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28 de octubre 2024 - 5:00hs

La camioneta utilitaria china es casi un chiste por la avenida Agraciada el martes por la mañana. No es que no llame la atención el ploteo con la cara de Gustavo Salle (66) y frases alusivas a la campaña electoral. Pero lo que pasa adentro, sin embargo, es una bomba activada que puede explotar en cualquier momento.

Salle maneja tranquilo. Tiene una vincha con auriculares y micrófono de los años ‘90 que, en vez de conectar a un walkman, se enchufan a un celular con la pantalla resquebrajada que tiene pegado con una ventosa contra el parabrisas. Habla del ascenso de Identidad Soberana, su partido, de cómo tiembla el poder con su discurso —antiimperialista, anticolonialista, antisionista, antimasón, anticorrupto, anti-ideología de género, antilogias, anti-Agenda 2030—, y de cómo se preocupan de su existencia al punto tal que, al parecer, estamos en peligro.

—Estamos corriendo el riesgo de que se pare una moto acá abajo, haga una ráfaga con una Uzi israelí.

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—¿Te sentís en riesgo? —le pregunté, sentada de acompañante en la Salleneta. Atrás venían, callados, Maximiliano Dentone, el abogado que se volvió famoso durante la pandemia por presentar una acción de amparo contra la vacunación a niños, y Sebastián Sosa, un militante que creó una cuenta para buscar a víctimas de efectos adversos de la vacuna del covid-19, y que en su canal de Youtube participaba de conversatorios sobre la masonería, la ideología de género, o sobre la alimentación consciente. Y ahora lo ayuda con la tecnología.

—Vos también estás corriendo riesgo, Caro. No… no.., ¡pero no te rías! Esta camioneta no es blindada, no tiene nada. Acá, en este país, con US$ 500 marchamos los cuatro. Nos fulminan a los cuatro.

—¿Pero has tenido alguna amenaza…?

—¡Nada! No he tenido, no. La gente me para para felicitarme, para sacarse fotos. Ahora, eso no quiere decir que no estemos en zona de riesgo. Los servicios secretos tienen sicarios de eliminación selectiva.

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La avenida Agraciada por donde avanza la Salleneta —no solo no es blindada: los vidrios se suben y se bajan a mano— se ve, sin embargo, bastante tranquila. Y eso que es martes preelectoral. Y eso que el candidato que viaja adentro se prepara para entrar —atropellar— en el Parlamento. Y el poder, se jacta el candidato, siente el peligro.

Hay algo que es cierto: Salle es el que se encadenó —aunque con la llave a mano en caso de querer ir al baño— frente a la Torre Ejecutiva en 2019 para manifestarse contra la instalación de la segunda planta de UPM. Al costado, un manifestante enano había llevado un ataúd y se había acostado dentro. Salle es el que va con su megáfono a todos lados adonde van las autoridades, para gritarles que Uruguay es un narcoestado, que los políticos son todos corruptos, que están todos comprados por el imperialismo internacional, que son parte de la cleptocorporatocracia: el poder de las corporaciones ladronas. Presentó 35 denuncias penales contra políticos e instituciones. Ninguna tuvo andamiento. En todos los casos la Fiscalía archivó. Para Salle, eso es solo una muestra de que la Justicia es funcional al poder. Archivan porque no se animan. Semanas antes de las elecciones, la conductora Victoria Rodríguez tuvo que mandar a la tanda y lo sacó del aire en Esta boca es mía después de que el candidato se peleara a los gritos con el panelista Alfredo García.

¿Cómo va a ser en el Parlamento? La pregunta se la hicieron muchos, sobre todo quienes ya se veían compartiendo con él, a los gritos, sin posibilidad alguna de lograr un diálogo.

—Caro, yo nunca le dije a un juez: vos, masón, coimero.

—Conocés dónde está el límite, digamos…

—Por supuesto. He actuado toda mi vida en ámbitos solemnes, normalizados. Jamás tuve una amonestación. Yo sé perfectamente. Lo cual no quiere decir que no le diga alguna cosita: “En este caso hay apariencia delictiva en cuanto a la tipificación del delito de cohecho”. Es una forma de decirte coimero. “A mí me parece que ustedes están viabilizando los intereses de las grandes corporaciones que utilizan metodologías muy espurias para obtener el consentimiento de ustedes”: coimeros también, vendidos.

Salle dice que va “con la intención de legislar bien, elevar el nivel legislativo”. Su comentario viene, sobre todo, por su formación: quiere meterse en la biblioteca del Palacio Legislativo, que las leyes, en su forma, sean entendibles, claras. Por aquello que padeció como abogado.

El peligro en todo caso no es Salle, el peligro es, en realidad, la hija.

