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El Observador | Leonardo Pereyra

Por  Leonardo Pereyra

Columnista político
23 de febrero 2025 - 5:05hs

El éxito de un presidente debería medirse menos por lo que hace y más por lo que evita. Porque desde el poder es necesario evitar desequilibrios financieros, económicos e institucionales, evitar muchas cosas que luego nadie va a reconocer o agradecer porque nunca ocurrieron y, lo que no sucede, es complejo de mensurar, ha advertido más de una vez el exmandatario Julio Sanguinetti.

Con esa dificultosa vara de medida, ¿cuántas cosas negativas evitó Luis Lacalle Pou durante la gestión que culmina este 1° de marzo? Por lo pronto la economía no se tambaleó, el PBI cierra el 2024 al alza, el poder adquisitivo de los salarios es superior al de 2020, y la indomable pobreza se mantuvo en niveles similares a los del último año del gobierno del Frente Amplio.

Previsiblemente, desde la izquierda hablan de una gestión fracasada y desde el oficialismo en retirada celebran el supuesto éxito de la labor de Lacalle Pou.

Los hechos evidentes y los números fríos se prestan para las lecturas menos interesadas. Para empezar, Lacalle no pudo impedir que la coalición que lideró desde el Poder Ejecutivo perdiera las elecciones contra el Frente Amplio.

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El candidato preferido de Lacalle Pou, Álvaro Delgado, fue superado por más de 100 mil votos por Yamandú Orsi y a nadie se le escapa que el exsecretario de la Presidencia representaba bastante fielmente lo malo y lo bueno de la gestión que termina.

¿Es achacable, entonces, la derrota del pasado noviembre a lo hecho por Lacalle Pou? Sí y no. Si bien Delgado prometía mejor de lo mismo, es evidente que no calza los mismos puntos que el hijo de Luis Lacalle Herrera. Buena parte de los blancos está convencida de que si Lacalle Pou hubiera podido aspirar a la reelección que la Constitución le impide, el 1 de marzo no se vería obligado a entregar la banda presidencial.

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Se basan en el 58% de aprobación que le otorgó una encuesta de Equipos Consultores del pasado diciembre contra el 25% de evaluación negativa. Además, fue el mejor rankeado este febrero entre sus colegas de Latinoamérica. Según el sondeo de CB Consultora, el mandatario uruguayo recogió un 51,5% de imagen positiva, seguido por Javier Milei (Argentina) con 49,3% y por Daniel Noboa (Ecuador) con un 46,7%.

Lacalle Pou debió atravesar momentos más o menos dificultosos durante su mandato que vadeó con distinto éxito. La pandemia que asoló al mundo le pegó de lleno ni bien asumió en la Torre Ejecutiva y –pese a que desde el Frente Amplio se le acusó de haber descuidado la salud de los uruguayos- la política de “libertad responsable” le permitió salir airoso e incluso fortalecido de la emergencia.

Más tarde, el custodia presidencial Alejandro Astesiano fue encarcelado por montar desde la Torre Ejecutiva una maraña de hechos delictivos que incluyó una red de falsificación de documentos y el intento de tráfico de influencias. Aunque Lacalle Pou se defendió argumentando que se había sentido defraudado en la confianza depositada en Astesiano, lo cierto es que sabía del historial oscuro de este hombre que tenía 30 indagatorias policiales sobre sus espaldas y un procesamiento por estafa. Luego, fue golpeado por el caso que involucró la entrega de un pasaporte al narcotraficante Sebastián Marset que terminó con las renuncias de varios jerarcas.

El encarcelamiento del senador nacionalista Gustavo Penadés por delitos sexuales en nada mancha al mandatario saliente pese al respaldo que este le otorgó conocidas las primeras denuncias.

“Yo le pregunto a cualquiera de ustedes: viene un amigo de ustedes, una persona que conocen hace 30 años, los mira a los ojos y dice ´yo no fui, yo no hice nada, no es cierto´. ¿A quién le cree cualquiera? Sería un mal amigo si no le creo, no sería amigo, no tendría confianza”, dijo en aquel entonces el mandatario.

Pero Penadés era una figura respetada por todo el espectro político y cuando se conocieron las primeras denuncias, incluso dirigentes del Frente Amplio le expresaron su solidaridad.

