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15 de enero 2024 - 19:01hs

El primer día llovió. La inauguración del Teatro de Verano estaba prevista para el 8 de enero, pero aquellos primeros días de 1944 hubo en Montevideo temporales que pasaron a la historia y dejaron estragos a su paso y la apertura de un teatro costero se vio afectada.

Etapa suspendida. 

Se resolvió postergar la inauguración una semana. La apertura del anfiteatro sobre la costa de Montevideo finalmente fue el 15 de enero de 1944 con un número que la historiadora Milita Alfaro describe como “un espectáculo de campanillas total". El Original Ballet Russe, una compañía de prestigio internacional bajo la dirección de Wassily de Basil, que era heredera de los ballets rusos de principios de siglo, llegó a Montevideo especialmente para la ocasión.

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“En el 44 Europa estaba en guerra y las posibilidades que tenían de actuar eran mínimas. Entonces se vienen a América, y de repente tuvieron que bajar un poco sus pretensiones de cachet, y eso fue lo que permitió que no solamente estuviera en la inauguración del teatro sino que se quedara en Montevideo como dos meses ofreciendo funciones”, comenta Alfaro, quien durante dos años se sumergió en una investigación sobre la historia del Teatro de Verano, junto a Carina Acosta y Belén Pafundi, para lo que será un libro que se publicará en los próximos meses.

La construcción de un Teatro de Verano en la zona da del Parque Rodó se había debatido durante años, tanto la oposición como el oficialismo de la ciudad habían discutido la posibilidad y de la necesidad de que Montevideo contara con un teatro de verano.

“Hay un periodo a partir del siglo XVIII que se ponen los teatros a la italiana, que es modelo sirve para la construcción del Teatro Solís y tantísimos otros: esa cosa de encerrar el teatro dentro de un recinto con su escenario, su platea y sus palcos. En el siglo XX se da una suerte de redescubrimiento de los anfiteatros griegos al aire libre, muchos de ellos situados en las costas cerca del mar. Se dio de alguna manera el reclamo de la sociedad y también la intención de las autoridades de que Montevideo tuviera este escenario”, explicó la investigadora. 

Difusión / CDF

Para ese entonces los montevideanos tenían cierta tradición de espectáculos teatrales al aire libre. Sobre todo en carnaval los tablados barriales eran pensados como algo efímero que funcionaba solo durante la fiesta, pero también había un antecedente en el teatro de verano del Parque Rivera. “Tenía que haber un teatro que fuera más accesible masivamente al público, y el Parque Rodó parecía ese lugar ideal, además esa zona de las canteras resultaba desde el punto de vista del paisaje muy atractiva”, señala Alfaro.

Finalmente el gobierno municipal, encabezado por Juan Pedro Fabini, encargó la construcción del teatro: una gran tarima al aire libre con bancos de madera que eran colocados por los funcionarios municipales para cada función para ubicar a los miles de espectadores. Un teatro muy diferente al que vemos hoy.

Difusión / CDF

Estuvo 20 años sin techo al escenario y con intervenciones naturales, arbustos y pequeños árboles que oficiaban de patas de escenarios en donde atrás eran las bambalinas de los artistas. Un escenario de madera que tenía algún depósito o algún casi camarina abajo del escenario y bancos de madera”, explica el director del Teatro de Verano, Cristian Calace.

Es que el techo característico del Teatro de Verano se instalaría recién en 1962, cuando se decidió trasladar el un cono acústico diseñado por el arquitecto Julio Giacosa que se había instalado en la Exposición Nacional de la Producción, que funcionaba donde luego fue el Cilindro Municipal.

“El arquitecto que lo había constituido no estaba para nada de acuerdo porque decía que no había sido pensado para eso. El hombre se oponía a que recibiera un destino que no era el que el había proyectado”, señala Alfaro. Una solución provisoria, que de tan provisoria duró hasta mediados de los 2000, cuando se construyó la icónica cúpula en cerámica armada que rescata la técnica del ingeniero Eladio Dieste.

