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El último domingo de octubre los uruguayos serán llamados (y obligados a ir) a las urnas. Elegirán el Parlamento para los próximos cinco años y las fórmulas que disputarán el balotaje (o el futuro presidente en caso de que un candidato supere la mitad de los votos emitidos). Pero ese 27 de octubre también estará en juego la reforma de la Constitución: para habilitar los allanamientos nocturnos y/o para transformar la seguridad social. A continuación una explicación de por qué son bajas las probabilidades de que prospere alguna de las iniciativas de democracia directa.

La tendencia

Las encuestas de opinión pública son fotos de un momento. En el caso de la intención de voto en un plebiscito son todavía imágenes más difusas porque las respuestas dependen del nivel de conocimiento de los encuestados. Pero si se deja de lado el cuestionamiento metodológico, la película (la concatenación de encuestas) muestra una constante baja en la consulta sobre allanamientos nocturnos y una penillanura levemente ondulada (en guarismos bajos y lejanos al 50% + 1 necesario para concretar la reforma) en seguridad social.

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LQQ –Lo Que Queda, por la sigla que lleva esta iniciativa– sigue un modelo de agregación algo más complejo que un simple promedio de encuestas. De esta manera –con una regresión polinómica de grado tres al decir de los estadísticos– revela cómo viene la marcha de intención de voto en los plebiscitos a partir de datos de 24 encuestas publicadas desde mitad de febrero. Y permiten una visión de la película completa.

De acuerdo a ese ejercicio de meta-análisis que realiza el departamento de Ciencia Política de la Universidad de la República, la intención de voto por las iniciativas de reformas es la siguiente: allanamientos nocturnos entre 54% y 55% (pero con tendencia a la baja constante desde febrero) y Seguridad Social entre 38% y 39% (lejos del pico de 51% de comienzos de mayo).

La logística

Desde el retorno de la democracia (1985) hubo 11 plebiscitos en Uruguay. Casi la totalidad de ellos (10 de 11) se concretaron como consulta porque hubo juntada de firmas o porque lo propuso dos quintos de los integrantes de la Asamblea General.

El desafío al que se enfrentan las iniciativas que salen por estas vías es que no existe una papeleta por el “No”. Para que gane el “Sí” tiene que introducir en el sobre la papeleta del “Sí” más de la mitad de todos los que concurran a votar el 27 de octubre. Cualquier sobre que no contenga esa papeleta, cualquiera que se haya olvidado o incluso un sobre totalmente vacío computa como “No”.

Estas vías de convocar a un plebiscito, a su vez, hacen que la consulta de reforma constitucional coincida con la elección obligatoria más próxima. “Por tanto, compiten en la agenda con las elecciones parlamentarias o presidenciales y quedan muchas veces opacadas”, dice el politólogo Daniel Chasquetti.

El proyecto LQQ deja en claro que “bajo estas condiciones, adquiere fundamental relevancia la decisión de los partidos políticos respecto a incluir o no la papeleta del ‘Sí’ en los procesos de distribución de hojas de votación (‘ensobrar’ en la jerga política local), ya que en general los ciudadanos otorgan prioridad a la elección presidencial y parlamentaria y muchas veces olvidan o no toman en cuenta la realización de las consultas plebiscitarias”.

Esta vez ese “ensobrado” de la papeleta está dado por partidos o fracciones que no alcanzan más de la mitad de intención de voto (a juzgar por las encuestas). En el caso de la reforma de la seguridad social, solo tomaron la decisión de acompañar con el “Sí” grupos minoritarios como el Partido Socialista, el Partido Comunista o PVP. En los allanamientos nocturnos lo hace la coalición multicolor cuya preferencia no llega a la mitad del electorado.

En los allanamientos nocturnos, a su vez, no existe un comando base que reparta masivamente papeletas del “Sí” por fuera de listas partidarias.

La libertad de acción en el Frente Amplio sobre la seguridad social hace que algunos comités de base repartan la papeleta por fuera de lo que hace su fracción a escala más global, pero nada hace pensar que eso implique una masividad de reparto. Tampoco que la gente reciba la hoja del “Sí” separada de su lista de votación parlamentaria y acompañe la iniciativa.

Por si fuera poco, las listas de ambos allanamientos se parecen y eso puede confundir a los menos atentos y a los desinformados: son del mismo tamaño, con el “Sí” grande y el resto de texto pequeño, una blanca y la otra amarilla clara.

La historia

Solo fueron aprobados cuatro de los 11 plebiscitos desde el retorno de la democracia. Y en esos cuatro hubo dos coincidencias: contaban con una coalición política y social potente (superior a la intención de voto de más de la mitad del electorado), y las preferencias de los votantes era ampliamente favorable en la previa.

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La última encuesta de Factum muestra cómo otros plebiscitos tenían intenciones de votos incluso superiores a las observadas ahora en allanamientos nocturnos o seguridad social y aún así no triunfaron.

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