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20 de abril 2025 - 5:00hs

Talleres Don Bosco está cerrado y hay que entrar por una puerta lateral sobre Joaquín Requena. Por la vereda desierta se levanta una carpa improvisada blindada de la llovizna por toldos y náilones, imagen típica de la ciudad pero prohibida en los papeles por el artículo 14 de una Ley de Faltas que lleva más de una década vigente.

En este centro educativo reside junto a otros cuatro hermanos de congregación el sacerdote salesiano Leonel Burone, quien asumió este año como asesor de un Ministerio de Desarrollo Social al que le compete atender realidades como las que, literalmente, le tocan la puerta.

Hombre de Juan Lacaze que mamó de la "dimensión de la clase obrera" y sintió un "llamado" desde el "testimonio de una comunidad salesiana metida en la sociedad y comprometida con la gente", este cura de 54 años decidió desde temprano consagrar su vida a "caminar junto a las comunidades populares".

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Fue director del Movimiento Tacurú, vivió alejado del modo de vida de su congregación para instalarse unos años en una casa en el barrio Casabó y apenas se había reinsertado en la presencia salesiana en Rivera con vistas a permanecer varios años cuando recibió el llamado del designado ministro Gonzalo Civila.

Hoy confiesa que va a llevar tiempo y recursos ensamblar el nuevo "modelo" procurado por el Mides, pero se esperanza con un "cambio de paradigma". "El Ministerio de Desarrollo Social no debería ser el ministerio de los pobres, sino el ministerio de la sociedad en desarrollo", sostiene.

Leonel Burone

En entrevista con El Observador, Burone lamenta que con el narcotráfico en los barrios hay "un espejismo" que promete a los jóvenes "ser lo que la sociedad les negó ser", pero que termina "con los gurises muertos en el medio de la calle" y aventura que "la perspectiva de Jesús conecta con aspiraciones que la izquierda latinoamericana hoy despliega".

Los salesianos viven en comunidad, pero usted se despegó para tener una experiencia propia en Casabó. ¿Cómo fue eso?
Estuve unos cuántos años en Tacurú y fue una experiencia que me movió los cimientos de la vocación. Fui madurando una transformación interior en el modo de estar, en el sentido de elegir estar desde el barrio. No tanto para el barrio, del servir y del dar, sino desde y con. La experiencia de Tacurú está muy matrizada por los jóvenes que luego pasan a ser educadores y a comprometerse desde el otro lado. Me llevó a tomar contacto con esta realidad que a veces creemos que las personas de los barrios, que rápidamente las categorizamos por sus vulnerabilidades, solo son objeto de beneficencia. Ahí experimento muy fuertemente cómo la comunidad se hace cargo de sus vecinas y sus vecinos, cómo acompañando desde la esperanza y la confianza en las posibilidades del pueblo, le devolvés esa oportunidad. Podés gestionar y acompañar desde un encuentro más horizontal, desde el sentir que juntas y juntos vamos con esto. Que el pobre no tiene que ser objeto de beneficencia sino sujeto de derecho y de promoción. Yo quería dar un paso de vivir una experiencia de inserción, más desamparado. En Tacurú tenés todo el entorno de la institución y yo era director, eso te coloca en un lugar muy valioso, pero sentía que quería hacer una experiencia de cruzar una frontera, de poder hacer una vida desde el día a día, sin heroísmo, de fraternidad y vida compartida con mis vecinas y vecinos. Me fui en principio por dos años, pero terminaron siendo como ocho.

Después se fue a Rivera. ¿Usted mismo pidió ir para ahí?
Entre Tacurú y Casabó estuve un año en Rivera en ese tiempo de discernimiento y de búsqueda. Y me encantó, me enamoré de la comunidad, de la cultura, del modo de vivir y de estar de la iglesia de los salesianos y las salesianas. Pero sentía que tenía que dar el paso. Conversé con los salesianos y le pedí a Daniel Sturla –que fue mi formador y lo conocía de hace muchos años– a ver si tenía alguna comunidad donde yo pudiera hacer esta experiencia. Me habló de Casabó, donde estaba el padre Jorge, un cura veterano ya con temas de salud. Le dije "quiero vivir en el barrio nomás, hacer la vida desde ahí". Y él me dice, "bueno, pero dame una mano también, hacé una experiencia donde también puedas colaborar". Así estuve como párroco, trabajaba también en el centro Providencia y vivía en una casita en la 12 –en Casabó conocemos las calles por los números–. Fue un tiempo de vida de seguir ahondando esa huella y deseo de compartir la vida con la gente.

