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21 de octubre 2019 - 5:00hs

Advertencia: Esta nota contiene detalles importantes de la trama de Joker.

Hay un momento en Joker en el que como espectador te das cuenta de que no vas a ver lo mismo de siempre.                                           

Sucede al principio. 

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La cámara se desliza con un plano general adentro de lo que parece ser un camarín para payasos y artistas callejeros. Es un edificio viejo y sucio con ventanas grandes que asoman una ciudad gris. Frente a un espejo está el personaje de Arthur Fleck, interpretado por Joaquin Phoenix. Se está maquillando: lleva esparcida una espesa base blanca en la cara y sobre los ojos tiene pintados dos rombos azules. De fondo suena una radio en la que un locutor comenta noticias de destrozos y caos en toda la ciudad.

Primer plano tembloroso. Arthur empieza a pintarse los labios con un rojo aguado. Entonces, cuando el espectador recién está entrando en sintonía con la historia, Phoenix da su primera estocada. Apenas pasaron unos minutos desde que empezó la película y él ya ganó el combate.

La maniobra, el ritual, empieza con Arthur esbozando una mueca triste, le tiemblan los labios, se le humedecen los ojos. Los músculos de la cara se tensan. Se nota cómo hace un esfuerzo para levantar las cejas, iluminarse la mirada, parecer feliz. Se mete los dedos índices en la boca y estira sus labios, primero con fuerza y después con violencia.

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Arthur llora. En la sala de cine todos contienen el aliento y el silencio es tan incómodo que suena como un pitido fino.

La escena termina y todos respiran aliviados. Pobres ilusos. No van a ver lo mismo que vieron siempre.

Joker –que se estrenó en Montevideo hace algunas semanas y que en sus primeros días convocó a 18 mil espectadores– es una incorporación estelar a la cartelera local. Luego de un año en el que el público masivo prefirió éxitos generados por efectos en computadora y comedias rioplatenses, la película del director Todd Phillips viene a sacudir la modorra cinematográfica de los últimos meses.

Y por supuesto que la caja de resonancia de las redes no iba a desperdiciar esta tremenda oportunidad de armar barullo. Apenas salió el tráiler de la película –además de maravillarse por la novedosa propuesta estética inspirada en las historietas de DC– la jauría internauta apuntó contra la película como una promoción de la violencia.

 

¿El antecedente? La noche del 20 de julio de 2012 en la que un joven de 23 años con el rostro tapado por una máscara asesinó a los tiros a 12 personas durante la proyección de El Caballero Oscuro, de la franquicia de Batman. El rumor de que la masacre fue inspirada en el personaje del Joker se esparció por todos los rincones de la web, aunque las pericias psicológicas nunca pudieron confirmarlo. De esta manera, un grupo de familiares de las víctimas del crimen le mandaron una carta a Warner Bros expresando sus reparos ante el estreno de la nueva película del villano.

La bola de nieve se siguió alimentando cuando algunos cines del mundo comunicaron que no se iba a poder ingresar a ver la película con máscaras o armas de juguete. 

Y todo esto antes del estreno.

La intensidad fue tanta que la conversación saltó a la prensa y, por consecuencia, a las entrevistas. “Al final es una película sobre un personaje de ficción en un mundo de ficción y esperamos que la gente se la tome como lo que es”, declaró Phoenix en un extenso reportaje que publicó la revista Vanity Fair a propósito del estreno. Y agregó: “No puedes echar la culpa a las películas por un mundo que está tan jodido que cualquier cosa puede ser un detonante”.

El personaje y la película levantaron polvareda en torno a la representación de la salud mental a lo largo de la trama y se plantearon varias preguntas: ¿es una construcción fiel?, ¿cuál es el diagnóstico de este villano?, ¿podría ser un incitador a la violencia?

Que hablen los expertos.

El perfil de un asesino

“El recorrido que hizo el personaje del Joker en el mundo del cine es bastante extenso. Desde que Tim Burton nos lo presentó por primera vez allá por 1989, no ha hecho más que madurar una idea, trazar con aplomo y contundencia los trazos de un perfil muy claro. Ya en El Caballero Oscuro, y con la interpretación de Heath Ledger, vimos a un payaso que se alzó como algo más que un mero agente del caos”, explica Valeria Sabater, máster en psicología y escritora española, en un análisis publicado en su blog. Y agrega: “Es solo un personaje pero aun así, nos fascina. Y que nos fascine alguien que comete actos violentos, un sociópata con aires de grandeza guiado básicamente por el deseo de venganza, es algo que al mismo tiempo nos inquieta y que contradice incluso muchos de nuestros principios morales”.

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Establecer el perfil psicológico de este villano es una tarea compleja. Gustavo Álvarez, psicólogo forense y experto en criminología, señala que para delinear la psicología del Joker hay que entender la película como un proceso.

