Hay que ser un fanático ultraderechista para considerar que el Frente Amplio es un rejunte de comunistas que ponen en riesgo el estilo de vida de los uruguayos. Y hay que ser un izquierdista muy ingenuo para creer que esa fuerza política es capaz de realizar cambios profundos en la economía y en la sociedad uruguaya. Quince años de gobierno de la izquierda avalan esta idea y los dichos de dirigentes frenteamplistas en las primeras semanas tras la asunción del presidente Yamandú Orsi nos anotician que nada espectacular ocurrirá en el próximo lustro.
Embed - #PINCELADA | La izquierda ingenua espera cambios profundos pero el "cuco" del FA ya no asusta
Aunque en su seno hay exguerrilleros nucleados en el mayoritario MPP y el Partido Comunista tiene una presencia respetable, ya hace muchos años que el Frente Amplio se transformó en eso que el socialista Francois Miterrand usó como slogan para llegar al poder en Francia en 1981: una fuerza tranquila. Así fueron los 15 años de gobierno del Frente Amplio (2005-2020) y seguramente así serán los cinco años por venir que presidirá Orsi.
Es cierto que durante los gobiernos de Tabaré Vázquez y José Mujica se tomaron medidas de corte progresista como la legalización del aborto y del casamiento entre personas del mismo sexo.
Hubo también un innegable esfuerzo por repartir mejor la riqueza, y los salarios experimentaron un crecimiento nada desdeñable. Comenzaron las excavaciones en predios militares en busca de desaparecidos y se concretaron los primeros hallazgos de cuerpos.
Se llevó a cabo el Plan Ceibal que distribuyó computadoras en todos los hogares con niños y adolescentes estudiantes.
Pero lejos estuvo el Uruguay de sentir que temblaban “las raíces de los árboles” como prometió Vázquez cuando asumió en 2005.
Los pilares macroeconómicos de los gobiernos blancos y colorados permanecieron intocados y cuando fue necesario hacer un ajuste fiscal se hizo, aunque disfrazado bajo el nombre de “consolidación fiscal”.
Además, y contra todo pronóstico, el presidente socialista mantuvo una relación más que amistosa con su par de Estados Unidos George Bush a quien, durante el conflicto con Argentina por la instalación de las pasteras, llegó a consultar por una posible ayuda militar para guerrear contra los vecinos del Plata.
Con esos antecedentes, no hay razones para esperar que la gestión de Orsi provoque un aluvión de cambios ni mucho menos. “No comienza un tiempo de refundación”, aclaró Orsi ya desde el discurso de asunción del 1° de marzo.
Por su parte, el ministro de Economía, Gabriel Oddone, perteneciente a la izquierda moderada, precisó el día en que asumió que “la estabilidad macroeconómica es una política de Estado” y se comprometió a “no ignorar las reglas de funcionamiento de la economía que Uruguay mantiene desde su restauración democrática”.
Por si quedaban dudas, Oddone invitó a la ceremonia a todos los ministros de Economía de los gobiernos anteriores, incluso a Ignacio de Posadas quien ejerció el cargo durante el gobierno de Luis Lacalle Herrera y a quien desde la izquierda siempre se le consideró un neoliberal impiadoso.
Banderas del Frente Amplio el 1 de marzo de 2025
Eitan ABRAMOVICH / AFP
Por otra parte, Oddone dijo a Búsqueda que no habrá cambios en los principales puntos de la reforma jubilatoria aprobada por el gobierno de Luis Lacalle Pou que, entre otras cosas, estableció la edad de retiro en 65 años.
A su vez, desde el Ministerio de Trabajo analizan algunos cambios a la norma que prohíbe las ocupaciones de los lugares de trabajo, pero la variante no es radical. Lo que se propone es permitir la ocupación siempre y cuando realice en forma pacífica y se le dé vía libre al ingreso a los empresarios y a los trabajadores que no participan de la huelga.
El ministro de Trabajo es el comunista Juan Castillo y los sindicalistas tienen expectativas acerca de su gestión. Un operador frenteamplista dijo a El Observador que es de esperar que en las negociaciones tripartitas, Castillo trate de “poner el dedo en el platillo de los trabajadores” antes que en el de los empresarios. “Pero no se esperan grandes desequilibrios”, sostuvo.
Por su parte, el subsecretario de esa cartera, Hugo Barreto, declaró a Búsqueda que los 15 años de gobierno de la izquierda prueban que “no hay nada que temer desde el punto de vista de las libertades”. “De hecho, tengo alguna información sobre personas que, lejos de retirarse, van a invertir en mayor grado en Uruguay o traer, incluso, nuevas inversiones”, aseguró.
Incluso, aquellos sectores de la izquierda más ortodoxa que antes de las elecciones habían cuestionado el nombramiento de Oddone como ministro de Economía parecen estar volviendo sobre sus pasos. Es así que la senadora de Casa Grande, Constanza Moreira, quien antes de los comicios había cuestionado al economista por ser representante “del gran empresariado”, dijo hace unos días en Desayunos informales que “quizás su amistad con el sector empresarial, en un momento en el que el país requiere financiamiento e inversiones, no venga mal”.
Acerca de las políticas de seguridad pública, no se prevén demasiados cambios a lo hecho en los últimos 20 años.
Lo que sí plantea la izquierda es la necesidad de atacar con el mismo vigor las causas – la extrema pobreza- como las consecuencias del accionar delictivo.
En ese sentido, habrá que prestarle atención a las medidas del Frente Amplio para paliar la indigencia y es aquí donde puede producirse un choque entre quienes quieren abrir la canilla de dinero para planes sociales y quienes advierten que se debe andar con cuidado.
La ministra de Vivienda, Cecilia Cairo, perteneciente al MPP, prometió que va “a gastar” para asistir a los más desposeídos aunque se quede sin un peso. “Si vivís en una casa que se te llueve, hay que cambiarte las chapas hasta que tengas la casa definitiva. ¿No tenés baño? Hay que hacerte el baño para que te puedas bañar. Tengo que tener resultados. Ir al presidente y decirle ‘me quedé sin plata’. Y él me va a ayudar”, aseguró.
En esa tensión entre los ministros más volcados a la izquierda –el de Desarrollo Social, es el socialista ortodoxo, Gustavo Civila- y el de Economía, quizás se juegue la posibilidad de que el gobierno del FA vire más o menos hacia la siniestra, aunque sin esperar grandes transformaciones.
En las relaciones internacionales, el Frente Amplio arrancó marcando distancia con el gobierno de Luis Lacalle Pou al desconocer tanto a Nicolás Maduro como a Edmundo González como presidentes legítimos de Venezuela. Pero, por lo demás, el canciller Mario Lubetkin dijo que quiere negociar con quien se le ponga enfrente y habló de consolidar el Mercosur pero también de avanzar en la firma de un acuerdo con la Unión Europea y de buscar “las mejores relaciones con socios históricos y estratégicos como Estados Unidos”.
En definitiva, aunque las ideologías se resisten a morir en el mundo, en Uruguay, por lo pronto, parece que habrá que preparar la lupa para encontrar las diferencias entre la derecha que se fue y la izquierda que retorna al gobierno sin ánimos refundacionales, dejando atrás las grandes utopías y aspirando, al decir de Orsi, a la doméstica “revolución de las cosas simples”. Cuestión que no se sabe qué es, pero que suena bastante inofensiva.