Si bien apenas representan un 2% de los árboles que están en las veredas de Montevideo, los jacarandás son de los más característicos de la ciudad
Árbol jacarandá en la Avenida Buschental del Prado
Foto: Germán Fernández Durante En las últimas semanas, la paleta de colores de Montevideo, y la de las redes sociales de quienes viven en la ciudad, se enriqueció con el violeta anual de los jacarandás.
Algunas de las calles más reconocidas por estos árboles, que seguirán florecidos durante diciembre, son la Avenida Buschental en el Prado, donde vivía el fallecido expresidente Tabaré Vázquez, y Edil Hugo Prato en Parque Rodó.
A esta última, cuando todavía era un tramo de Durazno, Jaime Roos le dedicó una de las estrofas de Durazno y Convención, la que dice "La calle Durazno/Muere sin saberlo/Cuando se ilumina/Toda de lila/En pleno diciembre/A la hora más lenta/La siesta obligada/Del jacarandá".
En las veredas de Montevideo hay entre 4.000 y 4.500 jacarandás, sin contar los que están en parques, señala el director de Arbolado de la Intendencia de Montevideo, Alfonso Arcos, en diálogo con El Observador. Se trata de alrededor de un 2% de los 211.000 árboles que hay en las veredas de la ciudad, donde predominan el paraíso, el fresno, el plátano y la tipa.
Arcos acota que la madera de este árbol es utilizada para la luthería. "Guitarras sobre todo y hay un piano o quizás es un clavicordio (alguno de los antecesores del piano) en el Cabildo que tiene madera de jacarandá", señala.
Si bien es un árbol sudamericano (su distribución natural abarca el norte de Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay) no nace espontáneamente en Uruguay. ¿Quién lo trajo y desde cuánto está acá entonces? La historia no es clara. Eduardo Marchesi, botánico referencia del país, que recibió el honoris causa de la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República en 2022, tiene una estimación.
Marchesi señala que cerca del 1900 en Buenos Aires se empezó a cultivar el jacarandá gracias a Carlos Thays (1849-1934). El paisajista francés fue el creador del Jardín Botánico de esa ciudad y asesoró a su colega y compatriota Charles Racine para crear el Jardín Botánico de Montevideo en 1902 (donde actualmente hay jacarandás).
Thays además fue contratado por el gobierno que presidía por entonces José Batlle y Ordóñez y entre 1905 y 1912 proyectó y realizó la Plaza Independencia, la Plaza Libertad y el parque hoy conocido como Parque Batlle, según un artículo de la arquitecta Margarita Montañez.
El botánico Marchesi ubica en esos primeros años del siglo XX la llegada del jacarandá a Montevideo. Señala que atrás del edificio del Jardín Botánico "hay un jacarandá viejo". "Supongo que fue el primero en Montevideo", sostiene en conversación con El Observador. Cita el libro clásico de Mariano Berro La agricultura colonial que dice que "no se tienen datos acerca del año en que fue introducido este hermoso árbol", pero que para 1913 "existían en los paseos y calles de Montevideo 213 ejemplares".
Hoy en día se siguen plantando jacarandás en Montevideo, dice el director de Arbolado de la Intendencia. En cuadras donde se han sacado estos árboles se han repuesto después. Además, se han plantado en otros lugares. "Hay un menú de 15 especies que son las que se plantan en la ciudad y el jacarandá está entre ellas", dice Arcos, un ingeniero agrónomo que hizo casi toda su carrera en el sector de Arbolado de la comuna y que lo dirige desde 2016.
De todas formas, el proceso para plantarlo en las veredas lleva tiempo. "Es un árbol que en nuestra zona es un poco lento porque es muy sensible a las heladas", dice Arcos. Para que tenga el tamaño necesario para sacarlo de un invernadero y llevarlo a la calle, donde se enfrentará a posibles peligros, puede llevarle más de cinco años. Y para que sea un árbol adulto le pueden llevar unos ocho o diez años más, aunque entre los tres y cuatro años ya puede florecer.
En su libro Árboles de Montevideo. Un paseo ilustrado a través de la flora urbana, la técnica en jardinería y divulgadora de botánica Eloísa Figueredo dedicó unas páginas al jacarandá.
En el libro afirma que los jacarandás no son árboles particularmente altos y que los más grandes apenas pasan los 15 metros. Dice que la especie pertenece a la familia de las bignoniáceas como "los lapachos rosado y amarillo, y como la catalpa" y que como los lapachos florece antes de que broten las hojas. Comenta también que han sido plantados en lugares tan lejanos como Sudáfrica o Australia.
Explica que las hojas miden unos 30 centímetros de largo y que "están compuestas por pequeñas hojuelas (foliolulos) que le dan al follaje una textura fina marcada por las curvas que dibujan los raquis".
"Los frutos son cápsulas circulares, aplanadas y de bordes ondulados. Con la maduración, adquieren consistencia leñosa y se abren como castañuelas para liberar las semillas que el viento disemina gracias a una fina membrana translúcida que las rodea y les sirve para volar", continúa el libro de Figueredo.
Indica que a fines de verano y principios de otoño, el árbol suele tener una segunda floración, más reducida, en la que conviven flores y follaje. Luego, durante los meses fríos, el follaje del árbol se pone de color amarillento y en el final del invierno cae totalmente.
