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El entusiasmo por Bridgerton, la nueva serie de Netflix que arrasa, y la popularidad de los dramas de época

La exitosa serie de Netflix es el último ejemplo de cómo las historias de palacios, aristócratas y romances siguen en lo más alto
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08 de enero de 2021 a las 13:17

No está claro si son los grandes salones palaciegos o los jardines tipo Luis XIV. Si pasa por los vestidos y los trajes de etiqueta, las fiestas excesivas o los secretos de alcoba. O por los entreveros románticos que proponen, algunos inteligentes y otros edulcorados. Es difícil identificar cuál de los ingredientes del combo que proponen los dramas de época es el que termina convirtiéndolos en una fórmula de probado éxito, pero allí están: colándose en la cima de lo más visto de las plataformas.

Estas series parecen haber encontrado, en la era del streaming, una explosión, independientemente de si fueron pensadas para este tiempo o para cuando la televisión lineal dominaba las preferencias.

El último ejemplo es la producción de Netflix Bridgerton, a la que algunos han denominado como la hija de las novelas de Jane Austen y Gossip Girl, y que, durante las últimas semanas, se ha colocado siempre dentro del top 3 de lo más consumido por los usuarios de esa plataforma en Uruguay. Bridgerton es un producto que nace de una movida ambiciosa de parte de la empresa de Ted Sarandos: la contratación, hace ya un par de años, de la showrunner estrella Shonda Rhimes, creadora de éxitos del estilo de Grey’s Anatomy o Scandal.

En ese sentido, Bridgerton es todo lo que se puede esperar de una serie producida por esta solicitada guionista de la televisión estadounidense: basada en las novelas de la escritora inglesa Julia Quinn, la historia se ubica a principios del siglo XIX en Londres, y pone en pantalla el fogoso romance entre el duque de Hastings y Daphne Bridgerton, la heredera de la familia del título y a quien mandan a casarse con un hombre al que no quiere.

El éxito de la primera temporada de la serie ya garantizó el estreno de una segunda y hasta hizo que su protagonista masculino, Regé-Jean Page, empezara a sonar en la ya extensa ruleta de posibles candidatos a suceder al actor Daniel Craig en la próxima era de James Bond. Los que saben hablan de que su éxito se desprende de una trama ágil que sobrevuela la superficie, de un clásico esquema del amor prohibido, algunos cuantos anacronismos voluntarios y la inclusión de temáticas, por ejemplo, raciales.

Pero Bridgerton no sale de la nada. Debe agradecer el entusiasmo que generó, en buena medida, a otras series que pavimentaron y acostumbraron al público a las intrigas y amores palaciegos.

La gran matriarca de este tipo de series, al menos en los últimos veinte años, ha sido la legendaria Downton Abbey. Este fenómeno británico conquistó la televisión en épocas prestreaming y sigue cosechando fanáticos con el tiempo fue concebido por Julian Fellowes –que se endulzó y en 2020 estrenó una especie de mímesis de su anterior obra: Belgravia– y entusiasmó a miles de espectadores con las andanzas de una familia de aristócratas ingleses durante los primeros compases del siglo XX. Sus seis temporadas pueden verse en Amazon Prime Video.

Pero ni Downton Abbey ni Bridgerton son las únicas series de este tipo que han cosechado legiones de fanáticos. Están por ahí también Poldark, Outlander –que suma al ya tradicional romance de época unas buenas dosis de ciencia ficción y aventuras–, aparece la franco-canadiense Versailles, la más rupturista, Gentleman Jack –de HBO, que cuenta la historia de una heredera industrial que busca una mujer con la que casarse en la Inglaterra del siglo XIX– y varias españolas, que parecen haberle encontrado el gusto, también, a estas ficciones: Gran Hotel y Velvet son sus exponentes más populares.

Y quizás hasta se podría mencionar a The Crown, una serie con mucha más carga política, social y hasta histórica que las demás –y de una factura técnica y narrativa implacable– pero que no deja de ser en el fondo la historia de una familia disfuncional que, entre los corsés de la monarquía, pasa sus días discutiendo, peleando, asistiendo a banquetes y fiestas, codéandose con lo más alto de la sociedad mundial y dando rienda a pasiones que, a veces, prefieren barrer bajo la alfombra. La popularidad de The Crown también prueba la tesis: esto es lo que el público, o al menos un público, está viendo ahora.

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