Nicole Salle (40) es la que lo formó en el mundo de las plandemias y las farmafias. Es la que estudió Odontología, trabajó en la cátedra de farmacología de la Facultad de Medicina y le puso sobre la mesa al padre todos los argumentos por los que tenía que convertirse en militante antivacunas. Fue durante un posgrado en Odontología Social que un docente invitado le mostró los verdaderos datos sobre las inoculaciones, que llevaban a razonar que las vacunas no tienen efectos inmunitarios. Esa teoría está desarrollada en el libro de la doctora y académica estadounidense Suzanne Humphries, Desvaneciendo ilusiones.

A diferencia del padre, Nicole Salle tiene una voz pausada y dulce, y en ese mismo tono es con el que dice: “Mi idea es tratar de dialogar en buenos términos, no es trancar por trancar, vamos a apoyar todo lo que sea bueno de la ciudadanía”. El problema es qué quiere decir “bueno para la ciudadanía”. Para los Salle, la pandemia fue “una operación psicológica gestada” y César Vega “no planteó bien” el tema, como por ejemplo cuando llevó a mujeres al Parlamento para mostrar que se le pegaban las cucharas en el cuerpo y sostener que eso estaba asociado con los metales de la vacuna contra el covid-19.

Nicole es suplente de su padre en todas las listas, y segunda en el Parlamento en departamentos del interior, por lo que ella también puede estar en la Cámara de Diputados. En ese caso, será la que esté arriba de los temas vinculados con la salud: la no obligatoriedad del carné de salud para trabajar, la no obligatoriedad de la mamografía —porque considera que sus radiaciones implican "riesgos para la salud"—, o exponer sobre los “falsos positivos” que dice que da el resultado del PAP. Y, sobre todo, estar en alerta ante las decisiones vinculantes que dé la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La hija solo tiene matices con el padre en dos cuestiones: en las formas de exponer las discusiones, y en la ideología de género. Nicole Salle está de acuerdo con militar contra la hormonización en niños y con que desde las escuelas fomenten o alienten afirmaciones de género cuando los menores todavía no tienen su identidad formada. Más allá de eso, en el resto del tema ella se describe como más tolerante que el padre. “Para él, este (la ideología de género) es un tema tabú”, dice.

En cualquier caso, si entran los dos al Parlamento, habrá dos votos Salle, siempre unánimes.

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El resto de las posibles diputadas también tenían previsto manejar un tono mucho más dialoguista, aunque no por eso menos fuerte en la contundencia de sus posturas.

Alejandra Carro, bancaria desde hace 40 años, es la segunda en la lista a Diputados en Montevideo. Se define como sallista desde el primer día, cuando el abogado empezó con las denuncias por corrupción. El día que se tiró a la política, en el club Neptuno, después de la muerte de su madre, Carro estaba ahí, como una soldado. Es la que inició Identidad Soberana. En las cuestiones políticas siente que Salle la representa al 100%. “No hay una palabra en la que esté en desacuerdo”, defiende. Si bien se considera con el mismo carácter que el candidato, los años de atención el público le han dado cierto temple más calmado.

Entre los temas que le interesan en el Parlamento, está, por ejemplo, el de penalizar el aborto: “Para mí el aborto es un asesinato”. Otro tema: la moneda digital del Banco Central —también en contra—. “Vamos a blanquear lo que pasa ahí adentro. Yo lo que veo es corrupción en todos lados”.

—¿Vos también creés que todos los legisladores son corruptos?

—La mayoría.

—¿Quiénes considerás que no lo son?

—Jamás te lo voy a decir.

—A veces pasa que uno termina siendo parte del sistema una vez dentro…

—Si me contamino, échenme.

Su candidata a vicepresidenta, María Elvira Canoniero, es otra de las posibles diputadas. Fue maestra durante 34 años en Paysandú y en Montevideo en centros para niños con discapacidades. Empezó a seguir a Salle durante la pandemia y, si bien dice que sus formas son distintas, el contenido político por el cual batallará, es el mismo que el de su compañero de fórmula. La idea de armar la dupla fue, justamente, atemperar los caracteres, dice ella. ¿Cuál es su plan, si entra en el Parlamento? Depurar, desinfectar, responde.

Al igual que sus compañeros de partido, responde que si hay algo que “ayude a todo el pueblo uruguayo”, lo apoyarán. El tema es que “ayudar” tiene un significado muy distinto del resto de los partidos. Canoniero, enfatiza: “Vamos contra la homosexualización de los niños”.

Alba Pereira, su esposa, es la que le lleva la agenda —es la única que sabe dónde encontrarlo— y la que le sopla, en todo momento, qué están divulgando los medios sobre la campaña electoral. De él y del resto. Ella también es sallista, aunque no en todo. Algunas cosas, incluso el tono, no siempre se las lleva.

Y Salle se encarga de ser la cara de sus ideas, pero sobre todo la voz: no hay llamada del interior a la que le diga que no. La radio —y el tono combativo que le imprime en su salida al aire— ha sido su principal aliada.

