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Se casó en la cárcel, se escapó por el túnel de Punta Carretas y leyó más de 220 libros al año: la historia de Julio Faravelli

Julio Faravelli fue uno de los últimos 47 presos políticos que recuperaron la libertad el 14 de marzo de 1985, a días de que se haya aprobado la ley de amnistía. A 40 años de la liberación, cuenta su historia

19 de marzo 2025 - 5:00hs

Julio Faravelli pedía que le mandaran lana. Estuvo 13 años rodeado de madejas y tejió para todo aquel que le pedía: mantas, pullovers, lo que fuera. Y también se dedicó a leer. Primero los clásicos; después hasta los manuales de cocina. Más de 220 libros al año, pudieron ser más de 2.000 en más de una década. Fue así que usó su tiempo en la cárcel larga, la segunda caída en 1972.

La cárcel larga llegó 10 meses después de El abuso, cuando 111 presos que se escaparon del penal de Punta Carretas a través de un túnel que construyeron en 20 días, sacando tierra con bandejas que familiares entraban con comida sin siquiera sospechar para qué se usarían.

Embed - Julio Faravelli: "Fue absolutamente distinto caer preso con la justicia civil que con los militares"

La incertidumbre del 14 de marzo de 1985 fue, para Julio Faravelli, uno de los sentimientos que le quedó grabado hasta hoy. No sabía qué pasaría realmente. La salida a la libertad después de más de 13 años preso se convirtió en un hecho cuando escuchó, desde el cuarto piso de la Jefatura de Montevideo a ese coro de voces que gritaba desde la calle, la multitud que había llegado hasta la calle San José para acompañar la salida de los últimos liberados después de terminada la dictadura.

Estuviste más de 13 años preso, ¿cómo era tu vida antes?

Fui estudiante de Derecho, hice hasta segundo. Mi padre murió muy joven, a los 56, y era de los recursos de la familia, hacía cobranzas, o sea que trabajaba y estudiaba. Fui militante desde muy joven, a los 15 años era presidente del (gremio del) liceo. Y a los 18 militaba con Enrique Erro, fundador de la Unión Popular. Y ahí conocí enormes cantidades de movimientos: movimiento de defensa del petróleo, movimiento por el tratado de límites del río Uruguay. Uruguay fue cambiando en ese periodo. Había un descrédito de la vida política y de los partidos políticos. Surge el Movimiento de Liberación Nacional y yo me integro. Iba a tono con lo que pasaba en toda América, porque en Cuba en 1962 había ganado la Revolución con Fidel, y obvio que pasó a ser como un ejemplo para toda América Latina.

¿Qué era lo que pensabas en aquel momento?

Había múltiples hechos de la vida política en el Parlamento, en los ministerios… de corrupción salvaje. Veía injusticias. Por un lado, gente con una potencia económica exorbitante; y una enorme mayoría, con penurias económica. El que no fuera indiferente... por lo menos ese fue mi caso, yo era obviamente de capa media, no se puede decir que yo tuviera problemas económicos. La intención era participar en la sociedad desde un ángulo transformador. Eso fue realmente lo que me motivó a mí.

¿Cuál era tu rol dentro de la organización, una vez que estás adentro del MLN?

En aquel momento, los que entraban, entraban como colaboradores o, si no, en grupos en formación. Yo entré como todo el mundo en un grupo en formación, pasé a un grupo de acción y después fui responsable de un grupo de acción, después fui subcomando militar y después fui comando militar. Recorrí prácticamente todo el espectro de responsabilidades.

¿Eras consciente de las consecuencias que podía traer eso?

No me voy a hacer el santo pensar que era un inconsciente que no lo veía en las probabilidades, ¿verdad? Es decir, uno que asume determinadas responsabilidades y que no entraban dentro de las leyes, no era descartable que yo cayera. No era un inconsciente que calculaba, incluso que te podía ir la vida. Las alternativas eran el triunfo, la prisión o la muerte.

La primera vez que caíste preso, ¿por qué te detuvieron?

