La nueva Buenos Aires tiene vista al océano Atlántico. Desde la península de Punta del Este hasta el faro de José Ignacio, siguiendo el trazado de la costa, se han afincado en la última década más de 2.000 argentinos. Los datos del último censo muestran cómo los márgenes del arroyo Maldonado dejaron de ser una zona de simple veraneo y se convirtieron en el hogar de los recién llegados.
El último conteo de población reveló que 64.618 habitantes de Uruguay que habían nacido en el extranjero llegaron al país entre 2012 y 2023. La mayoría (26,8%) son venezolanos, aunque los argentinos se ubicaron en el segundo lugar del podio (13.893).
Y de esos argentinos “recién llegados”, poco menos de un tercio se radicó en el departamento de Maldonado. El siguiente mapa interactivo con las localidades de la zona muestra cómo la concentración de estos inmigrantes se da en los balnearios donde comienza el Atlántico y queda atrás el Río de la Plata. Pero en las ciudades menos costeras, incluyendo la capital departamental, los argentinos no son siquiera el principal grupo inmigratorio reciente (en la ciudad de Maldonado son los cubanos).
Tras el cese de la emergencia sanitaria del covid-19, El Observador había contado cómo el “boom” de extranjeros había convertido a Punta del Este en una “ciudad de todo el año”. Los datos del censo confirman lo observado entonces, aunque con un matiz relevante: el “boom” no fue tal.
Sucede que desde covid-19 se solicitaron cada año, en promedio, unas 7.000 nuevas residencias de argentinos en Uruguay. Pero el censo (la imagen quieta y no en movimiento) evidencia que los efectivamente radicados son muchos menos. ¿Por qué? “Hay quienes tienen doble residencia y no viven todo el año en Uruguay, o bien puede que algunos hayan vivido un tiempo y se volvieron”, explica el demógrafo Martín Koolhaas.
Un reciente estudio de la socióloga Verónica Filardo —publicado en la revista de su disciplina— da algunas pistas al respecto. Los argentinos llegaron “en masa” en un contexto de confinamiento y crisis política en su país. En su mayoría eran familias de padres profesionales cercanos a los 40 años, y jubilados de niveles socioeconómicos altos. Buscaban calidad de vida y estabilidad.
Eso los diferencia de los inmigrantes clásicos. La teoría dice que la humanidad tiene a cambiar de país entre los 20 y 30 años, y que la propensión a emigrar cae con la edad. No así este fenómeno de los argentinos en Uruguay.
Un país de inmigrantes… pero no tantos
Cuando se camina por las calles de la Ciudad Vieja de Montevideo donde están las pensiones, o cuando se pide comida por delivery, cuando se toma un Uber o se contrata a un servicio de acompañantes puede pensarse que Uruguay volvió a ser un país de inmigrantes.
En parte es así. Si se comparan los períodos intercensales, en la última década hubo un auge de llegada de extranjeros. Pero, a la vez, “los números son moderados”, insiste el demógrafo Koolhaas. “No estamos ante un boom de inmigración, mucho menos si se compara a los niveles observados en países que sí están siendo parte de las grandes rutas migratorias”.
El censo sí confirma que hubo cierto cambio en los orígenes de los recién llegado. Como se muestra en el siguiente mapa, Venezuela y Cuba figuran entre las nacionalidades que más habitantes nuevos le han aportado al Uruguay en la última década.
Poco a poco van cambiando esas estrofas de Tabaré Cardozo: “Vengo de un sitio perdido en el sur, entre gallegos y tanos”. Porque los españoles e italianos recién llegados se parecen poco a aquellos que bajaron de los barcos hace un siglo, sino que son, sobre todo, hijos de uruguayos retornados.
Montevideo, la capital de Uruguay a la que Cardozo le dedicó esos versos, recibió en los últimos años más caribeños que nacidos en los países fronterizos. Y la distribución territorial da cuenta de algunas curiosidades.
En el Municipio B, donde se concentran los servicios, la mayoría de refugios del Mides, pensiones y oficinas, uno de cada diez habitantes nació en el extranjero. Más de siete de cada diez (72%) se vino a vivir en la última década. Es decir, barrios como Ciudad Vieja, Cordón, Barrios Sur, Palermo, Cordón, Centro y Parque Rodó dieron cobijo a más de 11.000 inmigrantes recientes.
El Municipio A, donde otrora se habían afincado los inmigrantes que trabajaban en las industrias y frigoríficos del Cerro, ahora casi no cuenta con forasteros. Solo llegaron unos 2.000 nuevos inmigrantes, la cuarta parte de ellos de nacionalidad venezolana.
Solo hay dos municipios en que los venezolanos no son la primera nacionalidad que aporta más habitantes nuevos: en el Municipio D y Municipio F los cubanos pasaron a la cabeza. Son justo las zonas con más necesidades básicas insatisfechas de la capital y con más asentamientos nuevos.
¿Cuáles son las características de estos inmigrantes? Los pocos datos que el Instituto Nacional de Estadística liberó hasta el momento no permiten demasiadas conclusiones. Y a esto se le suma un problema: uno de cada diez habitantes no fue censado, y en las zonas más pobres de Montevideo no lo fueron dos de cada diez.
Como hipótesis, dice Koolhaas, es razonable sostener que muchos cubanos vieron en Uruguay el país de puertas abiertas que les permitía la salida de la isla, pero no necesariamente era el destino final (sino que muchos se van). Pero justo en la población cubana es probable que “la alta omisión del censo” complique el análisis de este grupo específico.