Álvarez dice que todo parte de un trastorno psicológico severo que pendula entre la psicosis y la esquizofrenia. A esto los expertos lo llaman un “factor predisponente”. El personaje lo intenta manejar y reprimir con las pocas herramientas que tiene luego del abandono por parte del sistema de salud. Arthur trata de no alienarse, pero la sociedad lo hostiga, lo violenta y lo victimiza. Todos elementos que la criminología entiende como “factores preparantes”. Por último la película ilustra “factores disparadores” o “detonantes”. Los hay explícitos –como cuando Arthur descubre que su madre lo engañó toda su vida– y sutiles, como cuando el personaje de Robert De Niro –un comediante de televisión que Arthur admira– lo expone, lo ridiculiza. “Nuevamente lo que el Joker siente es un rechazo, y esta vez de parte de una figura paterna”, resume Álvarez. Una figura paterna que para Arthur siempre estuvo en falta. “Eso va cortando los pocos vínculos que tiene con la realidad compartida”, señala el experto.

Este proceso es el que germina al asesino serial de la película. 

El psicoanalista Jorge Bafico señala que al final del recorrido de transformación desde Arthur hasta el Joker, el villano encuentra un nuevo porqué a su vida a través de la violencia. “Es terrible, pero para él asesinar es terapéutico. Le encuentra un sentido a la vida y mata para no matarse”, explica.  En este sentido, el psicólogo forense apunta lo siguiente: “Este hombre termina encontrando su lugar en el delito y hasta él se sorprende de cómo cuando mata termina de encontrarse a sí mismo”. Joker vuelve a conectar con la realidad –luego de una serie de delirios– desde el crimen y eso impacta, pero no necesariamente está tan alejado de lo que sucede en el plano de lo real. “En nuestro mundo estamos experimentando las mismas situaciones: muchachos que tienen un vacío existencial muy fuerte, que no tienen proyectos de vida, y encuentran pertenencia y pertinencia en la subcultura criminal”, explica Álvarez.

Alimentar el estereotipo

Para los especialistas, el peligro de la película está en alimentar ese estereotipo categórico que indica que los hombres y las mujeres con una personalidad psicopática o con un trastorno de la personalidad antisocial terminan siendo asesinos. 

Ziv Cohen –psiquiatra criminal especializado en violencia, comportamiento depredador, psicopatía y otros trastornos tóxicos de la personalidad– declaró al portal norteamericano Insider que la película retrata “bastante bien” la falta de recursos y la negligencia en torno a la salud mental. Pero “también se equivoca mucho”. Al especialista le preocupa que esta historia agregue al estigma que existe sobre enfermedades mentales ya que fortalece esa idea incorrecta de que existe un vínculo directo entre salud mental y violencia.

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Los psiquiatras forenses Vasilis Pozios, Philip Saragoza y Praveen Kambam se despacharon en una columna de opinión publicada en la revista The Hollywood Reporter con algunos datos al respecto: “Una persona tiene quince veces más probabilidades de ser alcanzada por un rayo a ser asesinada por un extraño con psicosis crónica. Y los tiroteos masivos de personas con enfermedades mentales graves representan menos del 1% de los homicidios relacionados con armas de fuego en Estados Unidos”.

Álvarez diluye un poco la polémica señalando que la película “no es tan violenta” como se comentó en la previa a su estreno. También explica que el efecto contagio podría suceder, pero que más peligroso es “lo que se pasa en los informativos y en otras películas que pululan cotidianamente y a las que todo el mundo tiene acceso”. Lo justifica así: “Los medios tienen un impacto en las personas, quitan sensibilidad sobre el accionar violento y agresivo del ser humano. Esta película no es el exponente de esto ni cerca”.

Joker no es muy diferente a otras películas de otras épocas como Taxi Driver. Sin embargo, lo que pasa hoy es que la gente está mucho más predispuesta a que pueda pasar algo, está mucho más temerosa”, opina Bafico. Y agrega: “Me parece que es más la lectura que la gente hace de la película enmarcada en estos tiempos, que la película en sí misma”.  

La construcción psicológica del villano a lo largo de la cinta es un buen ejemplo de cómo se construye el cine como obra de arte. Y dejó expuesta una demanda: ante la negligencia social y el desamparo institucional, ¿el Joker podría ser cualquiera de nosotros?

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El trastorno de la risa
Una marca distintiva del Joker de Phoenix es la risa espontánea. Una condición que muchos pusieron en duda, pero que algunos especialistas aseguran está basada en la afección seudobulbar. Esta condición provoca estallidos de risa o llanto incontrolables y se manifiesta, por lo general, en personas con lesiones cerebrales o afecciones neurológicas. Puede causar vergüenza, aislamiento social, angustia y depresión.     
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