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11 de enero 2025 - 5:00hs

Las escenas se repiten. Unos adolescentes cruzan al quisco antes de entrar al liceo. Abren la heladera de refrescos, ceden ante la tentación de una latitas con colores chillones. Las destapan y beben de desayuno. Dicen que les quita el sueño. Toman otras de esas bebidas (mal llamadas) energizantes antes del fútbol 5. Dicen que les da potencia. En el baile las mezclan con jagger o vodka. Dicen que les pega más.

Pero lo que no dicen esas escenas, ni los octógonos de advertencia sanitaria ni los discursos de los adolescentes es que las bebidas estimulantes de moda se están convirtiendo en “una peligrosa epidemia”.

Cada una de esas latitas de colores chillones equivale a entre cuatro y cinco tazas de café. La Sociedad Americana de Pediatría sugiere que los adolescentes no consuman más de una taza de café al día, “por lo cual con una sola de esas latitas están entre cuadruplicando y quintuplicando el límite recomendado”, dice la pediatra y toxicóloga Marianoel Valdez. Porque no es solo “exceso de cafeína pura”, sino que “otros componentes como la guaraná que se le añade también tiene cafeína” y una sola lata concentra más azúcar que toda la que se debe ingerir en un día cualquiera.

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El Observatorio Uruguayo de Drogas ya considera a estas bebidas como drogas y viene advirtiendo sobre el aumento del consumo entre adolescentes que no perciben los riesgos. Y los datos del mercado —que la consultora IdRetail— concedió a El Observador muestran una tendencia de crecimiento exponencial en los últimos años.

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El 2024 cerró con un incremento del 40% de litros vendidos en comparación con 2023. Representa más de 4 millones de litros, y una facturación mayor a 900 millones de pesos.

Un reciente estudio de la Unidad Académica de Psiquiatría Pediátrica de la Facultad de Medicina revela que tres cuartas partes de los adolescentes encuestados admite haber consumido estas bebidas, siendo la edad de inicio a los 13 años.

Pero el incremento de consumo no se explica solo por los adolescentes. El mercado está diversificado. Antes más de un tercio se vendía en los grandes supermercados y tenían como principal público objetivo a deportistas. Ahora un 40% de la venta se da en almacenes tradicionales, quioscos y salones, al tiempo que otro 40% en autoservicios independientes (las grandes superficies solo cuentan con el restante 20%).

Distintos trabajos de grado vienen reportando también una alta prevalencia entre jóvenes en edad universitaria. El psicólogo Matías Ezequiel Torres estudió a un pequeño público (de entre 18 y 30 años) en el que casi la totalidad había probado las bebidas estimulantes (más del 96%) y más de un tercio (35%) consumió en el último mes. Y la quinta parte (19%) lo mezcló con alcohol.

“Consumo cuando salgo a bailes, por ejemplo Speed con jagger, porque hace que quede más rico el trago y me levanta el ánimo”, dijo uno de los entrevistados para la tesis de Torres.

La mezcla con alcohol, advierten los toxicólogos, es uno de los principales problemas: la bebida estimulante disimula el efecto depresor del alcohol y la persona consume más de la cuenta sin notarlo.

“Pero estamos viendo muchos casos de consumos problemáticos que no están asociados a las mezclas”, explicó la doctora Laura Batalla, coordinadora del área de Adolescencia del Ministerio de Salud. “En cumpleaños infantiles a veces arman barras de tragos y les ofrecen a los niños copa de coctel, con la sombrillita y la rodaja de naranja, a la que le ponen estas bebidas con exceso de cafeína y azúcar”.

Esos estimulantes dan un shock neuronal y químico que no significa una mayor producción de energía (por eso no se les dice energizantes aunque ese sea su uso comercial). “El adolescente está en pleno neurodesarrollo, tiene que descansar bien, no sobreexigir al cuerpo… pero estos estimulantes disimulan el cansancio y son potencialmente riesgosos”, dijo Valdez. El estímulo a veces da ansiedad, taquicardia y hasta adicción.

¿El camino de la prohibición?

La diputada nacionalista María Fajardo presentó un proyecto de ley para que se prohíba la venta de las bebidas “energizantes” a menores de 18 años. La comisión de Salud de Diputados todavía no recibió a ninguna delegación y la legisladora pretende reactivar la discusión en la próxima legislatura.

La Sociedad Uruguaya de Pediatría y el Ministerio de Salud Pública también vienen estudiando esta propuesta, una iniciativa que está en discusión en varios países Europeos y de América del Norte.

Pero como sucede con el alcohol —que está prohibido por ley, pero igual lo consumen menores—, “es necesaria una política de desestimulo de consumo y de mayor percepción del riesgo”, recomendó la catedrática de Pediatría Loreley García.

El reciente estudio de Psiquiatría Pediátrica —de las doctoras Milagros Tejería y Verónica González con la tutoría y orientación de Gabriela Garrido y Ana Inés Paullier— abona evidencia al respecto. Ocho de cada diez adolescentes que consumen bebidas “energizantes” lo hacen con el conocimiento de sus padres. En un 30% esas bebidas se las brindan en sus casa y en el 32% las consumen con familiares.

El problema es que el desestimulo no es tan sencillo. En algunos países se exige la colocación de octógonos de advertencia por exceso de cafeína. Pero una investigación de la Facultad de Psicología demostró que esos avisos pueden ser contraproducentes.

“Son productos que parecen inofensivos y que tienen un marketing muy intenso con el que te prometen un montón de cosas. Se basan en la idea de que consumir cafeína es algo que todos hacemos y que, por lo tanto, está totalmente validado socialmente. Todos tomamos café; si te estás durmiendo después de almorzar, vas y te tomas un café. Dado que la cafeína es una sustancia que consumimos, el marketing de las bebidas energizantes de cierta forma se apropia de esta idea de que es inofensiva, o más aún, de que tiene efectos positivos. Pero obviamente, una bebida energizante tiene cinco veces más cafeína que un café normal”, había advertido a La Diaria el investigador Gastón Ares, quien en su estudio constató que lejos de lograr que los participantes prefirieran la lata sin el octógono de cafeína, optaron por aquellas que sí lo tenían.

En el trabajo de grado del psicólogo Torres aparecen algunas voces de universitarios que explicarían por qué la advertencia no es un desestimulo tal cual está: “Busco mantenerme despierto”, “trato de elevar el estado de alerta del cuerpo”, “aprovecho la madrugada para estudiar para los exámenes”.

No solo eso: la décima parte de los adolescentes encuestados en el trabajo de la Unidad de Psiquiatría Pediátrica dicen que consumen para mejorar el rendimiento físico.

Eso sí: casi un cuarto de los adolescentes experimentaron efectos adversos al consumir estas bebidas. “Se reportan efectos de la esfera cardiovascular, del sistema nervioso y digestivo, lo que coincide con la evidencia internacional”.

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