El presidente Luis Lacalle Pou empezó el año anunciando que renunciará a la banca en el Senado que le correspondía por las elecciones de 2024. Aunque ya había adelantado que no asumiría como senador, ahora fue mucho más radical: no estará en el Parlamento ni en el Directorio, y ambas decisiones tienen su porqué en la estrategia que intentará llevar adelante el presidente saliente que quiere volver a ser presidente.
Lacalle Pou dijo que era tiempo de dejarle lugar a otras personas que fueron electas y que su decisión se relacionaba a la decisión de “estar con la gente, que es lo que me gusta, lo que me mueve y mi vocación". Lo que no dijo explícitamente con palabras pero sí con pelos y señales, es que trabajará para ser nuevamente presidente, lo que supondrá derrotar al Frente Amplio que asumirá el gobierno en pocas semanas, para lo cual deberá definir cómo lo hace: ¿cómo líder del Partido Nacional o como líder de la coalición republicana o de alguna coalición que le permite superar la votación superior que logra el Frente Amplio desde hace 20 años?
El presidente saliente termina su gestión con un altísimo nivel de aprobación, hasta el punto de que el 30% de quienes votaron a Yamandú Orsi dicen que aprueban su gestión. Esta buena imagen no se trasladó a las preferencias de los votantes en noviembre del año pasado, tal vez porque muchos uruguayos cada vez más votan a un candidato y no necesariamente a un partido.
Esto puede parecer una paradoja, en un país con un sistema fuerte de partidos políticos, pero es posible la convivencia de ambos factores en un electorado que está cambiando. En noviembre elegimos entre dos candidatos que representan la centro derecha y la centro izquierda, algo así como “bichos raros” en un mundo cada vez más polarizado donde cada vez se escucha hablar más de radicalismos y ultras.
Lacalle Pou ya estudió los números, los fenómenos, los nuevo alineamientos, la reacción en las ciudades, en los pueblos y en el campo, y en estos cinco años deberá no solo encontrar la forma de ganar votos donde los perdió su candidato, sino de convencer a los uruguayos de que es hora de que se sacudan la modorra política que nos afectó en este período eleccionario. Es un gran desafío, considerando que las campañas son demasiado largas y que ya estamos hablando de la próxima.
“Parto de Adam Przeworski de que la democracia frustra, porque lo normal es encontrar electores desencantados, electores enojados, decepcionados. Eso es lo que fabrica casi inexorablemente la democracia, porque la democracia no puede cumplir con todas sus promesas. Por lo tanto, hay que estar siempre extraordinariamente atentos, alertas a cualquier señal de apatía, a cualquier señal de disgusto de descontento, de decepción”, dijo el año pasado el politólogo Adolfo Garcé en una entrevista con Diálogo Político. No es una contradicción decir que la democracia nos hace mucho bien y, tal vez por eso mismo, nos adormece un poco.
Lacalle deberá, además, surfear cinco años como opositor y tendrá decidir qué oposición hace personalmente y qué oposición intentará que hagan sus actuales aliados, a la mayoría de los cuales tampoco les fue bien en la primera vuelta. Puede decidir hacer lo que dice, y evitar oponer de la forma en que él considera críticamente que lo hizo el Frente Amplio (no a casi todo), o puede hacer una oposición voraz que impulse su figura pero seguramente perjudique al país a la hora de tomar decisiones vitales para el presente y futuro cercano. Su decisión marcará un ejemplo para el resto de la oposición. Como siempre, será una incógnita qué tipo de oposición valora el uruguayo promedio: ¿la mediadora que suma y construye o la rabiosa que sigue marcando perfiles que, en los hechos, no son tan contradictorios al menos en los objetivos?
El presidente hizo bien en tomar la decisión de alejarse del Parlamento, por muchas razones. Le queda chico, le complica la operativa y lo puede dejar encerrado en discusiones eternas y poco productivas. Su estilo de hacer política, la que ahora lo convirtió en un líder que se percibe como cercano y accesible, ya no pega con la rigidez institucional a la que obliga una banca en el Senado. A lo largo de su larga carrera política, el actual presidente entendió que lo único que gana votos es el contacto cercano y constante con cada uno de los uruguayos a los que pueda tocar, sonreír, hablar y sacarse una selfie.
Su intención de integrarse al Centro de Estudios para el Desarrollo (CED), un think tank dedicado al análisis de políticas públicas, es una buena idea en tanto lo mantendrá activo en la esfera política, pero desde una posición más reflexiva y estratégica. Si continúa con su estilo, esto no lo alejará de la gente; si utiliza con inteligencia ese rol podrá influir en el debate público y en la formación de políticas, con la autoridad que le confiere haber sido presidente y, ojalá, el equilibrio que los uruguayos deberíamos exigir de un potencial futuro presidente.
Lacalle Pou aún no terminé. Ni su período presidencial ni su carrera político electoral. El riesgo, para él y para todos los que hacen política, es que una campaña tan larga resulte agobiante. Todo dependerá de las palancas que mueva y de las intensidades. Cinco años es muy poco y, al mismo tiempo, un largo período en que pueden suceder muchas cosas absolutamente imposibles de prever.