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5 de marzo 2025 - 16:20hs

La disrupción implica asumir que los cambios son exponenciales, complejos, inciertos, impredecibles y afectan todos los órdenes de la vida. No hay por así escapatoria a la disrupción, o resulta ilusorio negar su existencia refugiándose en la creencia que los cambios puedan ser incrementales, escalonados y predecibles, o de alguna forma, controlables.

Una educación que asuma las disrupciones confiere renovados sentidos y contenidos al siempre complejo y fascinante acto de educar, e implica repensar en su globalidad los marcos de pensamiento y de acción. Bajo esta impronta, la UNESCO sugiere avanzar en un renovado contrato o acuerdo social en educación con foco en forjar futuros mejores para las nuevas generaciones, y ambientando maneras más inclusivas y componedoras de diálogos y construcciones colectivas entre diversidad de instituciones y actores de dentro y fuera de los sistemas educativos (Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación, 2021). Se necesita de nuevas maneras de conversar, entenderse y colaborar entre estado, educación, sociedad civil, sector privado y ciudadanía.

Quizás el mayor de los desafíos yace en avanzar hacia enfoques intergeneracionales que se sustenten en la confianza y el respeto recíproco, así como en la solidaridad, la justicia, la cohesión y la empatía entre generaciones. Las visiones adulto-céntricas y auto referenciadas a las internas de los sistemas educativos, provocan, entre otras cosas, el distanciamiento, la desconfianza y el rechazo, desde los propios sistemas, hacia aquello que es visto como exógeno a la educación. Muchas veces se reivindica el principio de “no interferencia” de la sociedad en la educación.

António Nóvoa, referente internacional de fuste en educación, que es actualmente profesor en el Instituto de Educación de la Universidad de Lisboa, argumenta que el contrato social moderno se basa en tres ejes:

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  • la relevancia tanto del rol del estado, así como de la participación ciudadana en fortalecer la educación como un derecho humano y un bien común. Esto implica mayores niveles de entendimiento entre estado, sociedad civil y ciudadanía, y en particular, de concientización en torno a que tal cual aseveran los especialistas en educación de la UNESCO, Elena Toukan y Sobhi Tawil (2024), la educación no solo forma capital humano y coadyuva al crecimiento económico, que por cierto es necesario, sino tiene un valor en sí misma que hace a una sociedad integrada, inclusiva, cohesionada y de cercanías.

  • la diversificación de los espacios escuela tanto hacia su interior como hacia otros espacios de aprendizaje, no formales e informales, y de intensa conexión con la sociedad en su conjunto. Ciertamente la inteligencia colectiva de un país se fortalece en la medida en que la escuela penetra más fuertemente en la sociedad. Nóvoa menciona la idea de ciudad educadora desarrollada por Paulo Freire, destacado referente de la educación y de la pedagogía a escala global. Esencialmente, esto implica la conjunción e interacción entre múltiples oportunidades y espacios generados al interior de las cuidades que contribuyen a la formación integral de las personas y a responder a diversas necesidades de la sociedad.

  • la dimensión específicamente pedagógica que se organiza en torno al trabajo de las y los alumnos con el apoyo del educador como referente y facilitador de múltiples experiencias de aprendizaje. Se cuestiona el rol pasivo del alumno como oyente asociado a los modelos más tradicionales de escuela.

El contrato social esbozado por Nóvoa se asienta en fortalecer lo que es común y une a la sociedad en torno a valores y referencias universales que, a la vez, abrigan a los particularismos. La noción de común no implica uniformizar sino buscar lo que es compartido por diversidad de credos y afiliaciones como expresión de una humanidad compartida y de una educación cosmopolita.

Asimismo, Nóvoa profundiza en la noción de lo que es común a partir de cinco principios desarrollados en el informe seminal “Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato social para la educación” producido por la Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación (2021).