Acerca de su relación con los socios de la coalición oficialista, Lacalle Pou les cedió los espacios mínimos necesarios como para mantener unido el bloque. Lejos de ser generoso en la participación ofrecida, el líder nacionalista ejerció el poder de modo vertical, lo que le valió principalmente las críticas de Cabildo Abierto. La rebeldía del sector liderado por Guido Manini Ríos no fue respaldada por los votantes que en las pasadas elecciones redujo a Cabildo a un 2%, lejos del 11% alcanzado en los comicios de 2019.

Lo que evitó Lacalle Pou es difícil de mensurar y lo hecho no le alcanzó para que los blancos fueran reelectos en el gobierno. Pero tras visitar las alturas del poder, Lacalle Pou ganó estatura política. Lo que evitó Lacalle Pou es difícil de mensurar y lo hecho no le alcanzó para que los blancos fueran reelectos en el gobierno. Pero tras visitar las alturas del poder, Lacalle Pou ganó estatura política.

En cuanto al Partido Colorado, Lacalle Pou ejerce allí una fuerte seducción sobre el ganador de la interna pasada, Andrés Ojeda, quien no ha parado de elogiarlo y se le quiere parecer. No ocurre lo mismo con el otro líder colorado, Pedro Bordaberry, quien ha sido crítico con varias decisiones adoptadas por el presidente.

Lacalle Pou en la pista de atletismo Darwin Piñeyrua

Además de los índices de popularidad que reflejan las encuestas, el dato que mide la fortaleza como político de Lacalle Pou tras los cinco años de desgaste en la cima es que ahora, otra vez en el llano, continúa entusiasmando a sus seguidores.

Lacalle Pou fue ratificado como líder del Partido Nacional y pocos dudan que volverá a ser candidato presidencial en las elecciones de 2030 representando primero a su colectividad y luego resto de la Coalición Republicana.

“Todos reconocemos un liderazgo único y es el de Lacalle Pou”, dijo el orientador del Espacio 40, el senador Javier García. “Lacalle Pou es el líder indiscutido de la coalición de gobierno”, reafirmó el intendente de Durazno, Carmelo Vidalín, tras las elecciones de noviembre.

Lacalle Pou llegó al gobierno bajo la mirada crítica de la izquierda que, mayormente, veía en él a un pituco de Carrasco, inmaduro, enemigo del Estado e insensible ante los sufrimientos de los que menos tienen.

Desde el gobierno, el líder blanco mostró un aplomo que sorprendió incluso a sus defensores y reivindicó la presencia de un Estado “fuerte” para auxiliar a los más indefensos.

“En Uruguay le decimos hacer piecito. Cuando uno era bajo y no podía saltar el muro le hacían piecito. Tenemos que tener un Estado fuerte para que el individuo pueda gozar de la libertad. No todos podemos disfrutar de la libertad. Acá seguramente casi todos se vayan en auto, duerman calentitos, los hijos estudien, mañana tienen laburo y tienen salud decente. Ahora, qué difícil gozar de la libertad individual si se vive en un rancho, si no se tiene acceso a una salud, si mis hijos no estudian y por ende no tienen una luz al final del camino para esforzarse”, dijo en abril pasado en una conferencia organizada por el presidente argentino Javier Milei.

Durante su gestión, la pobreza estructural pervivió casi intocada. Pero lo mismo se puede decir de lo hecho por las administraciones de izquierda. Ni el Frente Amplio ni la Coalición Republicana les han dado una solución definitiva a aquellas personas que viven en cantegriles ni a la violencia narco que acecha diariamente a quienes viven en la periferia.

En definitiva, su presidencia no fue ni memorable ni desastrosa. Lo que evitó es difícil de mensurar y lo hecho no le alcanzó para que los blancos fueran reelectos en el gobierno. Pero tras visitar las alturas del poder, Lacalle Pou ganó una estatura política que, otra vez en el llano, le permite mostrarse como el único líder indiscutido del sistema de partidos –ese lugar en el FA y en el Partido Colorado está en disputa-.

Con sus luces y sombras, trascendiendo herencias políticas, confirmando algunos prejuicios y espantando otros, Lacalle Pou transita sin despeinarse demasiado estos tiempos en donde la exposición permanente de la clase dirigente en medios de comunicación y en las redes desgasta liderazgos y suele tragarse las ambiciones de los aspirantes al poder.

Temas:

Yamandú Orsi Frente Amplio 1 de marzo Gobierno

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