El 26 de noviembre de 1961, el argentino Juan Carlos Sosa lo hizo debutar en el primer equipo de Rampla Juniors. Nada menos que contra Cerro que entonces era el vicecampeón uruguayo y era dirigido por el también argentino José María Minella. Fue en el Parque Nelson. Perdían 1-0 y anotó el gol del empate. Un gol que no fue, pero que el árbitro convalidó. Desde ese día el nombre de Juan Carlos Borteiro se metió para siempre en la rica historia picapiedra.
A los 76 años, el goleador tiene esa jugada grabada a fuego: “(Ruben) Soria se la dio a (Edil) Manrique y yo se la peleé en la mitad de la cancha porque estaba jugando como 8; la recuperé, avancé y le pegué. La pelota se fue afuera pero entró por la red y el golero (Pedro) González Acuña la sacó de adentro. El 9 nuestro, Catoira, lo salió a gritar conmigo, nos abrazamos y el juez (José) Cataldi convalidó el gol”, recordó Borteiro a Referí.
Cuenta la leyenda que ese tanto tuvo sabor a revancha. En 1951, en el Parque Santa Rosa, el campeón mundial Ruben Morán había anotado otro gol fantasma, para Cerro, en un clásico que terminó 2 a 2.
“Jugué solo dos clásicos contra Cerro y no perdí. Como entrenador dirigí dos y los gané”, contó con mesurado orgullo.
Dirigió a Rampla en 1987, 1995, 2001 y 2005. “Dos veces me fueron a buscar para salvarlo del descenso y los salvé. En 1995 Rampla perdió en el Apertura 4-0 y en el Clausura, contra el mismo equipo de Cerro, les ganamos 3-1”.
Si bien Rampla es el club de sus amores, Borteiro estuvo cerca de cruzar la vereda. Muy cerca.
En 1964 se fue a la Tercera de Peñarol. Integró la selección juvenil pero no pudo jugar el Sudamericano de Colombia en ese año porque estaba pasado un mes por edad. Uruguay fue campeón.
En 1966 tuvo un corto pasaje por Deportivo Quito para luego enrolarse en Barcelona de Guayaquil.
“Compartí ataque con Moacir, campeón mundial con Brasil en 1958 y 1962. Fui goleador del torneo y salimos campeones. Pero volví porque no me pagaron todo el contrato”.
Su suegro, Carlos Machado, fue 16 años vicepresidente de Cerro y de tanto insistir lo vinculó a principios de 1967 al equipo que entonces dirigía Ondino Viera con Omar Borrás de ayudante.
Un día de pretemporada, en el que Borteiro estaba peloteando después de la práctica con el golero de la Tercera, Rodolfo Rodríguez, llegó la selección de Bolivia al Tróccoli –estaban en la concentración cerrense en Agraciada y Buschental– a jugar un partido preparatorio para el Sudamericano que se jugaría en Uruguay.
Como eran 17 jugadores le pidieron a él y a Horacio Troche completar el equipo alternativo. Troche había sido el capitán en el Mundial de Inglaterra 1966 despertando el interés de un periodista y representante alemán, Fritz Hack.
“Se habló tanto de la llegada de Troche a Alemania por su expulsión ante Alemania en el Mundial, pero lo que se hizo fue todo una bola de nieve. Siempre se habla de eso y no de la calidad de jugador que fue Troche. Yo de lo que pasó en el Mundial no sé nada porque no estuve”.
Borteiro encaró a Borrás y Viera para decirles que se iba a Alemania. Borrás abrió grande los ojos y le dijo: “¿Y qué vas a hacer con el idioma?” Viera se adelantó a responder: “Omar, la pelota no tiene idioma”.
Y allá fueron los uruguayos a abrir un mercado en el que el fútbol celeste ha tenido una escasa penetración histórica.
Borteiro jugó en Alemania Aachen en la temporada 1967-1968 mientras que de 1968 a 1971 defendió a Eintracht Trier.
El idioma fue complicado el primer año. Pero lo fue aprendiendo. En el tiempo libre hasta se recibió de soldador eléctrico.
