Que balbucea, que no tiene definiciones claras, que se esconde para no debatir, que habla como Cantinflas, que se parece a Tribilín. Las críticas del oficialismo hacia el candidato presidencial del Frente Amplio, Yamandú Orsi, son cualquier cosa menos livianas.
Pero la coalición de izquierda es una fuerza política que, desde hace años, representa un bloque sólido con una base de votos que va más allá de las características del candidato elegido para representarlos. “En Montevideo ganamos con una heladera”, dijo en algún momento el exvicepresidente Raúl Sendic.
Y el piso que muestran las encuestas con el titubeante Orsi a la cabeza del FA no baja del 43% según el sondeo que se examine ¿Es Orsi el candidato frágil y fácilmente criticable que creen en la coalición de gobierno? Es claro que el exintendente de Canelones no es un dechado de rotundidades. “Esa respuesta no la tengo”; “No lo tengo como propuesta”; “No sé, no lo tengo decidido”. “No sé, lo veremos con el equipo”; “Depende, no sé. Hoy no lo tengo”; “Depende de los climas”; “No, no, no se me ocurrió todavía”; “No sé. No sé, no puedo aventurar eso”, “Se verá”. Estas fueron algunas de las respuestas ofrecidas por Orsi en la entrevista que publicó este lunes El Observador y que le sirvieron al oficialismo para remarcar la imagen del postulante vacilante hasta el hartazgo.
Ante la pregunta acerca de si “su forma de expresarse le genera dificultades”, Orsi respondió: “No. Al contrario, es mi virtud. Soy docente, tengo la necesidad permanente de explicar más, y más, y más. Si se considera una dificultad en el marketing, allá el marketing. Yo no voy a dejar de ser yo. Ahora, capaz podría hablar distinto, disfrazarme, hacerme el coso, pero soy docente y tengo esa debilidad, que es una debilidad que a su vez tiene que ver con una virtud”.
¿Hay virtudes en el aparentemente balbuceante discurso de Orsi? Posiblemente sí. Para empezar, no es claro que el grueso de la gente preste demasiada atención a algunas de sus dificultades para expresar lo que piensa. “La gran mayoría de la gente no son oradores. Quiere creerle a los políticos, no que le den una clase de oratoria”, dijo a El Observador un operador frenteamplista.
Por su parte, el dos veces presidente colorado Julio Sanguinetti dijo en el programa Periodistas de Canal 5 que probablemente los “analistas” se equivocan al evaluar el desempeño público del candidato de la izquierda.
“En términos tradicionales Orsi tiene un desempeño modesto, porque no luce, porque no brilla. En términos contemporáneos no es tan malo como dicen todos los analistas. Porque, ¿es creíble o no es creíble? Cuando expresa una duda la gente ve a una personas honesta, yo lo considero un tipo honesto. No creo que vaya a poder gobernar bien porque no tiene fuerza personal y política para manejar a los sindicatos o para dominar al Frente. Pero vuelvo a decir: en términos tradicionales se le critica mucho, en términos contemporáneos, no tanto”, dijo Sanguinetti.
No obstante, la coalición seguirá pegando en las inconsistencias y en los silencios de Orsi. “Es hora de que abra la boca”, insiste el senador blanco Sebastián Da Silva quien le puso a Orsi el apodo de Tribilin achacándole la pachorra de la caricatura de Disney.
Un operador nacionalista dijo a El Observador que los riesgos de una futura presidencia de Orsi trascienden sus dificultades para explicar conceptos, pero advirtió que no hay que exagerar en los cuestionamientos. “Creo que la falta de ideas concretas (de Orsi) esta prendiendo en sus votantes y puede afectar indecisos. El tema es no pasarse en la caricatura”, señaló.
¿Hay virtudes en el aparentemente balbuceante discurso de Orsi? Posiblemente sí. Para empezar, no es claro que el grueso de la gente preste demasiada atención a algunas de sus dificultades para expresar lo que piensa. ¿Hay virtudes en el aparentemente balbuceante discurso de Orsi? Posiblemente sí. Para empezar, no es claro que el grueso de la gente preste demasiada atención a algunas de sus dificultades para expresar lo que piensa.
Es claro que Orsi no exhibe la verba inflamada de pasados candidatos de la izquierda y sus rivales de ahora, el nacionalista Alvaro Delgado y el colorado Andrés Ojeda, lo superan a la hora de exponer con mayor o menor claridad sus ideas ante la platea.
Pero no está claro que el clavo en donde golpea el oficialismo se hunda en el sitio esperado. La persistencia en cuestionar sin piedad la facilidad de palabra de Orsi puede llevar a que algún indeciso se pare del lado de ese que se le parece en sus debilidades, y no de aquellos que señalan sus falencias.
Por lo pronto, en el Frente Amplio ya están abonando el rol de víctima ante lo que consideran un abuso, una especie de bullying contra su candidato. “Han hecho una prédica bastante ramplona en decir que (Orsi) no sabe hablar, que tartamudea. En todo caso, si tartamudeara, es un defecto físico y la gente no se debería burlar de eso”, dijo la exvicepresidenta Lucía Topolansky en declaraciones al programa En Perspectiva.
A la vez, un operador frenteamplista señaló que la táctica de Orsi de evitar confrontar con sus adversarios resulta “poco motivadora” para un sector de la militancia frenteamplista que lo votará pero que tal vez no tenga ganas de “salir a convencer a sus vecinos”.
Como sea, por ahora las encuestas dicen que en un balotaje, Orsi vencería con cierta comodidad tanto a Delgado como a Ojeda. A lomos del Frente Amplio, el exintendente canario parece encaminarse hacia la presidencia superando su decir vacilante. Pero si el domingo 27 la izquierda no gana en primera vuelta y, más aún, si no alcanza la mayoría parlamentaria, el mazo volverá a ser barajado. Y Orsi se verá obligado, por ley, a debatir camino al balotaje. Entonces se sabrá si aquellos que caricaturizaron al candidato frenteamplista afinaron bien el lápiz, o si la mayoría de los uruguayos eligió transitar un camino diferente al dibujado por el oficialismo.
