando entienden que sólo se hablará de victoria si la ventaja está por encima de su contrincante.