“En los 60 cuando se implanta la bóveda cambia la disposición, se instalan bancos, se hacen algunos terraplenes para tener alguna pendiente y se instalan bancos de madera después fueron de hormigón. Y tiene esta estructura. La arquitectura, las líneas, ya se definen a partir de ahí. Esta reforma de lo que tenemos hoy en el teatro fue ideada por el arquitecto Carlos Pascual, que participó en la reforma del Solís, que participó en la reforma de Mercado Agrícola, en la Casa de Andalucía y de un montón de teatros del interior también. Se le metió mucho cariño y mucho pienso a este lugar, se dejó un proyecto maestro y en ese es el que estamos trabajando. Esta reforma de platea que se hizo es parte de ese proyecto y la que se va a hacer también. Es bajo esos lineamientos”. 

Difusión / CDF

En octubre el Teatro de Verano inauguró con el Adagio a Zitarrosa de la Orquesta Filarmónica de Montevideo una nueva reforma, que implementó cambios principalmente en la platea baja y amplió el aforo del teatro.

“Uno tiene la sensación de que es un teatro que está en reconstrucción permanente porque todo el tiempo se reinventa. Está constantemente acompañando cambios de época y nuevas demandas. Un anfiteatro de una versatilidad en su oferta, porque por lo general lo vinculan al carnaval y el Teatro de Verano es muchísimo más que carnaval. Es un teatro que está muy vivo, y también, a nivel constructivo, actualizándose permanentemente”, dice Alfaro.

Carnaval, ballet y música popular: un escenario fuera de época

Esta característica ecléctica de la programación del Teatro de Verano llega hasta sus inicios. La organización de las temporadas estaba en la década del 40 en manos de la Intendencia de Montevideo pero también del Sodre, en una gestión que no estuvo exenta de rispideces.

Según explicó Alfaro, el Sodre lo imaginaba fundamentalmente como un escenario para conciertos de orquestas, funciones de ballet y espectáculos que formaban parte de la política cultural característica de la época. Una política que marcaba una división clara entre lo que era entendido como "alta cultura" en contraposición a la "cultura popular".

La Intendencia, en cambio, siempre tuvo la idea de que ese teatro fuera el escenario del concurso de Carnaval, que a mediados de los 40 se desarrollaba básicamente desde mediados de febrero hasta marzo, ajustado al calendario tradicional.

La programación del teatro empezaba a funcionar en diciembre y ofrecía durante todo enero con una programación variada. "Siempre fue muy versátil. Hoy es más común ver esta mezcla de programaciones que tienen lo popular, pero en esa época no era tan así. Estaban más delimitadas las fronteras de lo que era la alta cultura de lo que era lo popular. Y en el Teatro de Verano encontrabas las dos cosas", señala la investigadora.

Una programación variada que mezclaba estilos y géneros con orquestas típicas de tango,  En la que, principalmente durante la década de 1960, Ramón Collazo llegaba en enero al Teatro de Verano con sus Atenienses –una recreación de lo que había sido la Troupe Ateniense en los años 20– y se instalaban el teatro con una enorme convocatoria.

“Collazo quedó muy asociado al Teatro de Verano. Así es que en el 86 se resolvió bautizarlo con su nombre", señaló la historiadora. 

El templo de Momo, el templo del rock

El Teatro de Verano está vinculado al Carnaval desde sus inicios. “La ronda de ganadores del Carnaval del 45 ya se hizo acá. Los concursos de carnaval de esa época no eran 32 funciones como es ahora”, señala Calace.

Hasta ese momento los concursos, explica Alfaro, se hacían en el Teatro Solís o en otros teatros incluso más chicos. "Acá es fenomenal porque eran cuatro mil localidades y muchas noches se agotaban, entonces era muy conveniente desde el punto de vista de las financiación del Carnaval". Un dato no menor es que por aquella época el concurso y los premios eran financiados enteramente por el gobierno municipal.

“Era un momento en el que el Carnaval en otros ámbitos era un poco una mala palabra”, señala la historiadora y explica que durante el primer año no se desarrolló allí el concurso: “Cuando ese primer año la Intendencia pretendió llevar el concurso al Teatro de Verano fue un escándalo. ¿Cómo iban a desalojar al Original Ballet Russe para traer murgas? Parecía una afrenta terrible. En el 44 no se hizo, pero ya en el 45 el concurso se instaló en el teatro”.

Desde entonces el Teatro de Verano está íntimamente asociado a la historia del Carnaval uruguayo. Fue testigo de parodias históricas y despedidas de murgas que pasaron a formar parte del cancionero uruguayo. Por su escenario pasaron figuras fundacionales y revolucionarias de la fiesta de Dios Momo.

