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14 de noviembre 2024 - 5:00hs

Un argumento

Uno de los comportamientos recurrentes en la sociedad humana parece ser la tendencia a buscar beneficios sin asumir todos los costos necesarios para obtenerlos. En economía, este fenómeno se conoce como el problema del free-rider o polizón, término utilizado para describir a los individuos o grupos que aprovechan los bienes o servicios sin contribuir a su provisión (Olson, 1965). Este problema, lejos de ser exclusivo de los mercados o del comportamiento individual, encuentra un análogo claro y recurrente en el ámbito político, especialmente en la formación y gestión de alianzas políticas durante procesos electorales.

El concepto de bienes públicos, que sustenta el análisis del free-rider, es clave para entender el desafío que representa la provisión de estos bienes en una democracia moderna. Según Buchanan y Tullock (1962), los bienes públicos se caracterizan por ser no excluyentes y no rivales, lo cual implica que, una vez provistos, todos los ciudadanos pueden beneficiarse de ellos sin que su uso excluya a otros. En política, la creación de un partido o una coalición política puede verse como un bien público para sus miembros: garantiza voz y representación y, eventualmente, el poder de influir en las decisiones colectivas. Sin embargo, el proceso de creación y mantenimiento de un partido conlleva altos costos en términos de organización, tiempo y recursos, lo que motiva a algunos grupos a “acceder” a los beneficios de alianzas políticas ya formadas sin haber invertido en la estructura básica que las sostiene (Coase, 1960; Ostrom, 1990).

En sistemas electorales que contemplan segundas vueltas, como el uruguayo, el problema del free-rider se vuelve especialmente visible. Aquí, el fenómeno ocurre cuando un partido menor intenta beneficiarse de la estructura de un partido mayor, buscando una alianza que le permita capitalizar el apoyo sin haber invertido en los costos organizacionales que implica formar una base electoral sólida. Olson (1965) explica que los incentivos para colaborar en la provisión de bienes colectivos disminuyen a medida que aumenta la cantidad de beneficiarios y se diluyen los aportes individuales. En el contexto electoral, esto se traduce en un problema de coordinación para los partidos que se alían a último momento, ya que no han contribuido a establecer una identidad colectiva ni a consolidar una oferta coherente y atractiva para el electorado.

En Uruguay, la izquierda comprendió este dilema desde los años sesenta y decidió actuar en consecuencia, invirtiendo en la construcción de una alianza formal y estructurada que minimizara el problema de selección para los votantes. Aldrich (1995) destaca la importancia de la organización y la coordinación en la formación de partidos, argumentando que un partido sólido permite evitar divisiones en la demanda (es decir, en el electorado) y facilita la alineación de intereses internos y externos. Al consolidarse como una coalición unificada, la izquierda uruguaya no solo redujo los dilemas de coordinación para sus electores, sino que también logró crear una identidad que minimizaba el riesgo de disidencia y competencia interna. Esto les otorgó una ventaja frente a otros bloques que no asumieron el “costo de coordinar”, lo que resultó en una estructura más fragmentada y, por ende, menos atractiva y efectiva de cara a las segundas vueltas.

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A esto se suma el planteo de Hirschman (1970) sobre Salida, Voz y Lealtad, que ilustra cómo, en contextos donde existen mecanismos formales de organización y cohesión, la “lealtad” puede disuadir a los actores de abandonar una alianza. Así, los partidos o coaliciones que han invertido en cohesión y organización son menos susceptibles a la fragmentación, ya que los incentivos para permanecer dentro de la estructura y utilizar los canales de voz internos superan los beneficios de una salida oportunista. En el caso uruguayo, la cohesión y la estructura logradas por la izquierda se traducen en una ventaja adicional, dado que sus integrantes encuentran en la coalición no solo una plataforma de representación, sino también un espacio de voz que incentiva la unidad y el compromiso.

Los beneficios de pagar los costos iniciales de coordinación son evidentes en la capacidad de captar votos en segunda vuelta: un partido grande y cohesionado cuenta con una mayor probabilidad de atraer y retener apoyos que un partido menor, el cual debe recurrir a acuerdos y alianzas que tienden a fragmentarse y perder votos en la suma total de las partes. Aldrich (1995) sugiere que la cohesión y la organización previa son elementos cruciales para reducir las pérdidas en el apoyo electoral. Así, el esfuerzo invertido en construir una oferta electoral clara y unificada suele traducirse en beneficios sustanciales en las urnas. La izquierda uruguaya, al comprender y asumir este costo de coordinación, no solo aseguró la unidad de su bloque, sino que además consolidó una ventaja competitiva duradera en el sistema político uruguayo.