Estuve un buen tiempo como militante legal. En determinado momento pasé a la clandestinidad. Fue cuando se secuestró al embajador inglés (Geoffrey Jackson). Entonces, iban a buscar a varios, y fueron a mi casa a buscarme. Pasé a a vivir con otro apellido, documentos falsos, y en otro lugar. Estuve un buen tiempo clandestino, y hasta que un día venían unos compañeros del interior a conocernos, y obviamente les decía lugares que eran de mayor discreción. Terminé diciéndole Bulevar y Rivera. Y justo había un barcito enfrente que había alguien que trabajaba en inteligencia policial que había sido compañero del liceo, así que ese me reconoció y bueno, vinieron ya. Fue la primera vez que caí preso. Al otro día ya estaba en la cárcel de Punta Carretas, que era hasta el momento la cárcel que se usaba para los presos políticos había como 140 presos.

Y te casaste adentro del penal...

Adentro del penal. Vino una jueza y un cura, de la iglesia de la esquina. Obviamente que cuando terminó la ceremonia no me fui con ella, me fui con un compañero a la celda.

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Imagen de tapa del diario El País, al día siguiente de la fuga de Punta Carretas, el 7 de setiembre de 1971.

Imagen de tapa del diario El País, al día siguiente de la fuga de Punta Carretas, el 7 de setiembre de 1971.

Y de ahí te fuiste por el túnel. ¿Cómo se gestó la fuga de Punta Carretas?

La autoridad de la época empezó a hablar de llevar a los presos a la Isla de Flores. Para los que estábamos allí ir a la Isla de Flores era como un adiós, la muerte... Entonces se valoró hacer una fuga. Increíblemente la única forma de hacer una fuga rápida era salir desde adentro y fue sin ninguna complicidad con autoridades de custodia de la cárcel. Para eso tuvimos que esperar que hicieran la requisa, que nos quedaron unos cuantos días para poder trabajar las paredes, poder llegar a la juntura y poder sacar un bloque para que pasara un cuerpo, y después en el túnel hicimos carritos y con los carritos traíamos la tierra que la apisonábamos de noche debajo de la cama con la frazada hasta el suelo que no se viera la tierra y eso se hizo en 20 días. Quiere decir que, de afuera, los compañeros todo lo que tuvieron que hacer fue tomar las casas de enfrente al penal. Es decir, el penal, el patio, el muro. Nosotros pasamos por el túnel por debajo de la calle, seguía el túnel hasta lograr hacer un túnel hacia la primera casa de enfrente. Ese pedacito de túnel que había que hacer de la casa para tomar, encontrarse con el túnel que venía de la cárcel, costó cinco horas. Nosotros estábamos desde las 10 de la noche pronto para empezar a pasar y estuvimos regalados cinco horas… a las tres de la mañana recién el túnel de la de la casa pudo encontrarse con el otro que venía. Así que fue muchas horas y se atrasó, que tuvo sus consecuencias, porque nosotros nos íbamos a ir en dos camiones, 50 cada uno. Y esos camiones iban a ir hasta determinado lugar, por ejemplo, el mío iba hasta la aduana de Oribe, y ahí iba a haber 10 coches que nos llevaba cada uno, a un escondite. Un camión, que fue el mío, el que yo iba justamente, llegamos y no estaban los coches porque había pasado cinco horas, se fueron. Así que el que manejaba el camión tuvo que improvisar y llevarnos a una casa que tenía pasando el parque Roosevelt.

Esa noche nos llevó a la casa de él, así que como a las tres y pico de la mañana nos bajamos 50 haciendo ruido en un balneario, vinieron ahí cerca del parque Roosevelt el otro día a buscarnos. Se daba el absurdo de que los cuerpos represivos estaban cortando el puente de Carrasco, vigilando la salida de Montevideo, y nosotros entrábamos.

O sea que participaste activamente de la creación del túnel.

Más bien lo que me tocó en la celda: apisonar. Se buscó un equipo de gente que estuviera un poco más ducha, acostumbrada. Yo estaba más acostumbrado a los libros de la facultad de Derecho, no era cañero ni trabajador de la tierra, pero sí apisoné de la tierra que tuviera.

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Recorte del diario El País, el 7 de setiembre de 1971, un día después de la fuga de Punta Carretas.

Recorte del diario El País, el 7 de setiembre de 1971, un día después de la fuga de Punta Carretas.

Y aportaste bandejas.