A partir de 1974 el Concurso Oficial de Carnaval pasó a instalarse definitivamente en el Teatro de Verano.

“El carnaval lo organizaba la Comisión Municipal de fiestas hasta la dictadura, en el 73 el intendente [Oscar Víctor] Rachetti toma la decisión de que la comisión no funcionara como tal y le cede a Daecpu el Teatro de Verano pensando que iba a fracasar. Realmente lograron un formato muy exitoso, que todavía existe hasta el día de hoy. Si bien entrada la democracia la Intendencia empieza a coorganizar el carnaval junto con Daecpu ese vínculo estrecho comenzó desde inicios de este escenario”, explica Calace.

Difusión / Mauro Cardozo

Pero lo que para algunos es el Templo de Momo, para otros también es el Templo del Rock. Fundamentalmente después de la salida de la dictadura, a partir del 85, el rock nacional encontró en el Teatro de Verano un campo fértil para exponer la explosión de un género que tenía mucho para decir.

“A partir de los 90 el Teatro de Verano es una meca para el rock”, indica Alfaro.

Difusión / Mauro Cardozo

El escenario empezó a ser el hogar de festivales que lo llenaban con encuentros de bandas nacionales. El gran desafío, señala la historiadora, era hacer un concierto en solitario y agotar entradas. “Eso empieza a darse en el 93, hay una contienda de si fue Buitres o Níquel Sinfónico, pero llenan el primer Teatro de Verano y después vienen todas las demás”.

OPA, Ruben Rada, Eduardo Darnauchans, Eduardo Mateo, Denis Elías, Sonora Borinquen, Larbanois & Carrero. Los grandes exponentes de la música popular uruguaya, la tropical o el folklore han pasado cantado en ese escenario mirando al río.

Ese fenómeno también dio lugar a la presencia de las bandas y solistas argentinos: Los Redondos, Charly García, La Bersuit, Los Piojos, Divididos, Las pelotas, Fito Páez, Mercedes Sosa. "Se vuelve un lugar que por sus características, por su aforo también que es bien interesante, se vuelve un lugar icónico".

El escenario del Teatro de Verano fue ha sido el lugar propicio para un desfile de figuras internacionales como Nick Cave, Noel Gallagher, Iggy Pop, Lou Reed, Louis Armstrong, Patti Smith, Toto, Blur, Pulp, Celia Cruz, Queens of the stone age, Slash, Jack White, Gilberto Santa Rosa o Tito Puente.

Calace recuerda dos shows en particular que marcaron su experiencia en el Teatro de Verano: el de Charly García cuando presentó 60x60 y el de Candombe, murga y rocanrol de Jaime Roos. La lista es personal e intransferible, un set list de recuerdos en uno de los escenarios más emblemáticos de la ciudad.

Difusión / Álvaro Faviere

Es un teatro que ha recibido históricamente a una escena muy masculina. En 80 años fueron pocas las mujeres uruguayas se plantaron arriba de su escenario con espectáculos solistas y entradas vendidas: Luana, Laura Canoura, Ana Prada y Natalia Oreiro. "Para las mujeres lamentablemente siempre ha sido bastante difícil ganarse su lugar a nivel de la música. Eso está cambiando y empieza a pasar que de repente una mujer sea capaz de convocar y llenar un teatro de verano", comenta al respecto Alfaro.

“Hay una cuestión energética que tiene este lugar. Y tiene una cuestión importante que es de pertenencia: el que viene se apropia del lugar. Carnaval se apropia del lugar, los fans de las bandas que vinieron a ver su show acá también”, dice Calace.

El Teatro de Verano se ha convertido en un templo de un dios por noche.

Teatro de Verano: 80 años de música
Los 80 años del Teatro de Verano se festejan esta noche de lunes. Ocho décadas después de aquella función del Original Ballet Russe, el escenario recibirá un espectáculo que da cuenta del eclecticismo de su historia.
Alejandro Luzardo y La Camdombera, abrirán la noche con un show de candombe antes de dar paso a Raúl "Tinta Brava" Castro con su Bandón Murguero y la banda de cumbia femenina Kumbiaracha cerrará la noche.
La entrada es gratuita, pero la adquisición se habilitó el pasado viernes y los accesos se agotaron rápidamente.
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