En última instancia, el problema del free-rider en política demuestra que, aunque muchos buscan acceder a los beneficios de una alianza sin pagar los costos, esta estrategia resulta en una coalición menos cohesionada y con menor capacidad de captación de votos en instancias definitorias. El caso uruguayo muestra que coordinar los costos y beneficios de manera efectiva no solo fortalece a los partidos frente a elecciones reñidas, sino que también otorga un valor simbólico a la unidad, reforzando la confianza del electorado en la coalición.

Primera prueba empírica: el impacto de la cohesión en el desempeño electoral en segundas vueltas

La teoría de la provisión de bienes públicos y el problema del free-rider sugiere que las organizaciones con una estructura cohesionada y unificada pueden obtener ventajas significativas en contextos donde los bienes colectivos, como el poder político, están en juego. En el ámbito electoral, esto se traduce en la capacidad de captar votos adicionales en situaciones de segunda vuelta, especialmente cuando uno de los bloques está compuesto por un partido cohesionado, mientras que el otro depende de alianzas entre partidos con estructuras independientes y menos integradas.

Para ilustrar este fenómeno, se analizaron los datos históricos de las elecciones presidenciales en Uruguay desde 1999 hasta el 2019. Los resultados evidencian una tendencia consistente: el Frente Amplio (FA), un partido de izquierda con una estructura unificada y cohesiva ha logrado incrementar su porcentaje de votos en la segunda vuelta en cada elección analizada, con un promedio de crecimiento de 5,97 puntos porcentuales entre la primera y la segunda vuelta. En contraste, los partidos tradicionales (PC/PN y otros), que han competido en estas segundas vueltas mediante alianzas más informales y fragmentadas, presentan una disminución promedio de 2,87 puntos porcentuales en el mismo período.

Elección Frente Amplio PN+PC+OTROS
Octubre Noviembre Diferencia Octubre Noviembre Diferencia
1999 39,06% 44,50% 5,44% 53,65% 52,52% -1,13%
2009 47,96% 52,39% 4,43% 46,09% 43,51% -2,59%
2014 47,81% 53,48% 5,67% 43,77% 41,17% -2,60%
2019 39,01% 47,36% 8,34% 54,05% 48,88% -5,17%
2024 43,86% -- -- 47,55% -- --

La tabla muestra cómo, en cada elección, el FA logró incrementar su porcentaje de votos en la segunda vuelta: en 1999, 2009, 2014, y especialmente en 2019, cuando obtuvo un crecimiento significativo de 8,35 puntos porcentuales. Por otro lado, los partidos tradicionales, que en 1999 contaban con la victoria del Partido Colorado y en las siguientes elecciones con el liderazgo del Partido Nacional, mostraron una pérdida de apoyo en cada segunda vuelta, destacándose la caída de 5,17 puntos en 2019.

Este patrón respalda el argumento de que los partidos cohesivos, como el FA, tienden a capturar votos adicionales en segunda vuelta, mientras que las coaliciones de partidos menos unificadas enfrentan dificultades para retener la suma de sus votos originales debido a la falta de coordinación y a la menor capacidad de alinear sus bases electorales. En términos teóricos, el free-rider problem aparece aquí como una barrera para la efectividad electoral en las alianzas no cohesionadas, pues los partidos aliados dependen de acuerdos puntuales sin haber incurrido en los costos de coordinación y cohesión previos.

El caso uruguayo puede pensarse como una manifestación empírica del costo-beneficio asociado a la cohesión organizacional en contextos de competencia electoral. El esfuerzo del FA en construir una identidad colectiva ha minimizado la dispersión de votos y optimizado el apoyo en segundas vueltas, lo cual contrasta con la volatilidad y la pérdida de votos en las alianzas de los partidos tradicionales.

Elección Distancia entre bloques octubre

Distancia entre bloques noviembre

Partido ganador

1999 14,59% 8,02% PC
2009 1,87% 8,89% FA
2014 4,04% 12,31% FA
2019 15,04% 1,52% PN
2024 3,69% -- --

La tabla de "Distancia entre bloques" ofrece una perspectiva sobre cómo las diferencias absolutas de votos entre el Frente Amplio (FA) y los partidos tradicionales (PC/PN) en la primera y segunda vuelta afectan los resultados electorales en Uruguay. Este análisis revela que el comportamiento electoral en la segunda vuelta responde de manera diferente según la magnitud y el sentido de la ventaja obtenida en la primera vuelta.

