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15 de abril 2025 - 5:00hs

En los tres primeros meses de este año —dos bajo el gobierno anterior y uno de la nueva administración— hubo 99 homicidios. La cifra —por ahora insulsa al tratarse de un único trimestre— muestra que la violencia letal no cede y que, al menos de manera temporal, tuvo un leve desplazamiento.

Al cierre de 2024, el enfrentamiento entre bandas criminales en Cerro Norte llevó a una concentración de asesinatos en la jurisdicción de la seccional 24. Pero, en el comienzo de 2025, la zona de Casavalle volvió a posicionarse como la de mayor agrupación de homicidios (en buena medida por las disputas en Plácido Ellauri y Nuevo Ellauri).

Los datos divulgados por el Ministerio del Interior todavía siguen la “vieja y simplificada” clasificación de los homicidios, por lo cual no es posible conocer, a ciencia cierta, las motivaciones detrás de estos homicidios. Pero, en comparación a los primeros trimestres de cada año, el 2025 muestra un incremento de los victimarios con antecedentes por delitos de estupefacientes y por la combinación de delitos violentos y no violentos.

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La mayoría de los homicidios terminan dándose entre “conocidos”. A veces es un amigo devenido en ex, otras un vecino, una “banda rival”. Esa es una de las características que vienen sobresaliendo en la cifra de homicidios que no cede. A la que se le suma un vector: las armas de fuego.

Los asesinatos —y su manera de ejecución— son la evidencia más notoria de la violencia. En complemento, el catedrático en Derecho Penal Germán Aller había dicho a El Observador que las denuncias por lesiones son una expresión de resolución violenta de las diferencias.

Los datos del primer trimestre del año revelan que las denuncias de este delito, si bien bajan, parecen estar en una meseta cuando se comparan los primeros tres meses de cada año (y en aumento a año cerrado).

A la violencia doméstica le sucede algo similar. En la siguiente gráfica puede ver la evolución de las denuncias de delitos que publicó Interior:

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Los hurtos y rapiñas continúan su tendencia a la baja. El doctor Ciencias Sociales Gabriel Tenenbaum sostiene que podríamos estar ante una migración de delitos como la rapiña hacia otros que generan menos exposición y más rédito económico como los vinculados al tráfico de drogas.

“Cualquier actividad en el marco del mercado ilícito de drogas genera más renta criminal que un hurto o rapiña: desde sicariato, pasando por guardar un arma, hasta revender unos chasquis”, explicó en diálogo con El Observador y destacó, además, el respeto que genera incurrir en ese rubro del mundo criminal.

“La renta en capital simbólico (reconocimiento, respeto...) es mucho mayor en drogas que en delitos contra la propiedad. Te lo dicen los pibes. El botín es la integración al grupo, el logro de su respeto, y no solo el capital económico”, agregó.

Barrio por barrio de Montevideo

Las denuncias de robos contra la propiedad sin violencia —hurtos, como les llama el Código Penal— son más frecuentes en el sur de Montevideo, allí donde se concentran los servicios, las oficinas y los hospitales. Tanto es así que en el Centro, uno de los barrios con menos homicidios y menos delitos violentos, se denunciaron durante el primer trimestre de este 2025, y siempre teniendo en cuenta el tamaño poblacional, casi cinco veces más hurtos que en Casavalle donde son más habituales los asesinatos.

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La avenida 18 de Julio traza la columna vertebral de los barrios en que la tasa de hurtos es más elevada. Es una arteria repleta de transeúntes que hablan por celular, que hacen compras o trámites, de comercios que abren y cierran.

Puede que exista otra explicación: la propensión a denunciar un hurto es mayor en las zonas de contextos menos violentos.

Las lesiones, en cambio, tienen una distribución distinta. Suben en los lugares de concentración carcelaria (por ejemplo, en el barrio Paso de la Arena que es donde, a juzgar por el Instituto Nacional de Estadísticas está el ex Comcar), en Ciudad Vieja, Casavalle, el oeste de Colón y Bañados de Carrasco.

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“El delito con violencia contra la personas suele situarse más hacia la periferia, en zonas como Malvín Norte, Casavalle, el norte del Cerro”, había explicado la criminóloga Clara Musto, quien lideró un estudio sobre cómo se mueve el delito de rapiña en la capital.

En aquel estudio, Musto contaba que desde principios de los años 2000, acorde el consumo de drogas —en especial la pasta base— fue creando circuitos de microtráfico, las rapiñas fueron corriéndose del área más céntrica a las zonas más periféricas de la ciudad.

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A diferencia de los delitos contra la propiedad —como los hurtos o las rapiñas— en que el delincuente ve oportunidades para actuar, en el silencio de las paredes de un hogar la violencia contra una pareja no conoce barrios, clases sociales ni horarios.

Las denuncias por violencia doméstica no ceden y son una de las que tienen mayor homogeneidad geográfica, de ahí que en el mapa los barrios parezcan de colores más cercanos al naranja (a mitad de camino de los extremos).

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