En Alemania nació su primer hijo. “Mi señora no podía quedar embarazada y llevábamos tiempo buscando ser padres. Quedó embarazada allá, luego de un viaje que hicimos, pero al tiempo debió internarse. Fue atendida en un hospital universitario a 120 kilómetros del lugar donde vivíamos. Le dieron medicina experimental. Recuerdo manejar sobre la nieve, que era muy peligroso, y cuando llegaba las enfermeras me decían que estaba descansando y no la podía ver. Solo le podía dejar saludos. Al final nació prematuro con dos kilos y 400 gramos. Cuando le dije que se iba a llamar Claudio el doctor me dijo: ‘¡No! Es Made in Germany’. Le regalé un vino blanco de una bodega, a él y todas las enfermeras”.
Al retornar a Uruguay, la pareja volvió a comunicarse con los médicos del hospital para tener a su segundo hijo, Martín, que con el tiempo se convirtió en un gran bailarín e historiador de tango.
Volvió a Rampla decidido a jugar un año más y retirarse. Y cumplió. Fue en 1973 cuando lo dirigió en la B Roberto Fleitas, a quien reconoce junto al yugoslavo Gaic como uno de los mejores entrenadores que tuvo en su carrera.
Desde su pasaje por Alemania Aachen, hace ya 53 años, aún recibe fotos de coleccionistas e hinchas. Las devuelve firmadas.
Trabó gran amistad con el dirigente Egidius Braun que entre 1992 y 2001 fue presidente de la Asociación Alemana de Fútbol así como también vicepresidente de la UEFA.
“En el Mundialito de 1980 vino como presidente de la delegación y los recibí. Durante años intercambiamos correspondencia y me regaló los libros que escribió”, dijo el uruguayo.
En la década de 1980 hizo el curso de árbitro y probó suerte dirigiendo el cuadrangular final de la Divisional C de 1986, que se disputó en enero de 1987.
“No era para mí y el nivel de violencia era mucho peor que el de ahora”. El partido entre Basañez-El Tanque Sisley lo suspendió por una pedrada al línea y el público de Basañez terminó invadiendo la cancha. En el Villa Española-El Tanque sufrió un hecho muy particular. Cuando El Tanque se puso 1-0, los jugadores de el Villa se le fueron en malón encima. En una entrevista con Néstor Pallares, para El Diario, el 13 de enero de 1987, el juez explicó que expulsó por insultos al capitán Bermúdez. "Cuando estaba anotando la tarjeta me aplicó un golpe de puño en el rostro", denunció.
Hoy, a 33 años de los hechos, Borteiro explicó con picardía a Referí: “No me pegó porque yo lo madrugué”. Lo que sí pasó después fue que los hinchas del Villa les arrojaron todo tipo de proyectiles y también debió suspender el partido, algo que volvería a ocurrir en el Villa Teresa-El Tanque. Ahí no más archivó su proyecto referil.
Hoy ve el fútbol desde la tribuna: “Voy con un grupo de amigos a ver los partidos. Ojalá esto de la sociedad anónima levante a Rampla; era eso o desaparecer y espero que hagan las cosas bien”
Con 13 años jugó en la Tercera aunque al siguiente partido bajó a la Quinta. Debutó en 1961 en un clásico. Como asambleista promovió la moción de agregarle al nombre del Olímpico el de Pedro Arispe: “La gloria más grande del club”, dijo.
Entre 1964 y 1965 jugó en la Tercera de Peñarol con la que fue campeón. Las grandes figuras que tenía el equipo le impidieron llegar a Primera.
Con edad de sub 15 y sub 17 fue convocado a las selecciones juveniles de Uruguay que como única competencia tenían partidos en el interior. Con la sub 20 se quedó afuera del Sudamericano por estar pasado un mes de edad. El torneo se jugó en junio de 1964 en Colombia cuando él ya había cumplido los 21 en mayo. Había hecho todo el proceso de preparación como titular. Uruguay fue campeón.
Enfrentó a una generación de fenómenos alemanes: Franz Beckebauer, Gunter Netzer o Wolfgang Overath. Pero al que destacó como el mejor fue a Herbert Wimmer, de Borussia Mönchengladbach, campeón de Europa en 1972 y del Mundial de 1974.
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