¿Cómo fue el diálogo con el ministro Civila?
En el tiempo que estuve en Casabó mantuvimos algún encuentro y ciertas coincidencias en el modo de ver la realidad. Como tenía el contacto, lo felicité cuando lo designaron ministro, y a los pocos días me llamó para decir que quería que forme parte de su equipo, que le interesaba este modo de ver, y mi trayectoria, como para ponerla a jugar también en el proyecto que se venía. Lo que me entusiasmaba era: tenés la oportunidad de todo esto que soñaste toda tu vida, que buscaste con tus limitaciones, si eso lo puedo poner en algo de este nivel más macro, ¿por qué no? La contraparte venía con dejar Rivera y un proyecto con el que yo realmente estaba para poner toda la carne en el asador ahí. Había llegado (después de Casabó) para estar siete u ocho años por allá, lo que Dios y la vida me pidieran estar.

Leonel Burone

Un hermano salesiano suyo, Mateo Méndez, renunció al Instituto Técnico de Rehabilitación Juvenil denunciando "un círculo vicioso" que "tiene mucho de enfermo, de perverso y de corrupción". ¿Por qué entiende que desde este lado del mostrador se pueden hacer cambios?
Todavía estoy conociendo, no podría dar una respuesta tan drástica de lo que es. Llevo un mes recién, muy instalado todavía en la preparación. Pero lo que voy conociendo es gente diversa que realmente está comprometida, parada en la esperanza, en la ética y en la búsqueda de que se puedan generar –que no es fácil– procesos de transformación para que haya más justicia, más igualdad y que podamos instalar modelos que confíen y apuesten a las capacidades de la gente. Elijo creer. Trabajo día a día con gente que está hasta las 9 o 10 de la noche todos los días, que sale a la calle, que visitamos refugios. Veo con ojos de esperanza, sino ni loco largaba Rivera. No es fácil, para que las cosas salgan bien tienen que llevar tiempos, requieren recursos, la magia no existe.

Civila habla de "cambiar el paradigma" para pasar a la "implicación" y dejar la "intervención". ¿Están pensando en resignificar el lugar que tienen las organizaciones?
Esa es la apuesta, el modelo de gestión del ministerio que se busca instalar. Este paradigma en el que nos instalamos demasiado rápido del sujeto carente, de mirar a la persona cuando es beneficiario, usuario, destinatario, lo coloca en un lugar de objeto de beneficencia. Entonces, creer y confiar. Hay gente que está muy mal porque la sociedad está muy mal. Eso es innegable. Pero, ¿cómo poder conectar con las capacidades y las oportunidades de cada uno? Estarán más latentes o menos, demasiado sumergidas en el dolor, pero tenemos que buscarlo, porque dignifica y saca adelante. Es la participación, hacerte cargo de tu propia vida. Aún con la persona que está más lastimada, más rota, también en ella necesitamos conectar con su aspecto que no es de carencia. La situación de calle no es un problema de la gente que está en calle, es una enfermedad de la sociedad. Por supuesto que la trayectoria individual tiene todas estas connotaciones con la salud mental, la vida en la casa, la educación, pero es un problema de la sociedad toda que necesita salir y hacerse cargo.

