Había una gran expectativa. En Argentina ya era una leyenda viva del periodismo. Un año antes había estado haciendo televisión en Uruguay, en medio de mil polémicas. Pocas veces habíamos notado tanta expectativa entre los estudiantes. Calculábamos que el auditorio se vería desbordado y por eso habíamos instalado un circuito cerrado en un salón anexo, para que los que no entraran pudieran verlo en un televisor.
Era 2006 y la visita de Jorge Lanata a la Facultad de Comunicación y Diseño de ORT fue un gran acontecimiento.
Lo fuimos a buscar al aeropuerto y los problemas comenzaron pronto. Lanata estaba enojado porque el avión de Pluna había salido tres horas tarde. De todas maneras, no necesitaba excusas para fumar como un condenado. Subió al auto y no demoró diez segundos en encender su primer cigarrillo. La prohibición de fumar en lugares cerrados ya estaba vigente y era sostenida a rajatabla por el gobierno del presidente Tabaré Vázquez. Le dijimos que podía fumar en el viaje si quería, pero que no podría hacerlo durante la conferencia. ¿Por qué?, preguntó. Uruguay prohibió fumar en lugares cerrados, le explicamos. Si no fumo, no puedo dar la conferencia, respondió, tajante. No se puede. Está prohibido. Lanata insistió. Le repetimos: no se puede; es ilegal. Ofreció entonces hablar en la calle. Se le explicó que no era posible, que se había dispuesto un auditorio y un salón contiguo con circuito cerrado en televisión porque había muchísima gente esperándolo. Llevamos a todos los muchachos a la vereda, insistió. Había 200 o 300 personas aguardando para escuchar a Lanata en vivo. Imposible hacerlo en la vereda.
Los mil intentos del decano por convencerlo no dieron resultado y vaya si lo intentó. Cuando llegó la hora de la presentación, hubo que resignarse. Lanata habló y fumó en el auditorio, violando las leyes vigentes. El Ministerio de Salud Pública le puso una multa de 100 unidades reajustables a la universidad. Las notas de prensa se centraron en ese aspecto y omitieron un pequeño detalle: la conferencia de Lanata había sido brillante, la más notable de todas las que me tocó presentar en ORT durante los años que fui coordinador académico, una verdadera lección de periodismo.
Los estudiantes quedaron fascinados. Aquella hora escuchando a Lanata valió oro en términos de alentar vocaciones y despertar la pasión por informar.
"Hay muchos motivos por los cuales el periodismo puede no ser independiente”, dijo Lanata aquella vez. “Pero creo que la peor dependencia es de nosotros mismos. No le echemos siempre la culpa a los demás, a la falta de plata, a la presión política, la peor dependencia es de nuestra propia estupidez, de nuestra cortedad de miras, de nuestros prejuicios, de nuestra manera de pensar la realidad que a veces tiene más que ver con el microclima que con la realidad real".
Tan cierto y tan preciso, aquí y ahora.
Irreverente como siempre, Lanata aprovechó la ocasión para decir que para ser un buen periodista lo mejor no era estudiar periodismo o ciencias de la comunicación, sino otras carreras que te dieran una mayor cultura general.
Hoy, cuando la ignorancia se ha transformado en motivo de orgullo y cada día conquista nuevos espacios, vuelvo a recordar un pasaje de aquella charla:
"La única manera de escribir es leer, no hay otra manera. Hay que leer ficción y leer poesía. ¿Por qué? Porque te vuelven mejor persona (aparte de que te levantás chicas). Un ingeniero hace un mejor puente si lee a Alejandra Pizarnik que si no la lee. Un médico opera mejor si alguna vez leyó a Baudelaire que si no lo leyó. ¿Por qué? ¿Hay alguna relación? Claro que sí, el tipo es más sensible. Si es más sensible va a hacer mejor un puente, va a sacar mejor los dientes y también va a escribir mejor. De eso es lo que se trata, de ser más sensibles".
Luego agregó:
"Somos periodistas: somos una antena que trata de ver qué transmiten las antenas de los demás. La sensibilidad es esa antena: cuanto más sepamos, cuanto más amplios seamos, cuanto más abramos nuestra cabeza, mejor vamos a recibir lo que los demás nos quieren decir".
Y por si el mensaje no había quedado claro:
"Lean más, aprendan más, aprendan inglés, lean francés, lean portugués. Lean más de un diario por día, les pido por favor si quieren ser periodistas. Lean más de un libro por semana si quieren ser periodistas. Y escriban, prueben, tiren papeles".
Cuando llegó al final, el auditorio estaba fascinado.
Terminó al estilo Lanata:
"Peléense con todos y que Dios los ayude”.
Ante la triste noticia de su fallecimiento, volví a escuchar aquella conferencia y a leer algunos pocos y breves intercambios de mensajes que tuvimos en los años siguientes.
En 2013, siete años después de aquella inolvidable ponencia, le escribí preguntándole por cierto tema de la actualidad argentina. Luego de recibir su respuesta, me despedí:
-No te quiero embromar ahora, pero después voy a insistirte para que nos hagas otra visita a ORT. Los estudiantes me lo piden.
Respondió:
-Que levanten la prohibición de fumar.