En las elecciones de 2009 y 2014, el FA entró en la segunda vuelta con una ligera ventaja sobre los partidos tradicionales (1,87% en 2009 y 4,04% en 2014). En ambas ocasiones, el FA no solo logró mantener esta diferencia, sino que la amplió significativamente, logrando victorias contundentes en la segunda vuelta con diferencias de 8,89% en 2009 y 12,31% en 2014. Estos resultados sugieren que cuando el FA tiene una ventaja moderada en la primera vuelta, su cohesión y capacidad de movilización le permiten consolidar y ampliar su posición en la segunda vuelta, facilitando el éxito electoral.

En cambio, en los casos de 1999 y 2019, el FA comenzó la segunda vuelta en desventaja frente a los partidos tradicionales. En 1999, la diferencia inicial de 14,59% fue reducida a 8,02% en noviembre, pero no lo suficiente para revertir el resultado, y el Partido Colorado (PC) terminó ganando la elección. En 2019, a pesar de una desventaja inicial de 15,04%, el FA logró una notable recuperación, acortando la distancia a solo 1,52% en la segunda vuelta. Sin embargo, esta recuperación tampoco fue suficiente para asegurar la victoria, y el Partido Nacional (PN) se impuso en las urnas. Este comportamiento sugiere que, aunque el FA muestra una capacidad significativa para reducir desventajas grandes en la segunda vuelta, existe un límite práctico a esta capacidad de remontar. Adicionalmente, cabe destacar que cada vez que el FA ha llegado a la segunda vuelta con menos votos que el bloque contrincante, no ha podido alcanzar la victoria.

En síntesis, la tabla muestra que el FA tiene una mayor probabilidad de éxito en la segunda vuelta cuando comienza con una ventaja, o una desventaja media o pequeña, en la primera vuelta. Cuando enfrenta una desventaja considerable en la primera vuelta, aunque puede reducir la distancia, sus posibilidades de revertir el resultado por completo son menores. Este patrón refuerza la importancia de la cohesión y la estructura del FA en su desempeño electoral, especialmente en contextos de balotaje, donde la capacidad de movilizar votantes adicionales y consolidar el apoyo de sus bases resulta crucial.

Proyectando el resultado de la segunda vuelta para 2024 con base en los patrones observados en elecciones anteriores, se puede anticipar un desempeño favorable del FA en comparación con su resultado de la primera vuelta, en la que obtuvo un 43,86%. Aunque el FA no parte con ventaja, la distancia entre bloques en la primera vuelta es relativamente pequeña (3,69%), y en elecciones previas una brecha inicial de esta magnitud le ha permitido reducir diferencias e incluso ganar en la segunda vuelta.

Si el FA mantiene el patrón de crecimiento observado en elecciones anteriores —con un incremento promedio de aproximadamente 5,97% entre la primera y la segunda vuelta—, su porcentaje proyectado alcanzaría alrededor del 49,83%. Paralelamente, los partidos tradicionales (PC/PN) han mostrado una tendencia a perder votos en el balotaje, con una disminución promedio de alrededor del 2,87% respecto a sus resultados en la primera vuelta. Si esta tendencia se repitiera, el bloque opositor podría ver reducido su porcentaje inicial de 47,55% a aproximadamente 44,68%.

Esta proyección sugiere que el FA podría posicionarse en un lugar favorable en la segunda vuelta, no solo aumentando su propio caudal de votos, sino también beneficiándose de la posible pérdida de apoyo del bloque opositor. Este escenario indicaría una competencia ajustada, con una alta probabilidad de una definición reñida en el balotaje. Sin embargo, el resultado final también dependerá de factores adicionales, como la capacidad del FA para movilizar sus bases y la efectividad de las alianzas estratégicas en el contexto de la segunda vuelta, lo cual podría inclinar la balanza en uno u otro sentido.

Segunda prueba empírica: Análisis de captura y retención de votos mediante modelos de regresión ecológica

La segunda prueba empírica se centra en evaluar la capacidad de los partidos para captar votos disponibles o incluso retener sus propios votos entre la primera y la segunda vuelta electoral de cada uno de los partidos que no participan de la segunda vuelta. Para analizar este "trasiego" de votos entre ambos momentos, se emplearon modelos de regresión ecológica en cada par de elecciones (octubre-noviembre), lo que permite estimar qué proporción de los votos de cada partido en la primera vuelta fue retenida o capturada por los candidatos en la segunda vuelta.