Aporté las bandejas con las que se hacían los carritos y alguna otra cosa. Venían de un familiar que mandaba comida. Yo las guardaba, no las devolvía, e hicimos los carritos con eso. Cuando repaso, me sorprendo de algunas cosas ingeniosas. Eso se logró en 20 días, un túnel, ya te digo, pasaba un pedazo del patio del penal, debajo de la calle y llegaba hasta debajo de esa casa. Después estaba tomada esa casa para que saliéramos y tomada la de los fondos, o sea, la calle siguiente paralela porque no íbamos a salir en un camión frente a los muros del penal, los vigilantes arriba de los muros con sus fusiles, ¿verdad? Salimos por la otra calle de atrás.

¿Cómo fueron esos minutos, ese tiempo que te llevó a cruzar el túnel?

Llegaba un momento que en el túnel se hacía muy difícil. El túnel era barro. Yo siempre fui medio grueso, apenas pasaba en el túnel. Necesitábamos una ayuda en el último tramo. Ahí no nos podíamos deslizar, era subir por una parte angosta. Gracias que pasaba un cuerpo. Era un túnel absolutamente rudimentario, que en un momento se cruzó con un túnel histórico de anarquistas que los anarquistas habían hecho como 30 años antes. Un pedazo de túnel de ellos sirvió para oxigenar, porque la verdad en los primeros tiempos tuvimos que ver cómo se daba aire porque los compañeros que bajaban realmente que no podían aguantar sin aire. Entonces, bueno, ese túnel de los anarquistas nos ayudó de alguna manera.

¿Qué se te pasaba por la cabeza?

La verdad que ni me acuerdo. Creo que nada más que salir, tratar de ver, porque pasaba muy justo el túnel, enseguida a la casa de los fondos y enseguida al camión, así que no había ni mucho tiempo para pensar. Quedamos, lo que llamábamos, enterrados, en distintos escondites, hasta salir a funcionar, o sea, tener otra vez documentos falsos y salir. Y yo prácticamente a la semana ya estaba en la calle. Después de la fuga, yo estuve libre unos 10 meses, vuelvo a caer en julio, el 2 de julio del año 72. Se da el cambio y ya vamos a cuartel y cosas por el estilo.

20250218 Entrevista Julio Faravelli, ex preso politico. Ciclo presos politicos a 40 años de su liberación.

La segunda vez que caíste, ¿qué pasó?

La segunda vez ya fue absolutamente distinto. Primero, había habido un cambio. A partir de la fuga, entró el Ejército en el combate a la sedición. Hasta ese momento era la policía la que se encargaba. A partir de la fuga, empezó el Ejército y después los juzgados militares. Con un juzgado militar, era un militar el que te estaba juzgando, si hubieras sido un santo que no hubieras hecho nada, el resultado ya se sabía. Cambiaba el respeto por los derechos humanos, fuimos prácticamente todos torturados. Mucha gente murió en la tortura. Lo normal: picana, submarinos, plantones.

¿Qué eran los plantones?

Fijarte de parado, parado, parado. En un plantón vos tenías que aguantarte parado. De golpe más de un día. Y si te caías te levantaban. Y esa era la suave, se puede decir. A los más livianos se los plantó. La tortura era científicamente aplicada, enseñada por cuerpos militares que ya lo han aplicado en el mundo hacía muchísimo tiempo. De ahí que los delitos que se imputaron a la gente muchas veces eran absolutamente falsos.

¿Qué delitos te imputaron esa segunda vez?

Me imputaron todo el código completo. Es cierto que yo era responsable de la columna. Es decir, tenía contactos con mucha gente. Me tiraron cosas para las que no existía ninguna prueba. No digo que en todos los casos haya sido así, porque yo estoy hablando del mío. Yo caí en Artillería 1, en el Cerro, ahí estaban los famosos (José Nino) Gavazzo y (Jorge) Silveira. Abajo torturaban, donde daban las sesiones, arriba había cinco, seis calabozos, donde estábamos ahí los tipos más relacionados. Cuando agarraban a uno, trataban de vincularlo, o ver si conocías o cosas por el estilo, y eso duró un buen tiempo. Realmente era un deterioro de la persona y de la psique, lo que nosotros llamábamos la máquina, la tortura. Mucha gente murió en la tortura, otros enloquecieron. La dirección estaba en el Batallón Florida, ahí a algunos no los torturaron.

Nunca nos puede venir nadie que hemos colaborado en lo más mínimo con el golpe de Estado, ni con los dictadores ni con los militares a cambio de nada, ni de que no nos torturaran, no fue nuestra opción.

Hubo ocho años que estuviste completamente solo. ¿Qué te quedó de ese tiempo?