¿Cómo se lleva con las acciones más inmediatas? Entramos por Joaquín Requena y hay una persona acampando junto a la fachada. Por Ley de Faltas eso no debería ser así.
Podría responder desde distintas aristas. Primero el vínculo. Acá hay algo que transforma y en nuestra experiencia salesiana tenemos presente que el encuentro es de una potencia liberadora. Acá son personas las que están, son mis hermanas y mis hermanos. Después el desafío de que acá hay algo más grande. ¿Qué soluciona de fondo la Ley de Faltas o un montón de medidas paliativas? Si no nos metemos y logramos conectar como comunidad para detectar que esto nos afecta a todos, con políticas que nos abarquen a todos y que no sea solo puntual, no creo que salgamos, porque va a ser todo paliativo. Capaz que suena medio utópico, pero todo lo demás es necesario para salir del paso hoy, y tenemos que apostar al mañana. Por eso los proyectos de desarrollo social en un ministerio que a veces está demasiado demandado solo por su costado de protección y de emergencias; apelar al desarrollo social, comunitario, la implicación. El Ministerio de Desarrollo Social no debería ser el ministerio de los pobres, sino el ministerio de la sociedad en desarrollo. Si hay heridas que sufren algunos, son heridas que sufrimos todos. Somos un cuerpo. Solo apelando a una construcción colectiva y a un cambio de paradigma podemos dar pasos significativos.

¿Ve margen para eso? En la gestión pública cambian los equipos elección a elección, o por las circunstancias.
Yo tengo esperanza. Hay cuestiones muy de fondo que tienen que ser políticas de Estado. Preocuparnos por la dignidad de la gente y por una sociedad más justa y más igualitaria tendría que trascender colores políticos.

Leonel Burone

Estuvo en contacto muchos años con los barrios y vio el avance del narco. ¿Hay combate posible con medidas por fuera de lo represivo?
Está toda la cara de la adicción y el sufrimiento de quienes entran en ese círculo. Pero tiene esta otra cara del narcotráfico. Cuando la sociedad no integra, el joven encuentra en esos ámbitos espacios para ser alguien. Hay un relato que tiene que ver con el poder, el dinero, el acceso a armas, un simbolismo de que para muchos jóvenes en esos lugares puedo ser lo que la sociedad me negó ser. Y me invisto de ese ropaje de persona importante, de alguien que pisa fuerte y que me tienen miedo. Y esto termina muchas veces con los gurises muertos en el medio de la calle. Es una ilusión, un espejismo. Pero van ahí porque la sociedad, todos nosotros, cerramos puertas para que puedan acceder al ser alguien. Podemos integrar cuando reconocemos que las personas tienen, son valiosas y en el encuentro afectivo y efectivo demostrar y compartirles que su vida vale. Pero si seguimos con mecanismos de exclusión, de fracción social, que por tu ropa, tu cara, es muy difícil.

¿Dónde encuentra a Dios?
Ahí. Estoy convencido de que está hablando desde abajo y desde adentro. A raíz de lo que fue el Concilio Vaticano II y todo el aterrizaje en Latinoamérica, que después se cristalizó en la Teología de la Liberación, logró desencadenar un movimiento social donde estamos convocados a descubrir a Dios en la base del pueblo. Después vienen tiempos en que nos alejamos de esto, aparecen más fuerte el consumo, modelos que nos van haciendo más individuales. En los tiempos nuevos, volver a conectar con una iglesia de base donde el pueblo es protagonista, iglesia de los pobres y para los pobres, a mí me conecta con ese Dios que está crucificado por los crucificados de hoy que padecen las injusticias. Un Dios que me habla con esperanza en el brote de vida que nace del árbol muerto. En las situaciones de mayor muerte siempre brota la vida. Y en este tiempo de Pascua celebrar que la vida siempre puede más y brota cuando apostamos por ello.

¿Es un hombre de izquierda?
¿Qué es "de izquierda"? Soy alguien que busca comprometerse con las causas sociales y la dignidad de las personas. Si eso es de izquierda, soy de izquierda.

Leonel Burone

¿Jesús hubiera sido de izquierda?
Probablemente la perspectiva de Jesús conecte con aspiraciones que la izquierda latinoamericana hoy despliega. O por lo menos nuestro modo de mirar a un Jesús que siempre nos trasciende tenga que ver con esas aspiraciones de una izquierda o de un modo de mirar con esperanza, con un compromiso social que busque dignidad, encuentro y fraternidad.

¿Quién es su referente?
Las comunidades que me han acompañado. Cada vez más me distancio de las referencias individuales porque a veces son injustas. Sin desconocer que hay personas que son fenómeno, pero siempre hay una comunidad detrás, un nosotros que sostiene las capacidades de cada uno.

Temas:

Leonel Burone Mides situación de calle

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