El modelo de regresión ecológica es un enfoque matemático que permite inferir flujos de votos entre diferentes grupos o partidos a partir de datos agregados, sin necesidad de identificar las preferencias individuales de cada votante. Al establecer una relación entre los resultados de la primera y segunda vuelta a nivel geográfico, el modelo estima el porcentaje de votantes que migraron entre partidos o que mantuvieron su apoyo en la segunda vuelta. Este enfoque es particularmente valioso para estudiar patrones de movilización y deserción en sistemas de múltiples partidos, en los que se presume que los partidos cohesionados, con bases fieles y bien estructuradas, logran una mayor retención de sus votos originales o incluso capturan votantes adicionales.

La aplicación de modelos de regresión ecológica en este contexto es especialmente exigente en términos de datos. Requiere contar con resultados a nivel de mesa de votación (circuito) en ambas elecciones (primera y segunda vuelta) y realizar un emparejamiento detallado de esos datos para observar los cambios entre una elección y otra. Este proceso permite identificar patrones de retención y trasiego de votos con una precisión mayor que otros enfoques.

Promedio de captación de votos de los candidatos desde la primera vuelta. Datos desde 2009 a 2019.

Candidato FA Candidato PN B/A
Frente Amplio 100,00 0,00 0,00
Partido Nacional 3,84 94,35 1,81
Partido Colorado 10,85 82,82 6,33
Otros partidos 33,10 50,39 16,51
Blanco/Anulado 0,54 1,05 98,41

Estos datos muestran que el Frente Amplio retiene de manera consistente el 100% de sus votos en la segunda vuelta, subrayando su capacidad para mantener una base cohesionada y fidelizada. Por su parte, el Partido Nacional también muestra una alta retención de su base, capturando el 94,35% de sus votos originales, pero con una dependencia significativa de alianzas estratégicas, en especial con el Partido Colorado, de cuyo electorado logra captar el 82,82%.

Además, la dispersión de votos en los partidos menores y la baja captación del voto en blanco y anulado destacan la variabilidad de estos electores, quienes representan sectores de difícil acceso para ambos bloques. En este análisis, los partidos cohesionados y con alta retención de votos, como el FA, muestran una ventaja estructural, mientras que bloques menos cohesionados deben apoyarse en alianzas para consolidar su base en el balotaje.

Este estudio cuantitativo de patrones de retención y captura de votos en elecciones pasadas ofrece una visión sobre la importancia de la cohesión partidaria en la capacidad de ganar el balotaje, permitiendo inferir el rol de la fidelidad del electorado y la efectividad de las alianzas para definir los resultados en la segunda vuelta.

En esta segunda fase del análisis empírico, se profundiza en la capacidad de los bloques políticos para capturar y retener votos entre la primera y la segunda vuelta. Este ejercicio proyecta el resultado de la segunda vuelta de 2024 utilizando los datos de la primera vuelta y aplicando las estrategias de captación de votos observadas en elecciones anteriores (2009, 2014 y 2019). A través de los modelos de regresión ecológica, que estiman la transferencia de votos entre los bloques de la primera a la segunda vuelta, se calculan los posibles resultados según los patrones históricos de cada elección y un promedio general de estas estrategias. Cabe resaltar que estas estimaciones contienen cierto margen de error, característico de los modelos de regresión ecológica, dado que infieren los flujos de votos a partir de datos agregados y no individuales.

Estrategia Orsi Delgado B/A
Promedio 49,43% 42,87% 7,70%
2009 49,96% 41,34% 8,70%
2014 50,04% 39,71% 10,25%
2019 50,03% 44,46% 5,51%

Las proyecciones según cada estrategia histórica son las siguientes:

  • Estrategia promedio: Aplicando el promedio de las captaciones de votos de las tres elecciones anteriores, el candidato del FA alcanzaría un 49,43% en segunda vuelta, mientras que el candidato del PN captaría un 42,87%, con un 7,70% de votos en blanco o anulados. Esta estimación proyecta una ventaja clara para el FA, pero mantiene abierta la posibilidad de reversión.
  • Estrategia 2009: Siguiendo la estrategia observada en 2009, el FA proyectaría un 49,96%, mientras que el PN obtendría un 41,34%, con un 8,70% de votos en blanco o anulados. Este resultado refleja un contexto donde el FA captó un margen significativo de votantes, estableciendo una diferencia más amplia en la segunda vuelta.
  • Estrategia 2014: En esta proyección, el FA alcanzaría un 50,04%, frente al 39,71% del PN, con un 10,25% de votos en blanco o anulados. La estrategia de 2014 es la más favorable para el FA, reflejando un escenario de cohesión y éxito en la captación de votos de otros partidos.
  • Estrategia 2019: Según los patrones de 2019, el FA lograría un 50,03%, mientras que el PN se aproximaría al 44,46%, con un menor porcentaje de votos en blanco o anulados (5,51%).

Entre estas proyecciones, la estrategia de 2019 parece la más razonable para anticipar el comportamiento en la segunda vuelta de 2024. Esta estimación mantiene la distancia promedio histórica de pérdidas y ganancias entre ambos bloques y, al mismo tiempo, es la más cercana en el tiempo, lo cual le confiere mayor relevancia en términos de contexto político y tendencias recientes. Además, aunque el FA no alcanzó el triunfo en 2019, esta estrategia mostró un alto desempeño en términos de captación de votos de otros sectores. Por último, los comandos de campaña y las estrategias desplegadas por ambos bloques en 2024 presentan notables similitudes con los de 2019, lo cual sugiere que los patrones de comportamiento de los votantes podrían replicarse de manera similar a esa elección.

¿Quién gana?

Este análisis sostiene que, en contextos de segunda vuelta, la cohesión organizacional y la estructura consolidada del Frente Amplio les otorgan una ventaja significativa frente a las alianzas menos estructuradas de los partidos tradicionales (PC/PN). Utilizando el concepto de "free-rider" en alianzas políticas, se sugiere que el FA ha logrado reducir los costos de coordinación al funcionar como un partido unificado, lo que incrementa su capacidad de captar votos adicionales en las segundas vueltas. Esto se refleja en su desempeño electoral desde 1999, en el cual el FA ha aumentado su porcentaje de votos en segundas vueltas, mientras que los partidos tradicionales han tendido a perder apoyo en estas instancias.

El análisis incluyó dos pruebas empíricas. La primera evaluó la capacidad del FA para captar votos adicionales en segundas vueltas, superando el desempeño de las alianzas de los partidos tradicionales mediante una revisión histórica. Esta revisión muestra que, si bien el FA ha mejorado su posición en las segundas vueltas, nunca ha revertido un resultado inicial adverso cuando comenzó la contienda en desventaja tras la primera vuelta. La segunda prueba estimó modelos matemáticos de trasiego de votos para analizar el rendimiento de distintas estrategias de los partidos que han competido en segundas vueltas (2009, 2014 y 2019), comparándolas con datos de 2024 para observar el potencial de cada escenario.

De cara a las próximas elecciones, ambas fuerzas enfrentan ventajas y desventajas que podrían hacer de este ciclo electoral algo diferente a los anteriores. El Frente Amplio tiene margen para ganar a pesar de ir por detrás, mientras que el Partido Nacional podría imponerse si logra limitar las pérdidas históricas asociadas a las segundas vueltas. Esto se debe en parte al bajo costo de gobernar que ha pagado tras la primera vuelta y a una mejor señalización de la coalición republicana como un grupo cohesionado. Por ello, el escenario de captación de votos de 2019 parece razonable, aunque debe ajustarse considerando estos dos factores específicos que podrían hacer de esta elección una excepción a la regla.

Si el Frente Amplio consigue revertir y ganar la elección, la diferencia con su contrincante no sería de cinco puntos, como sugiere su promedio histórico, dado que el Partido Nacional cuenta con la ventaja de estar al frente y que su pérdida de votos podría ser menor que en ciclos anteriores. Así, esta elección se perfila distinta a las precedentes, ya que cualquiera de los posibles escenarios presentará variaciones respecto a elecciones pasadas.

*Nicolás Schmidt es profesor adjunto del Departamento de Ciencia Política, FCS-Udelar y coordinador de la Unidad de Métodos y Acceso a Datos de FCS-Udelar.

El autor agradece los comentarios y detección de problemas que le hicieron notar de manera generosa colegas que admira profundamente: Fernando Filgueira, Lorena Repetto, Diego Luján y Fabricio Carneiro.

Temas:

balotaje Elecciones 2024 Orsi Delgado

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