En primer lugar, Nóvoa se refiere a la impregnación de la pedagogía de la cooperación en la vida diaria escolar – destaca el ejemplo de la educación inicial - así como de las relaciones intergeneracionales entre educadores y alumnos, y entre alumnos. La cooperación como eje estructurador del educar y aprender requiere de imaginarios y acciones de las sociedades animados por propósitos compartidos, lo cual nos lleva a remarcar la necesaria y saludable interdependencia entre imaginarios sociales y educativos. Asimismo, la pedagogía de la cooperación requiere que educadores y alumnos asuman sus roles de coagentes de la educación con responsabilidades mutuas y vinculantes.

En segundo lugar, Nóvoa menciona la noción de convergencia curricular que implicar promover itinerarios y ruteros de aprendizaje de las y los alumnos donde los mismos puede hacer uso de su libertad para elegir en conformidad a sus motivaciones y preferencias. Se trata de un currículo personal o a medida de cada alumno que asume sus indelegables responsabilidades en relación al desarrollo y la concreción de sus aprendizajes.

Asimismo, se busca superar una visión del currículo como acumulación de contenidos, fragmentados en disciplinas. Alternativamente, se plantea apuntalar las diversas formas de alfabetización – entre otras, en lengua, matemática, ciencia y arte – como instrumentos de conocimientos y cultura que las y los alumnos tienen que manejar de manera solvente. Se entiende pues al currículo como un medio de socialización cultural que se nutre de diversidad de conocimientos con sustento en las disciplinas, y en las interdependencias entre conocimientos globales y nativos.

En tercer lugar, Nóvoa alude a la colaboración entre educadores como una condición sine qua non de una educación más abierta a múltiples y complementarios espacios de aprendizaje, formales y no formales, que facilitan los trabajos colaborativos entre educadores y alumnos. Tal cual asevera el renombrado educador Andy Hargreaves mencionado por Nóvoa, los educadores tuvieron otrora la percepción que la cooperación era forzada por las administraciones educativas en contextos donde predominaban los modelos de escuela basados en el trabajo individual del educador en el aula. Actualmente, la profesión de educador se orienta hacia identidades más colectivas y de mayor apreciación de la relevancia de la colaboración y el aprendizaje entre pares en el marco de una visión de escuela que estimula la colaboración hacia su interior y exterior.

En cuarto lugar, Nóvoa se explaya sobre las implicancias de la escuela como agente de socialización. Se advoca por una escuela de puertas abiertas a la sociedad, que, como espacio de libertad, promueve, en efecto, la libertad de las y los alumnos, y cuyo valor agregado reside principalmente en que orienta y ayuda a cada persona a forjar su propio futuro. La presencialidad de la escuela es clave como espacio de construcción de la persona, de la ciudadanía y de la sociedad, así como de aprender a vivir juntos apreciando las diferencias y las diversidades. Los rasgos de común e igualitario que caracterizan a la escuela, se anclan en visiones humanistas de la civilización y las sociedades, y que se diferencia claramente de una educación privatizada en el hogar o solo entendida como un servicio que se presta.

En quinto y último lugar, Nóvoa argumenta en torno a la idea de capilaridad educativa, esto es, el reconocimiento que los procesos educativos se desarrollan en diversos espacios educativos y no solo en la escuela. La capilaridad educativa estaría asociada a la noción de cuidad educativa de Paulo Freire ya mencionada. La educación dejaría de ser solamente un espacio instruccional y formal para devenir un espacio de deliberación, así como de producción y diseminación de perspectivas y conocimientos, donde las personas y las comunidades pueden efectivamente ejercer el derecho a aprender en cualquier sitio y a todo momento. La capilaridad educativa fortalece a la escuela en su rol indelegable rol de forjadora de ciudadanía democrática en permanente interacción con el crisol de culturas, afiliaciones y sensibilidades que anidan en la sociedad.

En su conjunto, los punzantes planteamientos de Nóvoa van en la línea de transformar la educación sustentado en un contrato social en educación que remueve barreras internas y externas a los sistemas educativos, con miras a generar renovados modos de entendimiento y colaboración, así como de empatía intergeneracional. Un contrato social no parte de soluciones predadas o recetas a seguir, sino hurga en la multiplicidad de experiencias existentes que nos pueden orientar hacia cementar futuros mejores conectando presente, pasado y futuros bajo improntas de progresismo social y educativo.

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