A casi una semana del balotaje que puso fin a un interminable proceso electoral, sigue habiendo muchas puntas para el análisis. Mientras el presidente electo Yamandú Orsi se embarca en la transición, se concentra en designar a los hombres y mujeres que lo acompañarán en su gestión y empieza a dar señales con sus primeros movimientos, también el otro bloque, de la llamada coalición republicana, intenta definir cómo trabajará estos cincos años sin perder la mirada en 2029.
Ya en la noche del domingo luego del trago amargo de la derrota, los líderes de los partidos que ahora serán oposición empezaron a conversar sobre funcionar en forma coordinada durante estos cinco años. Asimismo, se empezaron a escuchar voces, que ya habían surgido antes del balotaje, que plantean que es la hora de que los partidos de la coalición se unan bajo un mismo lema para votar juntos. De eso te hablaré en esta newsletter EnClave.
La era bipartidista
“…Ha llegado la hora de que los partidos fundacionales, sin perder su esencia y su propia individualidad, busquen la manera, objetiva e institucional, de actuar juntos en la vida política nacional. No se trata de renegar de su historia, de sus ideas fundamentales o de hasta su propia institucionalidad, pero sí de buscar alianzas permanentes y formales que les otorguen unidad de gestión y representación. Nadie pide la desaparición de los viejos partidos que construyeron el país, pero sí que se organicen y funcionen dentro de ciertos criterios y pautas que le otorguen una forma institucional común”.
Perfectamente se podría haber leído esa frase esta semana pero la lanzó en mayo de 2005 quien fuera asesor del presidente Jorge Batlle, el abogado quincista Carlos Ramela, en una columna de opinión que se publicó en El Observador. En aquel momento también apoyaron la idea los ex presidentes Luis Alberto Lacalle y el propio Batlle con el objetivo común de derrotar al Frente Amplio después de que la izquierda había llegado al poder con una aplastante mayoría en primera vuelta.
Veinte años después una nueva derrota por una distancia que finalmente fue de 93 mil votos, terminado el escrutinio de la Corte Electoral, vuelve a surgir la idea de que quienes integraron la coalición que gobernó estos cinco años se unan bajo un mismo lema.
La idea reúne a varios adeptos en el oficialismo actual -que proponen replicar a escala nacional los acuerdos que se pondrán en marcha en mayo próximo para los departamentos de Montevideo, Canelones y Salto- pero también encuentra resistencias bajo el argumento de que los partidos tradicionales no pueden desaparecer y perder identidad.
Esa resistencia hace difícil pensar que pueda ser una realidad para 2029. De todos modos, será tarea de quienes la impulsan trabajarla, madurarla, propiciar los debates internos en los partidos y en los territorios –en el caso de los blancos hay que ver si encuentra adeptos entre los militantes del interior-. También se sabe que implementar ese tipo de acuerdos requerirá sacrificios.
No se puede olvidar que al Frente Amplio le llevó 33 años llegar al poder desde que se fundó. Pero la coalición de izquierda se consolidó al punto de convertirse en la fuerza política más votada. En ese espacio en el que confluyen diferentes visiones y diferentes ideologías con unos objetivos en común, los partidos no han perdido su individualidad sino que han aprendido a convivir.
Nada de eso podrá faltar en la coalición de derecha. Si solo se hace con un fin de cálculo electoral para impedirle a la izquierda volver a ganar, difícilmente se pueda consolidar. Tendrá que ser una organización que actúe en forma coordinada con autoridades y candidatos en común y sobre todo tendrá que mostrarse como una fuerza política que quiera ser garante de unos principios y unos objetivos en común que sea capaz de defender sea gobierno o sea oposición.
El camino de la coalición y los obstáculos que tendrá que sortear
Delgad
Bunker de la coalición republicana, balotaje 24 de noviembre de 2024. Álvaro Delgado.
Foto: Leonardo Carreño
El triunfo del Frente Amplio dejó la interrogante sobre cómo funcionará la coalición en el próximo período si se mantendrá como un bloque unido –como planteó el excandidato colorado Andrés Ojeda en la noche del domingo- o si cada partido irá tejiendo sus propios acuerdos en función de sus intereses.
Desde la propia coalición, quienes impulsan el seguir funcionando como bloque plantean que exista un espacio de coordinación que se reúna con periodicidad, donde cada uno de los socios tenga peso y roles diferenciados, de acuerdo con los pesos electorales. También apuntan a que existe un programa en común -el Compromiso por el país 2- que debería ser la guía para hacer valer ciertas propuestas y tener una posición única con respecto a ellas.
De todos modos, como una garantía para que ese ámbito de coordinación funcione, hay quienes creen que también se debería dejar que cada partido pueda hacer acuerdos y votar separado en temas puntuales.
La coalición como bloque parece que tendrá algunos obstáculos que sortear. En ese sentido Cabildo Abierto ya ha mostrado señales contradictorias. El propio Manini condicionó el seguir en la coalición si tienen “visiones comunes” frente a determinados temas. Sin embargo el diputado electo Álvaro Perrone dijo que se inclina a ser “un poco más independiente (de la coalición)”, como te contó Diego Cayota en esta nota, y el propio Manini mantuvo una reunión con Mujica esta semana en la que le planteó y surgió la posibilidad de que Cabildo apoye algunas iniciativas del gobierno de Orsi.
En el Partido Colorado ya se están notando algunas divisiones que complejizan el funcionamiento y cuesta imaginarse cómo se trasladará una única visión del partido a la coalición con el perfiilismo que está marcando Pedro Bordaberry.
Un hecho significativo fue la reunión que mantuvo Bordaberry con Orsi este miércoles, al ser el primero de la coalición en reunirse con el presidente electo. En un claro intento de diferenciarse del Ojedismo, el colorado dijo que lo hizo para presentarle al futuro mandatario cómo será su trabajo parlamentario de la bancada de Vamos Uruguay -publicó una foto de su bancada que estará compuesta por dos senadores y 13 de los 17 diputados del partido- y para acercarle propuestas para el combate del narcotráfico.
El hecho de haberle pedido esa reunión cuando nadie lo había pedido hasta el momento, generó malestar. El también senador electo Robert Silva dijo a DobleClick (Del Sol FM) que el encuentro debilita al Partido Colorado.
Por último, pero no por eso menos importante sino que será lo más trascendente de la futura oposición, es el rol que jugará el presidente Luis Lacalle Pou.
Aún no está claro si asumirá la banca en el Senado. En la coalición creen que no lo hará pero hasta el 1 de marzo, cuando le pase la banda presidencial a Orsi, se mantendrá en la gestión gubernamental. Si no asume, Delgado se mantendrá como el senador principal del Partido Nacional y podrá jugar un rol clave en la gestíón parlamentaria.
De todos modos, esté o no en un cargo o aparezca para marcar perfil frente a determinados temas, es el líder indiscutido de la oposición. Pero también sabe que pese a ser el uno para una de las mitades del país, los tiempos que vienen ya no serán de personalismos. Para volver a ser gobierno necesitará a los socios con los que gobernó y para constuir un nuevo partido o seguir votando juntos los necesita a todos.