A partir de los primeros meses del año 72, la organización empezó a tener un declive. Las fuerzas represivas empezaron a tener éxito, encontraron muchos locales, mucha gente presa y se puede decir que había miles de presos. No te diré que fui de los últimos que cayeron presos, pero de MLN después cayó presa gente en el 73, pero muy poquita. Quiere decir que ya después quedamos presos.

Me dejaron ver la la ficha, y obvio era todo lo peor, grado de exclusión máxima, grado de peligrosidad máximo, grado de aislamiento máximo. En el segundo piso estábamos los que se consideraban pesados. Yo siempre estuve en el segundo piso. En el segundo piso era encierro total. Recuerdo que leía cuatro libros por semana, más o menos. Teníamos biblioteca de los presos que nos llevaban los familiares. Al mes leía unos 16 o 20 libros, al año, unos 220 libros, y en 13 años iba a haber leído más de 2.000 libros. Por supuesto, los clásicos, pero al final leía libros de cocina, de lo que viniera. Y hacía artesanías. Tenía mi hijo chico, que cuando caí tenía seis meses, Juan, que ahora tiene 53, y le vivía haciendo cosas. A lo que le dediqué más fue al telar. Yo pedía la lana y los 13 años estuve tapado de lana, todo el mundo me mandaba lana, y yo hacía para todos, por supuesto, gratuitamente. Tejí para todo el mundo. Hice un futbolito, todo de madera, Creo que hasta hoy me decís recitar Martín Fierro y te lo recito, o La Ilíada.

Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Orco...

Si tenía 24 horas para todo, viste, si quería estudiar y aprender de memoria, aprendía de memoria.

Una vez al mes teníamos visita cuerpo a cuerpo. Y te podés imaginar que ese era el gran día, ¿no? El día que podía estar un rato con el hijo, media hora en el jardín. De las cosas lindas de la cárcel: la visita del niño. La visita con los familiares era a través de teléfono, detrás de un vidrio y por un teléfono, y cuando terminaba la visita, había un agujero, en la despedida, que nos podíamos dar un beso. Que ahí íbamos y nos dábamos un beso de despedida. La compensación, las cosas que esperábamos.

20250218 Entrevista Julio Faravelli, ex preso politico. Ciclo presos politicos a 40 años de su liberación.

En noviembre de 1984 son las elecciones, bueno, gana Sanguinetti y es el fin de la dictadura. ¿Cómo viviste esos momentos en que empezaste a notar que la libertad podía estar cerca?

Era esperada, pero tampoco estaba seguro. Así que trataba de poner una contención en caso de que no caminara. El miércoles 13, nos trajeron de la Cárcel de Libertad a Jefatura. Primero no sabíamos ni a dónde íbamos. Cuando quisimos acordar, éramos unos pocos que estábamos en el cuarto piso. Cuando recuerdo no puedo dejar de emocionarme. Se ve que se supo que estábamos allí los presos y enseguida se sintió una multitud, rodearon Jefatura y se sentían los coros. Desde el cuarto piso sentía los gritos de la gente. El primero que salió increíblemente ese día fue Raúl Sendic, nuestro líder, la persona más respetable, el líder de la MLN, lo vino a buscar Hugo Batalla, que era senador, era el abogado, y se lo llevó a él. El resto de los compañeros que salían ese día se los llevaba a Conventuales, que queda una cuadra de ahí, para una conferencia de prensa.

Debo decirte que me entré a poner nervioso porque me llevaron en el último viaje de Jefatura a Conventuales, prácticamente quedábamos siete.

Yo incluso volví a mi fuerza de origen, que era la Unión Popular, el grupo de Erro, que había hecho con el Partido Socialista y a la semana me nombraron en la Mesa Política del Frente, con Seregni y Crottogini, y mi amigo íntimo del general Licandro.

Si tuvieras la posibilidad de volver al pasado, ¿harías algo distinto?

Sigo teniendo el partido por la justicia, no quiere decir la igualdad mecánica, que vos tenés que ser igual a aquella, no, cada cual tiene su personalidad, cada cual tiene su gusto, su destino en la vida, su elección… Pero sí en las posibilidades.

¿Volverías a pasar lo mismo por tus ideas?

Son cosas tan malas que uno no puede elegir. Es decir, si sé que hay que asumir un compromiso, no lo hagas por dinero, no lo hagas por medallas, hacelo con convencimiento.

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