Los resultados de las elecciones generales de este domingo en Uruguay no hicieron más que ratificar lo que es una constante en los últimos años: un sistema de partidos estable que, cada tanto, da alguna pequeña sorpresa que sacude levemente la calma pero a la que, finalmente, se la traga la historia.
Una vez conocidos los votos que salieron de las urnas tras una campaña signada por la calma y el desinterés, se confirmó que el electorado está divido casi en mitades que varían en algunos pocos puntos de un comicio a otro y que disputarán el balotaje en el último domingo de noviembre
Una de las casi mitades está representada por el Frente Amplio-un conglomerado que se presume de izquierda aunque se recuesta cada vez más hacia el centro- y que lleva como candidato a Yamandú Orsi, y la otra la conforman el Partido Nacional, el Partido Colorado, Cabildo Abierto y el Partido Independiente, agrupaciones que votan por separado en la primera vuelta pero que prometen unirse en la segunda.
Dentro de los sectores no frentistas, los grandes partidos tradicionales –Nacional y Colorado- se impusieron sobre los más pequeños y volvieron a consolidar la presencia de las colectividades que durante décadas se repartieron el poder.
El Partido Nacional se quedó con la mayoría (cerca del 27%) y su candidato Álvaro Delgado disputará la segunda vuelta con el postulante de la izquierda.
El Partido Colorado se entusiasmó con un joven político, Andrés Ojeda, que hizo campaña, entre otras cosas, mostrando sus músculos en el gimnasio y acariciando mascotas. La votación del representante de “la nueva política” no fue mala (bordeó el 16%), pero quedó lejos de la posibilidad de competir contra Orsi.
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En tanto, el derechista Cabildo Abierto liderado por el excomandante en Jefe del Ejército, Guido Manini Ríos, se derrumbó del 11% de 2019 -cuando había irrumpido como la gran novedad de la política uruguaya- a un 2,5%.
Por su lado, el centroizquierdista Partido Independiente orientado por Pablo Mieres tampoco pudo llegar al Senado.
Además, los uruguayos también se encargaron de cortarle el camino al extravagante candidato del Gustavo Salle (Indentidad Soberana), un outsider antisistema y antivacunas que amenazaba con colarse en el Senado para obligar al futuro gobierno a negociar con él ley por ley. Tendrá dos lugares en la Cámara de Diputados de 99 integrantes y promete hacer ruido, pero su influencia será acotada.
Orsi, el candidato que intentará devolver el poder a la izquierda, un profesor de historia que gobernó dos veces el segundo departamento en importancia de Uruguay, pertenece al Movimiento de Participación Popular (MPP) un grupo liderado por el expresidente y exguerrillero José Mujica que se ha consolidado como el principal grupo dentro de la coalición de izquierda. El Frente Amplio gobernó durante tres administraciones (2005-2020) respetando las políticas económicas macroeconómicas de los partidos históricos y cuando el Partido Nacional recuperó el poder en las elecciones de 2019 de la mano de Luis Lacalle Pou, mantuvo casi intocadas las políticas sociales desplegadas por la izquierda.
Los ministros de Economía que proponen los candidatos que disputarán el balotaje forman parte del establishment y es más sencillo encontrarle coincidencias que diferencias.
Pero, tal vez lo más importante de esta pugna electoral, no tuvo que ver con los candidatos en disputa sino con el fracaso del plebiscito sobre el sistema previsional impulsado por la central sindical y por lo sectores de la izquierda radical que proponía, entre otras, la eliminación de las AFAPS, la baja de la edad de jubilación de 65 a 60 años y la equiparación de los salarios y jubilaciones mínimas.
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Todos los postulantes habían advertido que la aprobación de la iniciativa desfondaría el sistema de seguridad social, obligaría a una lluvia de impuestos para solventarlo y expondría al Estado a juicios millonarios por parte las AFAP. Además, hubiera supuesto un divorcio del sistema político con los votantes de dimensiones nunca vistas en Uruguay.
Los votantes también echaron por tierra la consulta popular que era impulsada desde el oficialismo y rechazada por la oposición, y que le daba potestades a la policía para realizar allanamientos nocturnos, posibilidad prohibida por la Constitución.
En este caso, la explicación del fracaso plebiscitario probablemente tenga que ver menos con el rechazo a la propuesta –que las encuestas la mostraban con un alto índice de aprobación incluso entre los votantes de la izquierda- y más con la confusión que en el cuarto secreto pueden haber provocado la existencia de dos papeletas – la previsional y la de allanamientos- con el SI impreso.
En definitiva, pocas novedades en un país poco dado a los temblores políticos. Tras los escasos festejos de la noche del domingo, este lunes la vida sigue y el estilo manso de Delgado y Orsi promete signar el camino hacia el balotaje.