Los votantes de Salle: clase media, con formación, y se fueron del Frente Amplio

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Los últimos días de la campaña electoral, las redes sociales oficiales de Identidad Soberana no daban abasto. Carro, encargada de monitorearlas, respondía en el entorno de 30 mensajes por hora. La mayoría hacía la misma pregunta: ¿dónde consigo listas? A partir de eso, se sumaron cuatro sallistas más a responder.

En la sede de 18 de Julio, la principal, pasa lo mismo: abre a las 10 de la mañana y cierra a las 20 hs, la entrada de militantes pidiendo listas es constante. Uno tras otro. Sin parar. El martes, Gustavo Salle estaba sentado en la puerta, en una silla plegable, contra la pared de la que cuelga la bandera de los Treinta y Tres Orientales, la foto de El Observador en la que está con su colega (hoy fallecido) Enrique Viana, y un cuadro de firmas en el que se anotaron decenas de mensajes de aliento.

El candidato ni siquiera podía terminar una oración:

—Hola, vengo a buscar una lista.

—¿Cuántas? —pregunta alguno de los militantes que trabaja en la logística.

—Tres.

—¿Podés colocar más? Tomá, llevate 10 —respondió Salle desde la reposera en la que, al mismo tiempo, esperaba el llamado de una radio del interior.

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El mecanismo se repetía una y otra vez. Cada vez que entraba alguien —una persona cada uno o dos minutos—, pedía por dos o tres listas y el candidato sugería que colocaran más. Eso le permitió prescindir de una estructura fuerte en todo el país —que no la tiene—, pero sí militantes, muy militantes, dispuestos a expandir la voz de su candidato. El militante de Salle está convencido y está dispuesto a convencer.

Nicolás Repetto, que tiene una empresa maderera, es uno de los que entró a pedir listas a la sede de 18 de Julio. Empezó a escuchar a Salle en la radio, y ahora, si bien no le sigue todas las locuras, lo apoya en su lucha contra las forestales.

—No comparto todo, pero en el fondo, en las cosas que dice, tiene razón.

En el fondo, el tipo tiene razón. Lo que dice Repetto aparece una y otra vez cuando los militantes de Salle intentan explicar por qué él. Hay casos en que el voto es hasta prestado, y en segunda vuelta, algunos votantes volverán a su candidato preferido: algunos irán por Yamandú Orsi, otros por Álvaro Delgado.

Son varios, sin embargo, los que dan esta respuesta: vienen de la izquierda y se sienten decepcionados. “Si preguntás, la mayoría venimos del FA”, dice una militante en la sede de Belvedere que ensobra listas del Sí al plebiscito de la reforma de la seguridad social. Ella, maestra. El hombre que se sienta al lado y también dobla listas, mecánico jubilado, viene de votar al Frente.

Esta sede, del oeste de Montevideo, no tiene el mismo movimiento que la del Centro. En el comando sallista ven que a Identidad Soberana le ha costado un poco más prender en la zona periférica de la capital. Tienen más bien votantes con cierto interés por temas que no son, estrictamente, de primera necesidad. Salle no habla del hambre, o de la miseria. Habla de organismos internacionales, de personajes como los Rothschild, de los postulados de la Agenda 2030, del Pacto de Princeton.

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El abogado, que de niño se hacía pis encima si su madre no estaba cerca, ahora no tiene empacho para despotricar contra el sistema completo. Sin medias tintas.

"¡Pero, Franco! ¡¿Cómo estuve yo en estos 20 años, cuando denuncié a Tabaré Vázquez, a Mujica, a Sendic, cuando me viste acompañado?! ¡¿Cómo luché solo?! ¡Y no tengo problema, estaré solo, pero estoy con la verdad, no estoy condicionado, voy a estar como gato entre la leña, como pez en el agua, defendiendo al pueblo uruguayo!", escupe con aparente enojo, mientras sale al aire para una radio del interior y su baba queda toda salpicada en el volante de la camioneta. Al terminar, mira al resto de los que lo acompañan y sonríe satisfecho como preguntara: ¿cómo estuve?

El peligro, de ese que todos hablan, de llevar a un partido que fomenta discursos de odio contra el sistema político y que separa al país entre "ellos" y "nosotros", a él no solo no le preocupa: lo alegra. Porque aunque al Senado no llega, ya no será el discurso de un abogado loco: ahora es diputado, y no llega solo. Su discurso lo avalan más de 62 mil votantes que dará lugar, al menos, a dos bancas.

“Periodistas y políticos sienten el peligro y está bien que tengan miedo, porque vamos a ser una piedra en el zapato. Acordate que somos los denunciantes de la plandemia, yo estuve siempre despierta, pasa que hay gente que no lo quiere ver”, dice Carro.

El antisistema tuvo su sallazo: ahora empieza a pelear desde adentro.

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Gustavo Salle elecciones Uruguay 2024

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