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7 de enero 2025 - 13:23hs

Uno de los efectos más fuertes de la pandemia fue que evidenció la crudeza y la dureza de las vulnerabilidades, que se gestan en las intersecciones perversas entre factores internos y externos a la educación, y que afectan el bienestar, salud y desarrollo de las generaciones más jóvenes, así como lesiona el derecho a la educación y a los aprendizajes.

Un cuadro múltiple de vulnerabilidades interpela las capacidades efectivas que tienen los sistemas educativos de garantizar y sostener aprendizajes de calidad para las y los alumnos cualquieras sean sus contextos, circunstancias, motivaciones, identidades y capacidades. Nos alertó sobre un conjunto interconectado de debilidades sociales, culturales, institucionales, curriculares, pedagógicas y docentes que impiden desarrollar y lograr una educación de calidad para todas y todos por igual (Reimers & Opertti, 2021; West, 2023).

Poner en el tapete las múltiples fragilidades de las generaciones más jóvenes puso también en discusión la efectividad de las políticas educativas asentadas en considerar a las y los alumnos como metas de aprendizaje y esencialmente como receptáculos de propuestas educativas altamente prescriptivas y sin margen para que los mismos puedan tener el derecho a algún grado de elección de temas, contenidos, áreas de conocimientos y disciplinas – comúnmente conocido como libertad curricular (Opertti, 2023).

La participación de las y los alumnos, queda muchas veces acotada a ser consultados en los procesos de cambio educativo, y bajo la duda si efectivamente dichas consultas dan cuenta de la diversidad de aspiraciones, ideales y necesidades de las generaciones más jóvenes. Las consultas son insumos que pueden nutrir los procesos de cambio, pero, en modo alguno, legitimarlos y sostenerlos.

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La reflexión sobre las generaciones futuras y su centralidad en los procesos de cambio educativo adquiere una renovada impronta en la pospandemia, ya que se entiende que la transformación de la educación requiere poner el foco en forjar futuros esperanzadores y sostenibles para las mismas. La dimensión del futuro es clave para reimaginar la educación en sus propósitos, contenidos y estrategias, así como en su entronque con imaginarios y aspiraciones sociales.

En el marco de la Cumbre Transformación de la Educación convocada por el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, en 2022, se presentó la Declaración de la Juventud sobre la Transformación de la Educación, cuyo objetivo es impulsar el compromiso político con la necesidad de transformar la educación sustentado en que los jóvenes sean copartícipes de dicho proceso (Naciones Unidas, 2022a; 2022b).

Se gestó como resultado del proceso liderado por la Oficina del enviado del secretario general para la Juventud en el que participaron unos 450.000 jóvenes. La declaración constituye un punto insoslayable de referencia para repensar la educación y los sistemas educativos desde una mirada intergeneracional componedora, fina, propositiva y transformacional (Opertti, 2023).

Rasgos salientes de la Declaración:

(i) Los jóvenes como socios y colaboradores a lo largo del proceso de transformar la educación, basados en diálogos intergeneracionales en pie de igualdad y de responsabilidades compartidas con el mundo adulto.

(ii) Un enfoque interseccional, intersectorial y transversal que haga efectivos principios como derechos humanos, desarrollo sostenible, igualdad de género y justicia climática.

(iii) Desmantelar actitudes coloniales, racistas, misóginas y otras actitudes discriminatorias y reconocer el valor de conocimientos indígenas y locales.

(iv) Promover una educación inclusiva que acepte la diversidad y garantice la plena participación de todos los estudiantes en el mismo ámbito de aprendizaje.

(v) Educar para la justicia climática y desarrollar habilidades necesarias para mitigar la crisis climática y aumentar la resiliencia.

(vi) Fomentar la libertad académica y habilidades como pensamiento crítico, imaginación, comunicación e innovación.

(vii) Garantizar que todos los niños puedan recibir una educación temprana y aprendan habilidades básicas en la escuela primaria.

(viii) Realizar un llamado a invertir estratégicamente en educación.

(ix) Dignificar la formación docente y sus condiciones de trabajo.

Dos años después, la Declaración sobre las Generaciones Futuras aprobada en la Cumbre del Futuro de 2024 refuerza la necesidad del diálogo y del compromiso intergeneracional para forjar presentes y futuros mejores. El derecho al desarrollo forma parte de una concepción comprensiva de derechos humanos, vinculado al derecho a la educación y aprendizajes relevantes y sostenibles.

Temas clave planteados:

  • Fortalecer políticas públicas con enfoque en el futuro, centradas en las necesidades de las generaciones futuras.
  • Democratizar conocimientos para empoderar a las generaciones jóvenes como agentes de cambio.
  • Promover análisis anticipatorios de riesgos y prácticas sostenibles desde la educación.
  • Proteger a los sectores más vulnerables, especialmente en situaciones de crisis.
  • Fomentar alianzas intergeneracionales, equilibrando intereses educativos con las necesidades de las y los alumnos.
  • Fortalecer el multilateralismo para evidenciar los impactos intergeneracionales de políticas y programas.

En síntesis, la pospandemia ha visto emerger una agenda educativa con potencial transformador, aunque su éxito dependerá de la voluntad de las generaciones adultas y de quienes lideran los sistemas educativos en permitir que las generaciones futuras puedan liderar y hacerse cargo de sus vidas en un planeta sostenible y habitable.

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